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Jaime traslada grandes cargas por un dólar y medio
Jaime Roura, oriundo de Guamote, se levanta todos los días a la 01:00. Come algo rápidamente, porque solo una hora después ya debe estar en la Feria Libre, el mercado más grande de Cuenca.
Junto a su esposa trabaja transportando la mercadería de sus clientes con la ayuda de una carretilla. Vino de su tierra hace más de 2 años, porque allá no encontró trabajo como agricultor. “Acá me va bien y me tratan bien”.
Un caso similar es el de Wilman Morocho. Él, en cambio, dejó Loja y se radicó en Cuenca hace 15 años. Tiene 5 hijos y es parte de la Asociación de carretilleros, Señor de la Buena Esperanza. “Soy más cuencano, que los cuencanos”, dice y sonríe.
Al igual que Roura trabaja desde las 02:00. “Si salgo más tarde, ya no tengo mi chambita (trabajo)”, indica el hombre que a cada momento se limpia el sudor del rostro.
Tiene una carreta de hierro que mandó a construir y le costó $ 280. En un solo viaje puede llevar hasta 10 quintales de papas, también cebollas, granos, tomates y frutas.
Transporta los víveres desde los alrededores del mercado —donde están los camiones que llegan desde el centro del Ecuador o de la provincia de El Oro— hasta el interior del centro de abastos.
Así como Roura y Morocho, hay 800 historias parecidas en el mercado, donde se concentran más de 3 mil comerciantes todos los días.
El trabajo fuerte les toca en las madrugadas. Por cada carga que trasladan cobran entre $ 1 y $ 1,50. El promedio de ganancia está entre los $ 15 y $ 20 diarios. “Pero hay que pagar arriendo y comida”, indica Miguel Nivicela, padre del presidente de la Asociación.
A media mañana, los carretilleros se turnan con sus esposas e hijos, para ir a descansar en casa, aquellos que viven cerca. Pagan por el arriendo de un cuarto entre $ 60 y $ 80 al mes. “Allí nos acomodamos”, indica, Jaime Roura, que vive con su esposa e hijos.
Según Nivicela, son más de 400 carretilleros los que trabajan en el lugar. Pero no son los únicos, pues existe un número similar en otras asociaciones. “Casi todos llegaron de Loja, Cañar, Chimborazo, Tungurahua. También hay quienes vinieron de Pichincha en busca de trabajo”.
Para Nino Vintimilla, director de Mercados de Cuenca, este tipo de actividad se ha convertido en un problema que no quiere que se “vaya de las manos”, porque se trabaja de manera desordenada y cada vez se incrementa el número de trabajadores.
“Estamos haciendo una encuesta socioeconómica de cada uno de ellos”, dice. El objetivo es carnetizarles, brindarles mayor seguridad en su labor y ubicarlos en sitios donde tengan un trabajo, sin que haya competencia entre ellos.
Para Vintimilla no se puede impedir el trabajo de personas de otras partes del país, pero tiene que haber organización. Además se busca que cada uno de ellos sea responsable con su actividad y que no exista pérdida de pertenencias.
“Ahora cada carretilla tiene una numeración y el ciudadano puede hacer el reclamo correspondiente, en caso de haber pérdidas”, explica Nivicela.
Según él se garantiza la labor y se brinda seguridad a los clientes que masivamente llegan todos los días al centro de expendio. (I)