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Pocos talleres definen a los barrios artesanales

Lucila Morocho se dedica principalmente a la forja artística. Lleva alrededor de 25 años en el oficio.
Lucila Morocho se dedica principalmente a la forja artística. Lleva alrededor de 25 años en el oficio.
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Son pocos los talleres que aún quedan y que son testigos de la historia de la actividad artesanal de Cuenca, que se consolidó en sitios determinados. Las Herrerías, Todos Santos y la Convención del 45 son los barrios en los que aún se conservan oficios cuyas prácticas se remontan a los inicios de la ciudad.

De acuerdo con varios escritos, la manera en que se formaron los barrios de Cuenca se relacionó con una separación racial entre españoles, criollos e indios. El libro Barrios de Tierra y Fuego, de la Fundación Paúl Rivet, indica que una disposición heredada de las prácticas medievales y recogida por el Cabildo, en 1563, obligó a las personas dedicadas a un mismo oficio a concentrarse en lugares específicos, lo que propició el nacimiento de los barrios artesanos de la ciudad.  

El libro señala que los barrios de artesanos comenzaron a tener cuerpo en el siglo XVII y para el s. XIX Cuenca se presentaba como una ciudad con zonas de alfareros, al oeste; de herreros, al sureste, y de panaderos, al sur.

Los herreros se asentaron en lo que fue una de las entradas principales de la ciudad (en la época incaica pasó por allí el Camino del Inca). Instalaron sus fraguas para elaborar los herrajes y otros artículos para los caballos, además de herramientas para el cultivo de la tierra, aprovechando la llegada de los campesinos.

“Era una sola entrada. Por allí la gente venía cargada de carbón, leña, y cada cual llegaba con dos o tres caballos, especialmente los jueves que no se avanzaba con el trabajo”, recuerda Luis Maldonado, de 86 años, quizás uno de los herreros más antiguos que tiene el barrio Las Herrerías. Se inició en el oficio a los 9 años y en la actualidad trabaja únicamente elaborando chapas.

Actualmente no quedan más de 10 talleres en donde aún se trabaja en hierro. Ya no se elaboran los artículos tradicionales que le dieron nombre al sector, sino que, con el paso de los años, se introdujo la forja artística y la elaboración de ventanas, puertas, pasamanos y más objetos utilitarios.

“La gente apreció lo que vino de otro lado”, dijo Lucila Morocho, una de las artesanas del sector. Ella forja adornos como cruces, aldabas, faroles y más.

Estos talleres, además, se mezclan con los puestos de venta de tortillas y tamales que durante los últimos años comenzaron a predominar en el sector.

Por otro lado, en el límite sur del centro histórico se levantó Todos Santos, uno de los barrios más antiguos y reconocido por la elaboración de pan en hornos de leña.

De acuerdo con los escritos, este barrio se creó incluso antes de la fundación de Cuenca, con la aparición de molinos de grano que se instalaron en las riberas el río Tomebamba para aprovechar sus aguas. Los molinos dieron paso a que con la harina los moradores de la zona elaboren los panes, estableciéndose así el barrio de los panaderos. De ellos, según el libro Barrios de Tierra y Fuego existen noticias desde 1579.  

En el sector existen actualmente  de 5 a 6 locales que conservan este oficio tradicional. Uno de ellos es el de Manuel Bermejo, quien dice preparar sus panes en uno de los hornos más antiguos del barrio, que tendría más de 150 años.

Bermejo explica que el horno está construido en adobe y lo utiliza desde hace 25 años cuando alquiló el local. Su fuerte es la elaboración de palanquetas.

Otra de las panaderías del sector es de la familia Tenemea. Ahí se elaboran panes con nombres llamativos, como rodillas de Cristo, mestizos, costras, enrollados y otros.  

Al oeste de la ciudad, en el actual barrio Convención del 45, se instalaron los talleres de alfarería aprovechando que existían minas para extraer arcilla.

La mayoría de las familias se dedicaban a elaborar ollas, cazuelas, platos y cafeteras. Este es quizás uno de los barrios artesanales que con el pasar de los años fue perdiendo su característica.  

Son pocos los artesanos que quedan en el sector y que aún se dedican a moldear piezas, es el caso de los Encalada. Mientras que en otras familias, tal vez el único vínculo que aún mantienen con la actividad tradicional de la zona es la venta de arcilla.

De acuerdo con el libro de la Fundación Paúl Rivet la desintegración de los barrios de la ciudad se aceleró durante los años sesenta del siglo XX, cuando vientos de modernidad llegaron a la región. (I)

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