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La pionera de la fritada cuencana tiene 111 años

Rosa Criollo aún y pese a sus 111 años tiene fuerzas para mover la paila de fritada, que luego será consumida por los clientes que llegan a su restaurante.
Rosa Criollo aún y pese a sus 111 años tiene fuerzas para mover la paila de fritada, que luego será consumida por los clientes que llegan a su restaurante.
Foto: Fernando Machado / El Telégrafo
27 de febrero de 2020 - 00:00 - Redacción Ecuador Regional

Rosa Criollo tiene 111 años y  aunque no hayan registros, podría considerarse una de las ecuatorianas más longevas que aún goza de buena salud. La mujer, pese a su edad, aún labora en su restaurante.

Esta cuencana nació un 5 de octubre de 1908. Procreó siete hijos, tiene 27 nietos, 56 bisnietos vivos y dos fallecidos y cinco tataranietos.

La mujer fue la pionera en hacer fritada y cascaritas de cerdo en la avenida Don Bosco de Cuenca. Hoy convertido en un sector gastronómico y muy concurrido por turistas nacionales y extranjeros.

Sentada a un costado de su restaurante, aún ayuda a asar los cuyes o a mover suavemente la fritada. Sus ojos casi se cierran y  habla muy poco. Pero suele sacar de vez en cuando una sonrisa. Camina con la ayuda de sus familiares y como ellos dicen, “también pide un traguito en las fiestas”.

Hace 42 años perdió a su esposo tras un accidente de tránsito en la vía Cuenca-Azogues. Pero eso no fue impedimento  para seguir adelante junto con sus hijos. “Hay momentos que ella recuerda a mi abuelo y quiere visitarlo en el cementerio”, dice su nieto Jorge Mejía.

Criollo, todos los días después de las 09:00 baja de  su habitación y permanece buena parte del día junto con los clientes y personas que hacen la fritada y los cuyes.

“Ella fue la primera en instalar el negocio de la cascarita y la fritada en este sitio”, recuerda su hija María Jesús Crespo. Con su esfuerzo levantó un restaurante que ahora es muy concurrido.

Según su hija, el trabajo de su madre comenzaba muy temprano, casi al amanecer. Primero quemaba al chancho con ramas secas de eucalipto para obtener la cascarita. “Antes era más complicado el trabajo”, acota Jorge, mientras su abuela, vuelve a sentarse, descansa y su mirada va hacia la calle.

“Mi abuela aún ve bien. Al otro lado de la acera, en la puerta de la casa del vecino hay un timbre y muchas veces dice, ‘los guambras majaderos tocan el tiembre’. Eso da cuenta que aún no ha perdido la vista”, indica su nieto.

Su hija cree que la alimentación de antaño ha mantenido con fuerzas a doña Rosita, como la llaman, “comía mote, porotos”, indica.

La anciana tuvo dos hermanos. Carmen quien falleció a los 108 años y su hermano Manuel que ya cruzó la barrera de los 100 años de vida. “Es de familia longeva, asegura su hija”.  (I)

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