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El Telégrafo
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La presencia de los poetas en Cuenca fue relevante

La gran Fiesta de Lira, breve historia de inicios del siglo XX

Los más destacados intelectos de la ciudad se reunían a manera de gremio para llevar adelante la fiesta de los poetas, la misma que es recordada hasta hoy con la llamada Fiesta de la Lira. Foto: cortesía
Los más destacados intelectos de la ciudad se reunían a manera de gremio para llevar adelante la fiesta de los poetas, la misma que es recordada hasta hoy con la llamada Fiesta de la Lira. Foto: cortesía
29 de noviembre de 2015 - 00:00 - Ángeles Martínez, cátedra Abierta de Historia. U. Cuenca

Tal como lo indica Rafael María Arízaga, mantenedor de la Fiesta de la Lira, en 1920 en la revista Fiesta de la Lira en Cuenca, publicaciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), Núcleo del Azuay:

“Cuanto fervoroso y encariñado culto al suelo propio late en ese ideal, cuya íntima aspiración no hay duda que se endereza a honrar y dar lustre a Cuenca, a esta Arcadia de los Andes, como place llamarla cuando se piensa que por su hermosura y querencia al gay saber trae al recuerdo la poética región griega”.

La primera edición de la Fiesta de la Lira se desarrolló el 31 de mayo de 1919 en la heredad de Roberto Crespo Toral, El Ejido; fue convocada por un Consistorio del Gay Saber formado por 6 poetas; así lo indica Rafael María Arízaga, en la revista Fiesta de la Lira en Cuenca, publicaciones de la CCE, Núcleo del Azuay:

“Nos reunimos un grupo cuasi familiar en la heredad de uno de los más amables y beneméritos de nuestros hombres representativos Don Roberto Crespo Toral, disteis comienzo a estos simpáticos torneos de las letras y del arte, que, si traen a la mente la Academia de la gaya ciencia y las justas literarias de pasadas edades, tiene en vuestra intención un carácter más íntimo, por eso hemos preferido en vez de reunirnos en solemnidades urbanas, la amplitud de los campos en flor, en plena caricia de la luz, para comulgar con la amable naturaleza […] la musa autóctona de vuestros cantos”.

En la primera Fiesta de la Lira se instauraron 4 premios: La Flor Natural, la Violeta de Oro, el Capulí de Oro y la Lira de Oro; siendo esta última el máximo galardón. Es importante mencionar que la Fiesta de la Lira no solamente se instituyó y forjó en: “Simples y efímeros concursos de poesía”, pues estos trascendieron en sus encuentros y certámenes a: “Verdaderos recitales y los más grandes eventos de la declamación que se conozca en el acervo cultural y literario del país” (Teodoro Rodríguez Muñoz). En la quinta de Roberto Crespo Toral se realiza por vez primera este juego de poetas y son premiados con la flor natural, Gonzalo Cordero Dávila con su poema ‘Nati’; y con la violeta de oro, Remigio Romero y Cordero con su ‘Égloga Triste’. Declama Cordero: “Nati, la hija del áspero baldío, crecida en la vivienda más oscura, aunque se halla en los quince tiene frío; porque es flor de miseria su hermosura...”. Romántica visión de la vida forjada en la diaria experiencia de la campiña cuencana. Continuará la fiesta por décadas, pero, como sucede con todo, la decadencia también le alcanzará. Un día, atacada por los reformadores del grupo Elan, cuando era solamente una sombra de lo que llegó a ser […] (Juan Martínez Borrero) “La Fiesta siguió realizándose anualmente hasta que en 1932 fue atacada por Benjamín Carrión que la calificó de arcaizante y elitista, propia de una sociedad que vivía de espaldas a la miseria y atraso en que se debatía el Ecuador, el Azuay. Poco tiempo después se sumaron las críticas de un español avecindado en Guayaquil, Francisco Ferrandiz Albors, que escribía en EL TELÉGRAFO, y del joven pero ya famoso literato Joaquín Gallegos Lara, quienes manifestaron que la tal Fiesta de la Lira era aberrante, de aristócratas terratenientes que consideraban al paisaje sin el hombre, eje de todo proyecto cultural por muy academicista que fuere. De todas formas, la Fiesta se siguió realizando hasta 1935 como un encuentro poético, artístico y social, ocasión para la expansión del espíritu dentro del marco elitista, conservador y bucólico de esos días” (Rafael María Arízaga). Lloret Bastidas la describe como “El último calorcillo romántico de la ciudad de Cuenca, que en esos años centenarios y los que continuaron después de 1920, anduvo calada hasta los huesos por una multitud de versos sin memoria”.

Los más destacados intelectos de la ciudad se reunían a manera de gremio para llevar adelante la fiesta de los poetas que tenía como escenario la propia naturaleza. Se contaba con un cuerpo ejecutor llamado Consistorio, integrado por 7 personas estrechamente vinculadas al quehacer intelectual, por un secretario y por el mantenedor, que se nombraba cada año por parte del Consistorio y que tenía a su cargo la realización misma de la fiesta. Quienes suscribieron el acta de fundación de la Fiesta fueron: Honorato Vásquez Ochoa, Remigio Crespo Toral, Rafael María Arízaga, Roberto Espinoza, Roberto Crespo Toral, Nicanor Aguilar, Juan María Cuesta, Alfonso Jerves, Ceslao María Moreno, Alfonso Borrero, Octavio Cordero Palacios, Isaac Ulloa, Luis Cordero Dávila, Juan Íniguez, Miguel Cordero Dávila, Alfonso Andrade Chiriboga, Nicanor Merchán, Emiliano J. Crespo, Presb. Manuel María Palacios, Octavio Martínez, Manuel María Ortiz, Roberto Crespo Ordóñez, Remigio Tamariz Crespo, Gonzalo Cordero, Rafael Florencio Arízaga, José Rafael Burbano, Luis Moreno Mora, Alfonso Moreno Mora, Alfonso Cordero Palacios, Emanuel Honorato Vásquez, Cornelio Crespo Vega, Carlos Cueva Tamariz, Agustín Tamariz Crespo, Remigio Romeo y Cordero, Vicente Tamariz Toral, Manuel Moreno Mora, Antonio Borrero Vega, Octavio Muñoz Borrero, Luis Romero y Cordero, Ricardo Darquea Granda, Manuel María Muñoz Cueva, Luis Cordero Crespo, Alejandro Arízaga, Nicolás Espinosa Cordero. De la lista de 47, el mismo Lloret Bastidas explica “más o menos la mitad son poetas; los otros son juristas, médicos, sacerdotes. Hay uno o dos pintores” y aunque afirme que “todos son discípulos de la escuela romántica, todos están apegados de una u otra forma a las puras tradiciones del Azuay, comenzando por la tradición católica” hay algunos personajes que están ya embarcados en otro pensamiento. Hubo ciertamente una confusión entre los poetas románticos con los modernistas con los que coexistieron, mientras los unos eran muy apegados a la religión la tradición, la tierra y la patria, basta leer la Institución de la Fiesta de Lira por lenguaje y contenido. (F)

Cuando todo cuencano es un poeta...

El historiador Juan Martínez Borrero en su artículo ‘Vida Cotidiana de Cuenca’ del libro Santa Ana de los Aguas, retrata el momento de esos inicios del siglo XX:

“Creen los cuencanos que viven en una nueva Arcadia, esa mítica tierra griega en la que conviven los pastores y los músicos, los dioses y los poetas, y deciden, basados en la tradición mariana de los ‘Sábados de Mayo’ impulsada por Miguel Moreno, entregarse a los juegos de la poesía bajo la ilusión colectiva de la ‘Fiesta de la Lira’. En 1917 se corona en efigie a Luis Cordero Crespo, el presidente, en acto póstumo que tiene como escenario la calle junto a su antigua casona, unas semanas más tarde será Remigio Crespo Toral quien rodeado de muchachas vestidas de musas, recibirá la áurea corona de laurel en clásico ritual heleno. Se trata de un acto vivido con plena conciencia de la estética. Nada se deja al azar, ni las fotografías de Emmanuel Honorato Vázquez o de José Salvador Sánchez, ni los discursos elocuentes de los extraordinarios oradores de la época (José Cuesta Heredia, 1989). Y entonces en 1919 se convocará la primera edición de la Fiesta de la Lira. ‘Y los que abajo ponemos nuestras firmas, secamos la tinta —como con tierra para nuestra futura fosa— con las arenas del Tomebamba que allí, entre sauces, llora’ (Crespo Ordóñez, 1946).  (F)

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