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La misión movía a las autoridades eclesiásticas y civiles de Cuenca en búsqueda de la antigua entrada o vía hacia Logroño

La evangelización del Oriente Azuayo en el siglo XIX

Galo Sarmiento en su historia relata que la llegada del primer prelado a Gualaquiza, en la amazonía ecuatoriana, se revivió el interés por la evangelización para este sector que en ese entonces estaba muy apartado de Cuenca. Foto: Archivo.
Galo Sarmiento en su historia relata que la llegada del primer prelado a Gualaquiza, en la amazonía ecuatoriana, se revivió el interés por la evangelización para este sector que en ese entonces estaba muy apartado de Cuenca. Foto: Archivo.
08 de junio de 2014 - 00:00 - Ana Luz Borrero Vega, Cátedra Abierta de Historia. U. Cuenca

A inicios del siglo XIX se produjeron importantes acontecimientos en los territorios habitados por los Shuar, conocidos en la época como jíbaros. En dicho territorio se desarrolló el proceso de evangelización de los pueblos ‘gentiles’, de la búsqueda del oro y de la imposición del poder real. Una de las últimas misiones españolas en la Audiencia de Quito fue la fundación de San José de Bomboiza, cerca a Gualaquiza.

Galo Sarmiento en su historia sobre Gualaquiza relata que “con la llegada del primer prelado de Cuenca don José Carrión y Marfil, se revivió el interés por la evangelización de los ‘jíbaros’ y la búsqueda de la perdida ciudad de Logroño, varios curas del Azuay como Antonio Carrasco, Antonio Rodríguez y José Antonio de la Cuadra recorren la zona de Gualaquiza sin mayor suceso.” Años más tarde el Obispo Cortázar impulsó la misión.

En 1815 fray José Prieto, religioso franciscano descalzo, encontró un momento propicio para sus misiones en el ‘oriente’ de Cuenca. Bautizó a algunos niños jíbaros con la idea de convertir a toda la ‘tribu’ al cristianismo. En el lugar construyó una iglesia y casa para misioneros; ese fue el origen de Gualaquiza, como recuerdo de Logroño. La búsqueda del control de los territorios y la evangelización de los indígenas de la zona también se debieron al interés del Obispo de Cuenca, el guayaquileño José Ignacio Cortázar Lavayen, de fortalecer la misión de Bomboiza. Mostraba así que esos territorios pertenecían a la Audiencia de Quito, y no al Obispado de Mainas, como pretendían desde Lima.

Jíbaros en Cuenca en septiembre de 1817

Una comitiva de militares y criollos entre los que se incluye Pablo Hilario Chica, cuencano que poseía una hacienda en las estribaciones del Oriente, visitó Gualaquiza y celebró el acontecimiento. El colono José Suero retornó con la comitiva a la que se sumó un grupo de ‘naturales’ o jíbaros, que ante la admiración de la gente, llegó a Cuenca el 16 de septiembre de 1817. Suero había sido educado en Canelos y conocía la lengua de los indígenas de la región.

En el Archivo General de Indias, existe un informe enviado por el Cabildo y Obispado de Cuenca a las autoridades del Reino en febrero de 1818, en el que se da testimonio del bautismo solemne de los primeros ‘gentiles’ de la Provincia de Logroño, catequizados en la ciudad. Solamente podemos imaginar hoy qué pasaría por la mente de los vecinos de Cuenca a la llegada de los indígenas orientales, así como las reacciones de los jíbaros entrando en la ciudad. Invito a los lectores a ese creativo proceso.

Colonos en Bomboiza, Gualaquiza

El obispo Cortázar envía a los padres José Fermín Villavicencio y Manuel Mogrovejo, en compañía del fraile Prieto, seguidos más tarde por otros 2 franciscanos que también se empeñaron en la evangelización de la zona y en la fundación de la misión en 1818 para consolidar la presencia cristiana.

El historiador Manuel Lucena Salmoral develó, en una reciente publicación, un interesantísimo dato de la fundación de la misión que consta en el diario del padre Prieto, con sus notas de viaje. Partieron de Cuenca el 31 de marzo de 1818, para establecer la misión en el Oriente. Junto con Prieto, los misioneros citados fueron enviados por el Obispo y don José María Suero, en una expedición con 80 peones que transportaban en sus espaldas los fardos con alimentos, implementos y regalos, por un camino lleno de dificultades. Este fue un viaje por etapas en el que sufrieron embates de los elementos, lluvias torrenciales y ríos crecidos.

Llegaron al entable de Dionisio Samaniego, en territorio jíbaro en abril. Luego, ya en San José, hicieron contacto con los ‘naturales’, que estaban esperándolos desde hacía varios días. “(…) continuaron hasta Colonda, poblado del cacique Tenedecha, y finalmente el día 15 llegaron a Bomboiza, donde iban a fundar la misión. Tras un solemne Te Deum, el superior de los religiosos —posiblemente Villavicencio— habló a los ‘naturales’ sobre el objetivo evangelizador, sirviéndose de Suero como intérprete.


El bautizo y el levantamiento de la iglesia

Los jíbaros ofrecieron comida y bebida a los recién llegados y estos correspondieron con regalos como chaquiras, agujas, telas, etc. El 16 se bautizó la misión como San José de Bomboiza, y se dio una misa solemne con los ‘naturales’ que había bautizado unos años antes el Padre Prieto… Tras nuevos bautismos, los ‘jíbaros’ rozaron una cuadra de terreno para levantar en ella la iglesia. Prosiguieron luego los nombramientos de autoridades indígenas y nuevos bautismos.

A la doctrina de Bomboiza del Padre Prieto asistían diariamente hombres y mujeres shuar (19 hombres y 22 mujeres bautizadas, así como 32 varones y 20 mujeres no convertidos). La misión católica, así como el control de los territorios, movilizaba a las autoridades eclesiásticas y civiles de Cuenca en búsqueda de la antigua entrada o vía hacia Logroño.

La región será posteriormente conocida como la provincia de Gualaquiza, en medio de los extremos de Canelos y Zamora.

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