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El jesuita Mario Cicala, en la segunda mitad del siglo XVIII, II

El jesuita Mario Cicala, en la  segunda mitad del siglo XVIII, II
10 de enero de 2016 - 00:00 - Jacinto Landívar Heredia

Continuamos esta semana con la descripción hecha por Mario Cicala, jesuita italiano, sobre la Ciudad de Cuenca en 1771, dentro de su obra Descripción Histórico-Topográfica de la provincia de Quito... escrita por un sacerdote de la misma provincia de la Compañía de Jesús. Se trata de un interesante retrato desde un imaginario específico, en el contexto del siglo XVIII, sobre paisajes, recursos y la gente de nuestra región.

Arte, oficios y comercio

En la ciudad de Cuenca florecen todas las artes serviles: zapateros, peluqueros, sombrereros, carpinteros, tejedores, forjadores, sastres, plateros, torneros, caldereros, confiteros y con eminencia florecen los escultores en marfil y corozo (tagua), marmolistas y los pintores, que son famosos por sus pinturas en tela y más todavía por pintar en delgadas láminas de jaspe, o alabastro blanco, transparente o negro. Para decir verdad, los morlacos son habilísimos en las artes mencionadas y están dotados de extraordinaria capacidad para las obras y ocupaciones que necesitan acabados delicados y finos. Pero la desidia y la pereza son desgraciadamente grandes y llegan a lo increíble. Los artesanos son incumplidos. Se tejen en Cuenca buenas y bellas bayetas de lana y, a pesar de que no son muy finas, son de larga duración. Pero son las telas de algodón las que resultan realmente finísimas y con delicadas labores. Las calcetas y birretes de algodón son también bastante buenos y finos.

En la ciudad de Cuenca existe mucha afición por el comercio. Sus mejores mercaderías son las bayetas, sargas y con mayor perfección las telas de algodón, que por sí solas producen un ingreso anual de 30 mil a 40 mil escudos. Llegan a Guayaquil durante 7 meses al año en gran cantidad telas de algodón que se venden muy bien y los mercaderes del Perú las compran todas a muy buen precio. Además los peruleros (así llaman a los limeños), entregan a los cuencanos grandes sumas de dinero anticipado para el año siguiente. En 1761 los peruleros enviaron a la ciudad de Cuenca 40 mil escudos para que a comienzos de 1762 sean entregadas las prendas.

Todos los artículos como las jergas, las bayetas, las mulas, los caballos, los asnos, el azúcar, las cajas de dulce, los quesos, sirven para las ciudades vecinas, además de beneficiar el comercio de la región y no hay duda de que administran no poco dinero y buenas entradas a la ciudad de Cuenca.

Del territorio de Cuenca

El territorio de Cuenca es uno de los más amplios y extensos y si se le añade Alausí, entonces sería de los más grandes, su longitud es de 60 leguas y su latitud excede las 70. Saliendo de Riobamba desde la segunda jornada en adelante todo es territorio de Cuenca, existiendo no menos de 8 jornadas, todas de mal camino, cruzando montañas, selvas, fangales, por desgracia profunda, con cenagales y pantanos peligrosos.

Son 2 los senderos para ir a la ciudad de Cuenca, uno el llamado el Camino alto del Azuay y el otro el Camino bajo de Culebrillas. El primero es aquel que cruza por el monte nevado del Azuay, tiene una subida de 7 leguas y es bastante desagradable, el descenso es de 6 a 7 leguas no es tan malo como la subida. Aquel páramo de Azuay es uno de los más formidables que puedan existir en toda la provincia de Quito y casi no hay año en que se sepa de muertos ateridos y helados por el frío intensísimo, al perder al corto tiempo aquellos viandantes la facultad de movimiento por congelación de todos sus miembros. Muchos viajeros por acortar el camino cruzan imprudentemente el páramo en los meses de junio, julio y agosto cuando cae la nieve y sopla un fortísimo viento. Se relata que el jesuita alemán, hermano Hertmann, de constitución robusta y de grandes fuerzas, quien instaló el reloj de la Iglesia Matriz, al cruzar el páramo del Azuay, estando próximo a la muerte, aterido de frío y sin poder manejar la rienda, ni pronunciar palabra, ya inmóvil en la silla, es salvado por un guía que de manera providencial se le cruzó en el camino; de inmediato el arriero le sacó de su montura y comenzó a agitarlo y a golpearlo y a arrástralo por la nieve para provocar una reacción que le hiciera entrar un tanto en calor, luego le abrió forzosamente la boca y le metió nieve y así se salvó cuando llegaron a una cueva. El otro camino el llamado de Culebrillas es más largo, peligroso también, estrecho, escarpado en partes, cenagoso y con muchísimas curvas, contracurvas y precipicios —de ahí el nombre de Culebrillas—.

En el territorio de Cuenca todos sus terrenos son feraces con toda clase de frutas, asimismo existe toda clase de climas fríos y cálidos, templados y tibios. Es un territorio comprendido entre las 2 cordilleras nevadas, tiene llanuras, colinas y montañas. Hay en él mucha escasez de indios agricultores y trabajadores por lo cual muchas regiones están incultas.

Son numerosas las poblaciones del territorio de Cuenca, pero las principales y conocidas que circundan la ciudad están a 7, 8 y 9 leguas de ella. Estas son: Azogues, Cañar, Paute, Gualaceo, Girón, Los Baños, Cañaribamba, Sayausí, Oña, Paccha y Saraguro.

Son curatos administrados por sacerdotes seculares, todos con buenos y pingües ingresos. Las mencionadas tierras son de indios, pero entre ellas hay mestizos y en pocas existen españoles y blancos americanos. Todas tienen buen clima, excepto Cañar que en veces es húmedo y neblinoso. El más importante de los nombrados es el de Azogues, cuyo nombre deriva por la presencia de la plata líquida (mercurio) existente en el lugar, este territorio es inmensamente extenso, tiene 18 centros y poblaciones llamados anejos con infinidad de parroquianos, su iglesia matriz es grande ornada de los mejores cuadros y altares con fina platería. Sus fiestas sobre todo de Corpus Cristi y Semana Santa son majestuosas y magníficas. El territorio de Azogues es abundante en minas. (O)

El concepto  de belleza eurocéntrico

La población de Cuenca hoy es menos numerosa que hace algunos lustros, sobre todo ha bajado el número de indígenas, hoy cuenta con unos 14 mil a 15 mil habitantes dentro de la ciudad. Se puede asegurar que la cuarta parte corresponde a personas nobles (blancos) y las tres cuartas partes son mestizos e indios. Los caballeros y blancos de noble prosapia son de gallarda complexión de definido color blanco y sonrosado y de buenas facciones, las señoritas son más agraciadas y encantadoras y no faltan las que tienen rostros hermosos. Pero los mestizos y más los indios son feos, toscos y rústicos en su aspecto, son corpulentos y robustos, con su tez de color cobre oscuro y sus rostros desagradables y deformes. En la clase noble las mujeres han sido dotadas por la naturaleza de mayores capacidades, ingenio y prudencia que los hombres, aunque entre ellos existe gente de gran ingenio y que podrían estar en las grandes universidades del mundo. La gente plebeya no tiene grandes capacidades ni ingenio. Las señoras son afabilísimas, dóciles, humanitarias y generosas. Acostumbran dar limosna a los pobres. No así los caballeros los cuales por lo común y de ordinario son ásperos y duros aunque educados y políticos. Todos los consideran de ánimo inflexible y cabeza dura, indóciles, e inclinados a los pleitos, disputas y caprichos. Son apartados de los sacramentos y de la piedad cristiana. Reinan impunes en Cuenca los vicios del juego de los dados y de cartas. (O)

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