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Los dulces de las Arízaga no pierden el sabor de antaño

Eulalia inicia su trabajo desde la madrugada con la lavada de la fruta. Sus clientes empiezan a llegar desde las primeras horas de la mañana.
Eulalia inicia su trabajo desde la madrugada con la lavada de la fruta. Sus clientes empiezan a llegar desde las primeras horas de la mañana.
Foto: Miguel Arévalo / El Tiempo
19 de enero de 2020 - 00:00 - Redacción Intercultural

El olor a miel y a fruta se percibe a distancia. Las grandes ollas y los utensilios al pie de la puerta de la vivienda de Eulalia Arízaga llaman la atención de los que caminan por la calle Sangurima y Tarqui, en Cuenca.

Doña Eulalia, como le llaman sus clientes, elabora dulces con fruta durante todo el año, pero su trabajo aumenta cuando se acerca el carnaval.

“Yo vivo de los dulces, ellos han sido parte de mi vida”, indica la mujer mientras prepara el sabroso dulce de higo que es muy solicitado en estas temporadas, no solo por los que viven en Cuenca, sino también por los que están en el exterior.

“Cada semana elaboro dulces y muchos de ellos van a los Estados Unidos, donde están nuestros hermanos migrantes”, indica la mujer.

Según Arízaga, los familiares de los compatriotas que viven en España, Estados Unidos e Italia, llegan hasta su local para comprar el producto y enviarlo al exterior.

El costo de la tarrina con dulce va desde $ 1. También se puede vender a más precio y con más mermelada, de acuerdo al gusto del cliente.

Los productos que más se venden son el higo, el durazno y el dulce de coco

Durante todo este tiempo Eulalia puso en práctica las enseñanzas que su abuela Sofía Muñoz le dejó como herencia, es decir tomó sus recetas para preparar los mejores dulces de Cuenca, a lo que sumó sus propias iniciativas y de esta forma aumentó cada día más clientes.

Alrededor de las ollas, las abejas vuelan y también se detienen, de rato en rato, para probar la miel.

“No sé de dónde vienen, pero hay momentos en que estoy invadida de abejas”, indica Arízaga, pero al mismo tiempo se siente contenta, pues señala que estos insectos le ofrecen también compañía y prueban el mejor dulce.

Doña Eulalia recién se ha recuperado de la rotura de sus manos.

“Hace dos meses me caí con la olla y me fracturé las muñecas, pero ni eso me ha alejado de mi trabajo”, indica mientras muestra una funda de frijol seco, el mismo que servirá para elaborar un delicioso dulce de poroto, único en este sitio de la ciudad.

Eulalia Arízaga elabora dulces de guayaba, leche, frutilla, mora, membrillo, manzana, pera, zanahoria, zambo, camote, coco, plátano con leche, poroto, entre otros.

Son 47 clases de dulces los que vende para los “golosos” que llegan hasta este sitio para comprar en tarrinas y llevar para su casa.

“En esta temporada (carnaval) hago dulce de hasta 62 mil higos y los convierto en sabrosos manjares”, dice la mujer mientras los clientes comienzan a llegar a su local.

Un trabajo sin descanso
en el año

Su labor comienza a la madrugada con la preparación de las frutas.

“Hay que pelar, lavar, algunas veces hay que comenzar a cocinar desde la madrugada porque los clientes llegan muy pronto en busca de los dulces y a ellos hay que servirles muy bien”, indicó.

Con el paso de los años ella ha ido mezclando productos para elaborar dulces saludables, frescos y con agradables sabores.
Dulces de mora con guayaba, leche con maracuyá, mermeladas de piña, durazno y otras frutas son algunas de sus creaciones, cuyos sabores se suman a la oferta de dulces tradicionales de carnaval.

Eulalia Arízaga cuenta que lleva 53 años preparando dulces. Reconoce y recuerda mucho a su abuela, con quien se crió y aprendió los secretos de la cocina.

En su pequeña tienda, ubicada en la calle Gaspar Sangurima y Tarqui, tiene una larga mesa donde exhibe dulces de leche, de mora, babaco y leche con coco.

La hija de Eulalia, Fernanda Vega, quien aprendió este oficio de ella, también oferta dulces en la calle Barrial Blanco y Armenillas.

Recuerda que cuando era niña veía cómo su madre preparaba los dulces, convirtiéndose en su ayudante. Con el paso de los años perfeccionó las recetas.

Para Arízaga es importante que la tradición se mantenga y que cada vez se sumen nuevas preparaciones a la gama de dulces que ofrece.

Su otra hija abrió una tienda hace varios años en la calle Rafael María Arízaga y Luis Cordero.

En este sitio, igual que el de su madre, el olor a dulce se expande hasta la calle. Las pailas llenas de higos y duraznos llaman la atención e invitan a comer.

Allí se vende toda clase de dulces preparados con los condimentos que también utiliza su madre.

“Ellas ya heredaron mi oficio y preparan también los mejores dulces que se hacen en Cuenca”, dijo. (I)

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