Desde muy pequeño, su abuelo inculcó en él su amor por la apicultura. Hoy, 2 generaciones después, Laureano Carlosama continúa con lo que para él es más que un trabajo, una pasión. Hace 13 años, dejó su profesión (artes plásticas) y dio inicio a un emprendimiento familiar en el que participan su padre, hermanos, primos y su esposa.

Hoy, Apícola Imbabura es una de las empresas productoras de miel de abeja más grandes del país. Cuenta con un promedio de 700 colmenas distribuidas en zonas estratégicas de la región norte. Laureano se dedica 100% a la apicultura; esto comprende la crianza de reinas, de colmenas, la elaboración y venta de equipo especializado, además de la producción de miel de abeja, polen, propóleo y jalea real.

El apicultor ha dedicado los últimos años a su preparación. Ha realizado varios cursos en el país, así como en Argentina y Cuba. Sin embargo, asegura que en este ámbito nada está dicho, por lo que siempre ha priorizado el compartir experiencias con sus colegas.

Aníbal Yungán, apicultor de Chimborazo, comenta que fue precisamente la predisposición para ayudar a sus colegas lo que ha permitido que Carlosama sea uno de los profesionales con más y mejores conocimientos en el campo. Actualmente, considera a Laureano un buen amigo y un excelente profesional. “Siempre que tengo alguna consulta puedo tener la plena confianza de acudir a él. Siempre está dispuesto a dar orientación”, dice.

Es precisamente ese afán de compartir conocimientos lo que ha llevado a Carlosama a introducir a sus 2 hijos en el mundo apícola. Comenta que le gustaría que ellos continúen con este oficio, pero con conocimientos más profundos.

Laureano espera desarrollar proyectos que permitan a la sociedad entender la importancia de la apicultura, no solamente por la miel; sino también sus usos medicinales y beneficios ambientales. (I)