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El local está a 15 minutos de Esmeraldas, en la vía a Quinindé

Las delicias de Winchele requieren 500 cocos al día

Andrés Bone mueve el chicharrón de coco en una paila de bronce. Él es experto en la manufactura de estos dulces.
Andrés Bone mueve el chicharrón de coco en una paila de bronce. Él es experto en la manufactura de estos dulces.
Foto: Patricio Urbano / EL TELÉGRAFO
22 de abril de 2017 - 00:00 - Javier Tamba Guzmán

Esmeraldas.-

Un olor intenso y acaramelado recibe a las personas que trasponen la puerta. Afuera no hay letreros, pero con el aroma basta para saber que adentro se venden golosinas a base de coco. A 10 minutos de Esmeraldas, en la vía a Quinindé, está el emprendimiento de María Rezabala, un lugar que le permite mantener a su familia y generar empleo.   

La tienda, amplia y espaciosa, además de ser un punto de venta, es un centro temático que mediante breves recorridos les permite a los visitantes observar la elaboración de los confites. Lo más llamativo es el constante meneo que don Andrés Bone y Marcelo Clavijo hacen en pailas de bronce asentadas sobre los fogones.

Los braseros funcionan con leña y con en ella se derrite el coco para hacer los productos. Los turistas toman fotos y, cómo no, saborean las pequeñas porciones que los trabajadores les dan a probar. Ese es el enganche definitivo, casi nadie se resiste a llevarse el manjar, la fritada, el chicharrón, las cocadas u otras delicias basadas en la blanca fruta.

- Tome con una cuchara un poco de manjar. Tenga cuidado de no quemarse.
- ¡Qué rico! ¿A cómo está cada tarrina?
- Consulte con doña María.

Surge el diálogo entre Marcelo Clavijo y Fitzgerald Pizarro, un orense que está de paso por la provincia verde. Marcelo, de 18 años, dice que esta oportunidad de laborar le surgió hace 8 meses; percibe el sueldo básico y con ello cubre sus necesidades; le faltan 2 años para concluir los estudios secundarios y cree que, con su independencia económica, le será posible retomarlos.

El adolescente se encarga de mezclar y mover el coco con el azúcar, ocupación en la que se alterna con Andrés Bone, de 65 años, quien ha dedicado buena parte de su existencia a la manufactura de cocadas. El sexagenario es oriundo del norteño cantón Eloy Alfaro y su destreza en esta especialidad gastronómica es evidente.

María Rezabala, de 39 años, revela que el negocio lo empezó hace 4 años junto a otras 6 personas, contados sus hermanos y su cuñado. El taller está en el ascenso al sector de Winchele, punto estratégico porque al ser el ingreso principal a la ciudad de Esmeraldas, por ahí circulan quienes, por placer o quehaceres, se desplazan a la urbe o salen de ella.

Personas procedentes de Pichincha, Santo Domingo de los Tsáchilas o de cantones como Quinindé, paran a diario en la factoría.  

El ambiente del establecimiento es artesanal porque la idea es que se conozca el proceso de cocción y empaquetado de todos los artículos que se exhiben y expenden.

María subraya que no únicamente hacen dulces de coco, sino también de guayaba, plátano, grosella, con ingredientes como maní, ajonjolí, caña...

A manera de complemento y por estar en un territorio tropical, para quienes deseen, se comercializan gaseosas, aguas minerales y jugos, que ayudan a calmar la sed de los excursionistas.

Al fondo, en la otra ala del almacén, se hallan Liliana Gámez y Karina Caicedo, quienes con habilidad inusitada realizan bocaditos de leche bañados en ajonjolí.

Cuentan que la presentación no es exclusiva en envolturas o tarrinas plásticas, sino que acá se continúa con el uso de hoja de plátano, con la que se fajan los dulces de guineo o las cocadas bañadas en néctar de caña. Los precios por envase son asequibles; la cocada, el chicharrón de coco, el dulce de leche, el dulce de guineo, se ofertan a $1,00; pero el de manjar de coco está a $1,50.

“Los comentarios de nuestros productos son muy buenos; llegan a muchas partes del país, nuestro objetivo es crecer sin perder la calidad”, precisa. Un valor agregado de este comercio es el beneficio a los proveedores de los insumos, a quienes se les demanda considerables cantidades, como 500 cocos diarios a productores de Borbón, Eloy Alfaro. (I)

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