Ecuador, 29 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

La imaginación no siempre ayuda a distraer a los municipales

La jornada de trabajo de la mayoría de vendedores ambulantes es extensa. Cada día, estos comerciantes ganan un promedio de $ 10. Foto: Puce Ibarra
La jornada de trabajo de la mayoría de vendedores ambulantes es extensa. Cada día, estos comerciantes ganan un promedio de $ 10. Foto: Puce Ibarra
14 de junio de 2015 - 00:00

Desde hace 38 años, sentada en medio de frutas y legumbres, exponiéndose al sol y a los bruscos cambios del clima, Mariana Chalá inicia su jornada de trabajo en la calle Obispo Mosquera en Ibarra.

Madre soltera, con 4 hijos, así se identifica este personaje que se levanta a las 5:00 para empezar su día de trabajo que solo finaliza cuando el sol se oculta.

Las calles de la ciudad siempre abarrotadas de vendedores ambulantes e informales, compiten por ganar clientela y de esta manera aumentar sus ingresos.

El trabajo de estos vendedores no está libre de problemas. Varias veces han protagonizado enfrentamientos con las autoridades municipales. Ellos aseguran que defienden su trabajo y las autoridades sostienen que solo hacen cumplir las leyes para evitar que el trabajo informal se extienda y caotice todo.

Pablo Torres, comisario, destaca la labor municipal: “No es lo mismo ver, que estar en los zapatos de nuestra gente”, indicó al referirse al trabajo, siempre extenuante, de lidiar con los vendedores que buscan un espacio en las calles.

Mariana Chalá comentó su experiencia en este trabajo que le ha permitido mantener a sus hijos.
Desde que era una niña solía ofrecer su mercadería en las vías. Con el tiempo, el comercio se ha convertido en la única fuente de ingresos para subsistir. En varias ocasiones se ha enfrentado a los uniformados para defender su puesto de trabajo. Incluso —asegura— ha sufrido maltratos. Esta forma de vivir y las experiencias adquiridas formaron el carácter y actitudes de Mariana.

Los vendedores ambulantes sostienen que mientras haya pobreza y falta de empleo, la informalidad seguirá siendo la primera alternativa que tomarán para buscar el sustento de sus familias.

La vida de Mariana no ha sido fácil. Hace 3 años le detectaron una enfermedad que la obligó a dejar de trabajar varias veces.

Sus hijas, eso sí, le tomaron la posta para evitar que el negocio desaparezca. Ninguna de ellas ha podido continuar sus estudios, lamentó. 

Alrededor de 126 Policías Municipales trabajan en forma coordinada para impedir que los vendedores ambulantes comercialicen su mercadería en los espacios públicos.

Jesús Cerón es otro vendedor informal que recorre las calles de la ciudad hace 7 años. Su negocio consiste en ofrecer jugos de coco y naranja. Cuando el reloj marca las 05:30 se pone en pie y ayuda a su esposa a preparar el desayuno.

Como todo buen padre, acompaña a sus hijas a la escuela y las recoge en la tarde.
El proceso de elaboración de los jugos comienza con la picada del hielo. Cuando son las 10:30 sale de su casa y se dirige al centro de la ciudad. Arrastra su coche con esfuerzo y lo sitúa en una calle transitada. En ocasiones, grita con fuerza: “¡Jugo de coco!, ¡jugo de coco!”. Así llama la atención de sus clientes. Trabaja cerca de 8 horas diarias y termina exhausto.

De regreso a casa y junto con su esposa cuenta el dinero obtenido: $ 10 diarios.
Son varias las familias que viven esta vida cargada de persecución, como ellos la califican, miedo y sobre todo pobreza. No tienen otra opción que dedicarse a esta actividad, porque la vida no les dio más oportunidades para subsistir.

Lo más preocupante es que cada día son más las familias que engrosan la lista de trabajadores ambulantes, llegan de diferentes sectores de la provincia de Imbabura, víctimas de la violencia o el desempleo rural.

La situación es compleja, que “solo quieren que los dejen trabajar y que si les quitan la única forma de sustento, podrían verse en serios aprietos económicos”.

Martha Cofre es otra de las mujeres que se gana la vida con la venta informal. Se protege del sol con una gorra y utiliza un vetusto delantal.

Camina a paso lento y carga 2 canastas completamente llenas de productos básicos para el hogar
Martha se encuentra a la espera de que alguien se acerque a ella y adquiera lo que carga en sus canastas.

Ella también se levanta muy temprano para preparar el desayuno para sus hijos. Recorre las calles cercanas al Mercado Amazonas en busca de nuevos clientes.

Cuenta que es complicado ser madre y padre para sus hijos Daniel y Cristian a quienes puede educar gracias a su trabajo. La ocupación de los espacios públicos y el aumento de los vendedores es visible en varias zonas del país.

La mercadería que comercializan es variada. Ofertan frutas legumbres, bebidas naturales, golosinas, pilas, entre otros productos.

Muchos de ellos venden a espaldas de los policías. Los informales buscan subsistir sin reglas, porque pocos están regularizados y no hay un plan para reubicarlos.

Los vendedores ambulantes insisten en que no tienen sueldo y que las autoridades deberían hacer conciencia sobre su situación.
Muchos de ellos ganan $ 10 diarios y este dinero no siempre les alcanza para mantener a sus familias que, en la mayoría de los casos, son numerosas.

Aunque no todo es malo. La venta ambulante tiene sus ventajas —no hay jefes ni horarios— y requiere de gran imaginación a la hora de ofrecer los productos, hasta convertir a algunos en verdaderos artistas. (I)

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media