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Los negocios que subsisten en esta comunidad empezaron en el mandato del expresidente Plaza Lasso

La familia Sarzosa, pionera en el arte de la talabartería en Zuleta

Oswaldo Sarzosa y su hijo Jaime tienen un taller en Zuleta. Sus productos son comercializados para clientes de diferentes provincias del país. Fotos: Daniel Molineros / El Telégrafo
Oswaldo Sarzosa y su hijo Jaime tienen un taller en Zuleta. Sus productos son comercializados para clientes de diferentes provincias del país. Fotos: Daniel Molineros / El Telégrafo
27 de septiembre de 2015 - 00:00 - Andrea Rodríguez B.

En la comunidad de Zuleta las mujeres no han dejado de bordar. Aunque algunas han perdido la vista de tanto insertar los hilos en la aguja, es un oficio que no abandonan.

Mientras las mujeres bordan, los niños y niñas asisten a la escuela. Los hombres siembran y cosechan; otros elaboran muebles y fabrican monturas. Nadie se queda sin oficio, ni siquiera el cura de la iglesia pierde su tiempo. Si no está confesando o preparando el sermón de la siguiente misa, colabora con la organización de algún evento comunal.

En Zuleta, situada en la parte suroriental de la provincia de Imbabura, todos se conocen y aunque cada uno se ocupa de su vida, si alguno de sus habitantes decide viajar a Ibarra o a otra ciudad de la provincia, la noticia se riega como pólvora.

Tanto es así que cuando una persona llega por primera vez a Zuleta y no encuentra a quien busca, siempre habrá un zuleteño o zuleteña que dé detalles sobre su paradero. “Aquí estamos para servirles. Somos pocos, pero bien unidos”, comenta uno de los pobladores.

En esta localidad habitan cerca de 320 familias. En verano, Zuleta está cubierta de polvo, porque sus vías no son adoquinadas. Son caminos de tierra los que predominan en esta localidad. Sus pobladores se acostumbraron a inhalar la polvareda; algunos pobladores incluso se cubren la nariz cuando los vehículos levantan la tierra. En realidad, la mayoría de las ventanas de las viviendas en Zuleta lucen opacas por el polvo que se filtra por cualquier resquicio.

Como en esta población todos se conocen, era obvio que nos guiaran hacia la casa de uno de los talabarteros más conocidos de Zuleta.

Apenas se detiene el vehículo, frente a la puerta, salen al encuentro varios perros callejeros que ladran para mantener alejados a los extraños. “Esta es la casa de Jaime Sarzosa y de su padre”, comentan los vecinos.

En su taller también se elaboran galápagos, polainas, carteras y agendas de cuero. Estos últimos artículos son nuevos y fue su hijo quien empezó a diseñarlos.

A los pocos minutos de golpear el portón principal, Jaime Sarzosa responde y abre las puertas de su pequeño taller, donde se dedica a elaborar monturas, polainas y galápagos. De su padre heredó el oficio de talabartero.

Jaime fue el único de los 6 hermanos que se dedicó a esta labor. Sus otros 3 hermanos tienen profesiones diversas, al igual que sus 2 hermanas. “A mí me gustó este trabajo y un día decidí que debía aprender de mi padre y ahora yo mantengo la tradición”.

Su padre, Oswaldo, está próximo a cumplir 100 años, pese a ello es un hombre vital y lúcido. Apenas escucha que han llegado visitas, se aproxima al pasillo principal. Camina despacio y, sin mayor dificultad, llega a la sala, donde se exhiben toda clase de monturas.

Él fue uno de los primeros en incursionar en el oficio de la talabartería en la provincia de los lagos. Oswaldo se inició en esta actividad cuando tenía apenas 20 años. Ya estaba casado y tenía una familia que mantener.

Su abuelo era mayordomo de la Hacienda Zuleta, así que este fue el motivo por el que llegó a esta localidad, porque su familia es originaria del cantón Otavalo.

Desde que se inició en este oficio, comenzó a comprar el cuero en el sector conocido como La Esperanza y también en Cotacachi. Nunca recibió un curso para aprender más sobre el oficio del cuero. Es un empírico, un autodidacta. “Aprendí solito”, dice y todos le creen.

Aprendió a alisar el cuero para que quede bien listo y después se volvió un experto en la preparación de lo que él llama proceso de engrasado. Entre sus primeros clientes estuvo el expresidente del Ecuador, Galo Plaza Lasso.

Cuando adquirió un poco más de experiencia, el mismo Galo Plaza lo recomendaba a sus amigos y conocidos. Así que pronto adquirió fama y los pedidos comenzaron a aumentar. En algún momento, vendió varias monturas y otros productos al exterior. “La gente que nos conoce viene y nos compra, porque nuestras monturas son bien pulidas y bien trabajadas, todo es hecho a mano”.

En la elaboración de una de ellas, solía tardarse más de un mes. Ahora su hijo lo hace en menos tiempo. “La preparación del material es lo más difícil. Hay que engrasar y dejar que se exponga al sol”, explica Jaime.

Oswaldo cuenta que dejó la talabartería porque perdió la vista y porque ya tiene muchos años. “Ahora me dedico a pasar con mi señora, le ayudo con cualquier cosita en la casa. Así paso los días entretenido, vea”.

En el taller, hay una publicación de un periódico local donde aparece su foto. Él se ha dado el lujo de enmarcarla. (I) (Intercultural)

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