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El Telégrafo
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Su obra artística estuvo marcada por la investigación y la experimentación

Jorge Ortega, el mago de la arcilla se inmortalizó con su obra

El artista llamó a la cerámica ‘la cenicienta de las artes plásticas’. A partir de lo más elemental, sus obras adquirieron gran complejidad. Foto: Rut Melo / El Telégrafo
El artista llamó a la cerámica ‘la cenicienta de las artes plásticas’. A partir de lo más elemental, sus obras adquirieron gran complejidad. Foto: Rut Melo / El Telégrafo
19 de julio de 2015 - 00:00

Por: Rut Melo. [email protected]

La obra del escultor y ceramista Jorge Ortega refleja su temperamento fuerte. Vivió en Ibarra, pero nació en el Ángel, provincia del Carchi, en octubre de 1953.

Al ser un conocedor de la herencia de las culturas aborígenes del Ecuador, revivió los símbolos y significados a través de un arte milenario: el trabajo en cerámica.

Hablar sobre el arte de Jorge Ortega es penetrar en un mundo donde la arcilla, el torno, el agua, el aire y el fuego constituyen el eje alrededor del cual giran sus obras.

Este artista elaboró más de 3 mil piezas en cerámica, piedra y madera. “En su obra encontramos diferentes colores, escuelas, formas, texturas. Supo combinar elementos que se pueden considerar no compatibles, como un pedazo de hierro dentro de la cerámica”, señala Vicente Bolaños, catedrático y amigo de Ortega.

Todos los caminos lo llevaron hacia la tierra. Desde su interés por estudiar agricultura hasta su licenciatura en arte y su opción por la cerámica.

Su temática, al principio elemental, se amplió en un gran abanico que comprende máscaras, animales, humanoides, falos, brujas, figuras monstruosas, caricaturescas, seres antropomorfos y zoomorfos.

Dedicado por más de 30 años a la cerámica, expuso su obra en Ibarra, Quito, Riobamba, Tulcán, Guayaquil, Cuenca y Santo Domingo de los Tsáchilas.

“Buscaba rescatar el entorno, los paisajes, las montañas, nuestra gente, nuestros rostros. Busca romper los paradigmas de la belleza establecida en la búsqueda de encontrar otro tipo de belleza”, dice el gestor cultural Juan Ruales.

Su trayectoria

Jorge Ortega se desempeñó como profesor, primero en el Colegio José Julián Andrade, de San Gabriel, provincia del Carchi; y después impartió clases en la Universidad Técnica del Norte.

En el año 1990 ingresó al Instituto Superior de Artes Plásticas Daniel Reyes, de San Antonio de Ibarra, como profesor en la especialidad de Cerámica.

Para Ortega el barro era un espacio inagotable, moldeó y deformó con la intención de subrayar ciertos rasgos de estos seres extraídos de un extraño mundo.

“Se iba al Carmelo, al Ángel, al Chota, a Mira, a Timan, a San Alfonso, al Norte, al Oriente. Iba en busca de nuevas arcillas porque cada una tenía características diferentes para poder hacer la pasta más óptima para sus trabajos”, indica Bolaños.

El tercer piso de la casa de Jorge Ortega, en la ciudad de Ibarra, está lleno de sus obras. En las estanterías, los muebles, el piso y hasta colgados del techo.

Allí encontramos todas sus series, tales como: Máscaras, Eróticos, Toratos y Chivatos, Los Cobrizos, Los Eructos del Pichincha, Gritos, Copetudos y Copetudas, entre otros.

“Era un hombre muy trabajador, dedicado y apasionado por la arcilla, la naturaleza, las orquídeas, las piedras”, dice Ruales.

Él mezclaba elementos que, se puede decir, no son compatibles como madera, cristales, sogas, tiestos, maíz dentro de la cerámica. Un trabajo experimental que desarrolló a lo largo de su obra.

La temática de Jorge Ortega, se plasmó en series, bocetos y dibujos que muestran las ideas originales de diversas obras.

Formando una serie de cuadernos en los que registró cotidianamente sus pensamientos, proyectos, experiencias y el resultado de sus investigaciones.

Además, le otorgó gran valor a los diferentes procedimientos del trabajo en cerámica: temperatura de cocción, materiales, lugar donde se los consigue e incluso precios.

“Aparte de su interés por hacer su arte, estaba siempre interesado en buscar espacios, formar un colectivo para luchar por los derechos de los artistas y por tener un espacio donde pudieran exponer sus obras”, acota Juan Ruales.

Finalmente, después de muchos años de creación y con una gran cantidad de piezas de primera calidad, Ortega preparó una de las más grandes muestras antológicas de su obra (más de 200 piezas), en el Centro Metropolitano de Cultura de Quito, el 14 de octubre de 2010, bajo la curaduría de la Dra. Inés Flores, y el catálogo preparado por Villacís Molina, con fotos de Christoph Hirtz.

Dedicó todo el tiempo y sus escasas energías en revisar su abundante obra y en terminar algunas piezas de formato grande, que habían estado en suspenso y que deseaba concluir, mas este creador de inquietantes seres de barro, no pudo inaugurar su muestra, ya que el 26 de agosto de 2010, hallándose gravemente enfermo de leucemia, desapareció al salir de su casa en Ibarra, y no se volvió a saber de él.

Se lo buscó por todos los medios, hasta que después de varios días, el 7 de septiembre apareció su cadáver en una pendiente cerca de la orilla del río Tahuando, en Imbabura.

La muerte del artista todavía encierra secretos y misterios, pero su obra ha dejado semillas que deben ser recogidas y cultivadas por nuevas generaciones.

El artista y catedrático Jorge Ortega murió a los 57 años, dejando una contribución considerable al arte al que le dedicó toda su vida.

Las circunstancias de su muerte son consecuencia de la vida intensa con que en el arte vivió. Y esto es lo que diferencia al aficionado del artista; el aficionado pinta, esculpe, escribe cuando puede, pero el artista es un condenado. (F)

Datos

El artista se consideró un heredero directo de los ceramistas, sobre todo, cuando supo que miles de piezas valiosas eran desenterradas por los huaqueros.

La elaboración de la cerámica implica la extracción de la tierra (arcilla), la preparación de la pasta que permite esculpir las piezas, la mezcla con otros materiales, el modelado a mano, entre otras tareas.

Jorge Ortega tuvo la intención de estudiar agricultura, pero se decidió por el arte. Más tarde dedicó toda su atención en la cerámica. Se dedicó a estudiarla, a buscarla y a experimentar con ella. 

El artista carchense tomó, a escondidas, un curso de arte a distancia, y unos años después dejó las tareas propias del campo (como la labranza) para inscribirse en la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador.

Cuando tomó clases con el ceramista Voltaire Maldonado, se quedó encantado con el trabajo con la arcilla. La Magia de la Arcilla fue el nombre que recibió la exposición antológica que se realizó en honor a su obra.

En el Centro Cultural Metropolitano se exhibieron más de 100 piezas creadas por él. Era un hombre apasionado por la tierra y creador de inquietantes seres de barro.

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