Durante años, en la parroquia Santa Catalina de Salinas, cantón Ibarra, se ha escondido un misterio que, al parecer, mantiene viva la fe: desde 1932, en la iglesia principal de la parroquia, la imagen de la Virgen de Las Lajas, se grabó en una piedra.

Zoila Salgado trajo la piedra desde el santuario de Nuestra Señora de Las Lajas, en Colombia, y la donó a la Iglesia de su parroquia.

Una mañana, el sonido de las campanas de la iglesia alertaron a los moradores de la parroquia de Salinas. Víctor Herrera Morales, síndico (encargado) de la iglesia realizó el llamado que, en seguida fue atendido por los habitantes.

“¡Una Virgencita!”, fueron las palabras que pronunció en voz alta el encargado del templo.

Aquel día, la imagen de la Virgen de Las Lajas apareció impregnada en la piedra que la señora Zoila Salgado había donado a la iglesia.

Impresionados con el milagro, los habitantes de esta parroquia solicitaron la celebración una misa y la bendición de la piedra.

El padre Luis Clavijo fue notificado sobre el suceso casi de inmediato. Luis vivía en el sector de Tumbabiro, cantón Ibarra, al escuchar la novedad llamó a su sacristán, a quien solicitó le ensille un caballo para ir hasta la parroquia para constatar lo ocurrido.

Según los relatos que se mantienen vivos en la mente de los moradores de la parroquia, este hecho tuvo lugar un día sábado.

En ese día los sacerdotes Luis Clavijo y Vicente Silva presidieron la misa en honor a la Virgen de Las Lajas, también bendijeron la imagen grabada en la piedra y solicitaron a los moradores que la piedra sea guardada en un nicho dentro del templo.

Transcurridos varios meses desde el milagro, los moradores de Salinas volvieron a ser sorprendidos por la imagen, pues el nicho en que se encontraba ya no podía albergar a la piedra, ya que esta había crecido, al igual que la imagen.

Fue por ello que decidieron construirle un altar. Desde entonces hasta la actualidad, la Virgen se encuentra en el altar mayor de la parroquia.

Cristina Espinosa, moradora del sector, explica que la mayoría de los testigos del milagro ya fallecieron. Ella recuerda que uno de los testigos medía la piedra con un hilo, y en cada medición realizaba un nudo. De esta manera, verificaba que la piedra crecía. (I)