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Los artesanos viajan a ciudades a ofertar las figuras

Un sello afianzó la venta de réplicas precolombinas en el sector de La Pila

Antonio Quijije viaja dos veces al mes a Quito a vender las réplicas precolombinas que elabora. Aumentó la producción al tener el sello, porque ya no se las decomisan como antes.
Antonio Quijije viaja dos veces al mes a Quito a vender las réplicas precolombinas que elabora. Aumentó la producción al tener el sello, porque ya no se las decomisan como antes.
Foto: Rodolfo Párraga / EL TELÉGRAFO
11 de noviembre de 2017 - 00:00 - Vivian Zambrano Macías

Manta.-

En una villa de la calle Paquisha, en la parroquia La Pila (Montecristi) Antonio Quijije (55 años) guarda  en cinco cartones 200 réplicas de piezas precolombinas, hechas en barro.

Solo espera la noche -del martes 7 de noviembre- para abordar una unidad interprovincial y partir hacia Quito, destino que recorre desde hace 30 años vendiendo las artesanías que elabora. Su retorno será hoy. Tiene gran optimismo de que su mercadería sea adquirida por los turistas.

Desde 2015 este alfarero se desplaza con la seguridad de que el trabajo no será decomisado por  los uniformados (como le había sucedido antes). Esa tranquilidad se la da el sello de acero de no autenticidad que tienen sus figuras, eso  las diferencia de piezas originales, lo que avala el libre comercio.

Marcos Labrada, técnico del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural de la Regional 4, explica que esta marca es justamente para sellar las piezas que son réplicas arqueológicas. Su compañero de institución, Xavier García, confirma que hace 2 años se hizo el proyecto dentro del Plan Operativo Anual y fueron 30 los alfareros que recibieron estos sellos en alto relieve.

Antonio, en la capital de la República, recorre el Centro Histórico y las calles aledañas. Entre sus lugares de visita están los restaurantes. Lleva un bolso donde guarda la mercadería. Al mes planifica 2 viajes con estadía de 5 días. Con estas ventas ha logrado educar a sus hijos y levantar una casa.

Ángel Agustín López hace las efigies de todo tamaño. Aquí muestra unas recién hechas de la cultura Bahía. Es uno de los alfareros que tiene sello. Foto: Rodolfo Párraga / EL TELÉGRAFO

Es un hombre que sabe de historia. Los 35 años de experiencia le han dado la destreza para elaborar figuras de la cultura Manteña, Guangala, Valdivia, Chorrera y Jama.

Durante sus recorridos se ha percatado de que aún molestan a los alfareros interrumpiendo en su trayecto para revisar las piezas que cargan. “Cuando ven el sello no dicen nada. Es tiempo de que los municipales nos dejen trabajar tranquilos y que nos dejen exhibir nuestra obras”, explica el hombre horas antes de su desplazamiento.

Las figuras se venden a $ 4 y $ 6, pero a sus clientes de la localidad La Pila se las deja en $ 1,50, ya que ellos, en cambio, las venden a los costados de la carretera Montecristi-Jipijapa.

“Escogí  Quito como sitio para las ventas, porque es la capital de la República donde llegan bastantes turistas”.

De La Pila son 6 los artesanos que se desplazan a otras ciudades del país. Las manos de Antonio son rápidas para elaborar las piezas.

El barro, como los demás alfareros, lo adquiere a comerciantes que traen de las montañas de Jipijapa y Paján. El saco lo compran hasta en $ 6. Hay que preparar la arcilla antes de elaborar las réplicas.

Primero se pone a podrir (ablandar) para luego proceder a tamizarlo. Ya sin impurezas se comenzar a amasar como una pieza de pan. Finalmente se le deja listo para la elaboración de las piezas.

Antonio detiene momentáneamente su trabajo para mostrar que más adelante de su casa vive su primo, Ángel Gómez (42 años), quien también es alfarero. Los 2, para obtener el sello, participaron en capacitaciones en las que aprendieron cómo desenvolverse, vender y atender a los clientes.

Mientras Ángel habla de este arte tiene entre sus manos la figura de un manteño que empezó a elaborar desde las 07:30 del 7 de noviembre y a las 12:30 la obra tenía un 60% de avance. Tasó este trabajo en $ 15. El montecristense con 20 años dedicado a trabajar réplicas está convencido de que el sello les dio más salida. “Ha ayudado bastante porque con esa marca saben que es hecha por nosotros”.

Como Antonio, Ángel vive solo de esta labor y cuida al sello como un lujo. Tiene catálogos de piezas precolombinas para que el cliente defina lo que quiere.   

“Esta labor es de paciencia y es  de motricidad”. También se ayuda haciendo figuras eróticas de barro. Su esposa, Martha Ávila, le ayuda a pulir y dar color a las réplicas, con pinturas que son traídas de la Sierra. Ahí las figuras cuestan de $ 2 a  $ 15.

En el mismo sector habita Andrés Agustín López (53 años). Lleva tres décadas en el oficio. Es otro de los 30 alfareros que tiene el sello de acero desde 2015. Se lo coloca a las figuras que elabora. Hace 20 años  comenzó a realizar réplicas precolombinas de 70 centímetros (tasadas en $ 50). Estas no llevan el sello “a menos que el cliente lo solicite”, comenta Andrés, quien se siente orgulloso al decir: “Estas obras son a pura mano”. (I)

El artesano Ángel Gómez estampa a sus figuras el sello de no autenticidad. Vende las obras en su localidad y bajo pedido. Foto: Rodolfo Párraga / EL TELÉGRAFO

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