Publicidad

Ecuador, 28 de Marzo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Productos hechos en esta localidad son distribuidos a escala nacional

Últimas generaciones de talabarteros se resisten a dejar morir esta tradición

Por generaciones, la familia Fernández se ha dedicado al oficio de la talabartería. En la actualidad, Washington (c) indica que sus hijos y sobrinos no se perfilan para continuar con esta actividad. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo.
Por generaciones, la familia Fernández se ha dedicado al oficio de la talabartería. En la actualidad, Washington (c) indica que sus hijos y sobrinos no se perfilan para continuar con esta actividad. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo.
30 de noviembre de 2014 - 00:00 - Redacción Regional Manabí

En un pequeño taller sobre la loma de San Ignacio, de la parroquia portovejense de Colón, Luis Moreira y Hernán Zambrano dan los últimos retoques a una pieza de cuero para una entrega que deben hacer a un cliente de Santo Domingo. Son cuidadosos con cada detalle del labrado para que sea de primera. Son perfeccionistas.

Sentados sobre un piso de madera y con música a bajo volumen, estos artesanos trabajan además envueltos en un fuerte olor que les llega junto con la brisa del sector. Este emana de las curtidoras de cuero. Allí, Luis tiene doble tarea, ya que prepara el cuero y además da forma a artículos como protectores de cuchilla y cinturones. Él es uno de los pocos artesanos talabarteros que hay en la parroquia.

“Con mi muerte llegará el fin de la talabartería en mi familia, ya que de mis hijos ninguno se interesó en esta labor”, indica Luis, de 72 años, mientras observa la vegetación del lugar. Su hermano, Ramón, también se dedica a esta actividad.

Moreira cuenta que aprendió el oficio a los 10 años. “Mi papá, Ludgardo Moreira,  me daba ‘palo’ para que aprendiera. Comencé tejiendo rienda para los caballos y pegaba hebillas”, recuerda Luis, quien indica que en los últimos años se ha dedicado a la parte del proceso de curtir el cuero.

Alistar el material depende de si la piel del ganado vacuno es fina o gruesa. El proceso va de 10 días hasta un mes.
El pelambre, tras ser retirado, va al desaguadero. Luego se colocan en una piscina las planchas del cuero, que llegan desde los camales de Pueblo Nuevo y La Unión. Después se le vierte quebracho y ácido, para así terminar con el proceso para tener lista la materia prima.

A la semana, en este negocio a Luis le ingresan $ 1.000, pero solo le quedan $ 300 de ganancia, ya que el resto es para inversión. En la localidad también están los curtidores Bazurto y Pico.

Así como Moreira, Washington Fernández indica que con el paso de los años la talabartería desaparecerá de Colón. “Mis hijos se dedicaron a otras actividades ya que el arte del cuero no les ha sido atractivo”, indica.

El taller de ‘Wacho’, como es conocido en la localidad Fernández, queda ubicado al pie de la carretera que conduce a Santa Ana.

“Desde que salí de la escuela aprendí el oficio, mi padre, Hugo, fue quien me enseñó. Soy la cuarta generación y creo que hasta aquí llegamos los Fernández”, manifiesta.

En su taller hacen los aderezos para caballos tales como baticola, cabezales, jaquimón, estribos, cinchas, riendas, pecheras y sillas. Una montura en suela vale $ 340. Además se incluyen todos los implementos para el caballo.

Las 8 personas que con él laboran hacen estuches para navajas, suelas de machetes y cinturones.

“Nuestras herramientas son cuchillos, martillos, alicate y prensa para hacer huecos sacabocados, entre otros”, dice el hombre.

El material que sale de su local va a algunas partes del país. Se encuentran en Babahoyo, Daule, Balzar, Santa Lucía, Milagro, Naranjal, Santo Domingo, La Concordia, Esmeraldas, Portoviejo, Santa Ana y Paján. “Es una cadena”, lanza.

Asegura que los artesanos de esta rama que tienen tiendas en otras ciudades son, en su mayoría, de Manabí. “Lo puedo afirmar porque tenemos contacto constante con ellos”, asevera.

Destaca que ha hecho trabajos para Jimmy Jairala, prefecto del Guayas. “Nuestra obra está en casi toda la Costa del Ecuador”, asegura.

‘Wacho’ considera a la talabartería como su segundo ‘motor’ de vida (el primero es su familia). Prefirió este oficio por sobre ejercer su profesión universitaria -se graduó de economista en 1989-.

Las ventas han bajado

En la actualidad, la demanda del producto ha decaído.  “Eso se debe a la modernidad en el campo, además las personas han migrado a la ciudad. En el campo ahora hay menos personas. Antes, con las dificultades del transporte, la gente se movilizaba a lomo de bestia”, expresa.

Resalta que las personas de la zona rural prefieren movilizarse en moto y que “el uso del caballo se ha convertido en deporte más que en una necesidad”.

Para Fernández, el que se realicen más cabalgatas es un punto a favor para las personas que realizan su oficio. “Previo a las ferias, las personas compran muchos artículos”, indica el artesano, quien cuenta que la venta semanal, en promedio, es de $ 800.

La mejor temporada para la talabartería es de abril a noviembre, asegura Fernández. “En estos meses es la temporada alta de la cosecha y allí los campesinos tienen dinero para comprar nuestros artículos. De diciembre hasta marzo nuestro negocio se pone difícil”.

David Zambrano trabaja con ‘Wacho’. Siguen la tradición, pues los padres de ambos laboraron juntos.  

“No me gustaría que se termine la actividad,  pero llegará el momento porque nuestros hijos ya no quieren aprender, es difícil”, acota David, quien se encarga de cortar el cuero. Para ello emplea un cuchillo y una tablita. Su economía en el hogar la fortalece criando cerdos para la venta.

“Con esta actividad extra me ayudo bastante, porque no hay tantos pedidos de los productos de talabartería como antes”, manifiesta Zambrano.

Luver Pinargote también vive de los artículos de cuero. Él los comercializa en su local Talabartería Las Hamacas, ubicado en la calle Alajuela, en el centro de Portoviejo.

Hace 41 años decidió abrir su negocio y vender artículos fabricados en Colón. Allí ofrece asientos de carros, cinturones y otros.

“Pienso que el apogeo de este negocio estuvo en décadas pasadas, como los años setenta. Había menos carretero y el campesino andaba en caballo”, menciona Pinargote, quien, en vista de que el negocio del cuero se ha debilitado, implementó la venta de regaderas, baldes, escobas y sombreros.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media