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“Encadenarme a una cama fue la única solución para salir del mundo de las drogas”

Un hombre nuevo. Omar Cedeño Mieles (c) arranca su jornada a las 05:00 con ejercicios. Luego se dedica a comerciar pescado, para después tomar el taxi y empezar a hacer carreras.
Un hombre nuevo. Omar Cedeño Mieles (c) arranca su jornada a las 05:00 con ejercicios. Luego se dedica a comerciar pescado, para después tomar el taxi y empezar a hacer carreras.
Foto: Rodolfo Párraga / ET
11 de mayo de 2020 - 13:18 - Mario Rodríguez Medina

Eran los últimos días del año. Corría 2004 y el ritmo de las compras navideñas se vivía con intensidad en Manta. Por aquellas noches, Omar Cedeño pasaba encerrado en su casa, postrado en su cama por decisión propia. Una cadena de más de 10 kilos lo sujetaba a su colchón y lo dejaba casi inmóvil. Un mes atrás había decidido encadenarse por las noches para poder escapar de su prisión, aquella que le quitó la dignidad por ya varios años. Él estaba encerrado en el mundo de las drogas.

Mientras más peleaba por salir, más se hundía. Su problema de adicción se enfocaba en las noches, cuando casi ni dormía. “Me pegaba hasta 60 ‘pistolas’ (polvo mezclado con cigarrillo)”, cuenta con decepción Omar, quien ‘de una’ lanza una de sus múltiples frases: “Una dosis es mucho para una persona en recuperación y mil no son suficientes para un adicto”.

Omar tiene un hijo, el que para la época del relato tenía 10 años. El pequeño era su motivación de cambio, pero no atinaba a dejar su cárcel. Tuvo que llegar un golpe más duro, con insultos incluidos, para que este hombre deje de consumir.

A su padre, Humberto, le habían diagnosticado cáncer al hígado, enfermedad que tumbó en la cama a este comerciante de pescado. Su hijo mayor, Omar, era quien se encargaba de manejar el camión del negocio, él era la parte logística.

“Con mi vicio me consumí el negocio familiar. Mi papá se ‘ponía tieso’, pero yo lo envolvía y lo convencía para que me dé más plata”, dice Omar.

Fue el 20 de noviembre de 2004, al ver la precaria situación de su padre, viviendo sus últimos días en casa con un cáncer terminal, que Omar habló con la que era en aquel entonces su esposa, Esther Delgado, y le dijo que se iba a encadenar.

“Cuando me di cuenta de que mi papá estaba enfermo, la vida me cambió y me dije que ya no iba a consumir, pero no podía parar, porque no tenía ayuda de nadie, fue en ese momento que me fui a la ferretería, compré una cadena y tomé la decisión de encadenarme a la cama. Ese día lloré junto a mi esposa. Ella no me creía, pero fue la encargada de encadenarme”, indica.

Aquella noche fue la primera de muchas. Más de un mes pasó encadenado Omar. Su encierro empezaba a las 18:30 y terminaba a las 05:00, cuando se paraba para trabajar. “Durante el día no me picaba el bicho de fumar, por eso trabajaba tranquilo”, asegura este mantense, quien agrega que su exesposa debía estar alejada de él durante las noches cuando estaba encadenado.

“Dormíamos en la misma cama, pero ella estaba con cuidado, ya que yo le podía ‘entrar a palo’ (golpearla). Nunca he estado a favor de maltratar a una mujer, pero con las drogas en la sangre y con ansiedad, un hombre se vuelve loco y es capaz de matar a alguien”, acota.

Recuerda que los primeros 5 días de abstinencia fueron “mortales, no resistía, pero después de la primera semana de no consumir empecé a actuar diferente, ya veía la plata en mi bolsillo”.

Su peor golpe 
Cuando Omar ya había cumplido un mes de no consumir, don Humberto empeoró y llamó a sus 5 hijos y a su esposa, Monserrate Mieles, para despedirse.

“Pasaron mis 4 hermanos a la cama y mi papá les dio la bendición. Fue un momento duro, todos estábamos en el cuarto. Cuando tocó mi turno, él me dijo: ‘Me mataste. Así como me mataste a mí, vas a matar a tu mamá, venderás todo lo que ella tenga por la droga... La pena que me da es que tu madre pierda todo y tendrá que andar pidiendo limosna para comer’. Después de todo esto, me dio un abrazo y me dijo que me quería”, recuerda con resignación.

Esas palabras martillaron en la mente de Omar, para quien aquel momento, pese a las duras palabras de su padre, se convirtió en su pie de lucha. “Yo le juré a mi padre que nunca más a iba a consumir y le he cumplido”, relata.

Días después, el 28 de diciembre, el cáncer acabó con la vida de don Humberto. El día del sepelio de su padre, por la noche, unos integrantes de Narcóticos Anónimos (NA) buscaron a Omar para llevarlo a un grupo de recuperación. “Aquella noche aprendí lo que es ser un adicto en recuperación. Gracias al programa, hoy vivo una vida tranquila, en paz y libertad”, asegura.

Cuando su padre falleció, asumió la responsabilidad de la casa. “Me encargué de todo lo que hacía mi papá. En la actualidad continúo con el negocio del pescado, pero en menor escala. Mi ocupación principal es ser taxista”, cuenta.

Para 2006, Omar abrió su propio grupo de NA. “A los 3 años de estar limpio me puse la fundación Padrinos en Acción, apoyada en un decreto ministerial, para ayudar a quienes tienen problemas con el alcohol y drogas”, cuenta. Esta clínica estuvo abierta por 5 años.

El cambio 
La familia de Omar tardó en creer que había dejado las drogas. “A veces dudan”, dice entre risas.
Tras entrar en recuperación, indica que llegaron otros problemas, ya que había dejado de vivir en la burbuja de la dependencia de la droga. Los problemas de carácter y la desconfianza fueron los primeros obstáculos que debía superar.

La lucha de Omar ya no es contra las drogas. Su pelea en los últimos 15 años ha sido recobrar la confianza perdida. “Terminé mi lucha contra las drogas en el primer momento en que me rendí, ahora sigo mi proceso de 24 horas”, dice.

En la actualidad, Omar duerme temprano. “A las diez de la noche ya estoy en el ‘sobre’ (la cama) y cinco minutos después ‘soy finadito’ (está dormido)”. Su día comienza a las 05:00, cuando sale a trotar, luego de lo cual se va a la playa para comerciar pescado. A las 08:00 coge su taxi y entre carrera y carrera cuenta su historia de superación a quienes la quieren escuchar.

“A las personas que están en el mundo de las drogas les digo que sí existe la recuperación. Dense la oportunidad de tener una nueva vida”, acota. 

Entre 2014 y 2017 fue parte de la redacción de EL TELÉGFAFO en Manta. Cuando habían coberturas hacía las carreras de taxi y se convirtió en uno más del equipo. 

Omar falleció este 11 de mayo de 2020, víctima de covid-19. A través de esta nota enviamos nuestra nota de pesar a su familia. (I)

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