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En Riochico no se desperdician ni las cerdas del coco

Gladis de Cobeña muestra orgullosa su manjar de coco. Destaca que lo elabora con pura pulpa.
Gladis de Cobeña muestra orgullosa su manjar de coco. Destaca que lo elabora con pura pulpa.
Foto: Leiberg Santos / El Telégrafo
10 de junio de 2017 - 00:00 - Vivian Zambrano Macías

Para Hipólito Cobeña el aprendizaje no tiene edad. A sus 65 años este habitante de Los Ebanitos, de la parroquia rural Riochico de Portoviejo, empezó a trabajar con cocos. Antes, para él solo eran útiles la pulpa para comer y el agua para tomar; ahora aprovecha toda la fruta para hacer dulces y manualidades.

El juevees tenía previsto hacer una lámpara. Para confeccionarla toma los restos y su pulidora. Después de unos minutos, ya tiene  la pieza lisa y la talla con diseños a su gusto.

Cuenta que aprendió a darle un valor agregado al fruto bajo el asesoramiento de CISP (organización italiana no gubernamental), entidad que intervino los días sucesivos al terremoto, a través de proyectos como el de emprendimientos.

“CISP vio la fortaleza de la parroquia a partir del tema del coco y decidió que teníamos que empezar a dar otro valor agregado a la materia prima”, comenta Verónica Vargas, dirigente de la parroquia.

Son 30 personas involucradas en el emprendimiento. Hipólito explica que en la feria de Pinchagua, que se realizó el mes pasado en la localidad, ellos pudieron exhibir los productos que elaboran.

Además de lámparas presentaron manjar y aceite de coco. De ahí muchas personas se han interesado por los productos; por ejemplo tienen un pedido de varias canecas de aceite de coco.

A Quito ya ha enviado 2 lámparas. “Estos adornos los hice con el caparazón; en esta materia prima se le abre un boquete y con broca se saca la nuez, que no es desperdiciada, ya que se la aprovecha para elaborar el aceite”, dice Hipólito.

Después de que tiene el caparazón se aplica sellador y de ahí brillo. El último paso es ponerle una boquilla. Un juego que se compone de 3 lámparas cuesta $ 25. “Por ahora tenemos ese precio, a fin de captar clientela”. El septuagenario también sabe hacer jugo puro de coco.

El caparazón de este fruto tropical también es aprovechado para envasar el manjar. Ese producto lo hacen Gladys de Cobeña (esposa de Hipólito) y Consuelo Rivas.

Estas moradoras de Los Ebanitos se sienten motivadas por estos nuevos conocimientos. Consuelo, que es madre y abuela, explica que luego del terremoto se dio cuenta de que “no hay que estar sentada esperando que lleguen las oportunidades; debemos de valernos por nosotros mismos, Diosito nos dio esta prueba para que veamos que sí podemos salir adelante”.

Ella maneja la frase que “no es preciso ser jóvenes para empezar de nuevo, hay que seguir adelante”.

Dejará este emprendimiento como legado para sus descendientes. Ella hace aceite de coco. Asegura que las labores que hacen todavía no les dejan mayores réditos, pero sí creen que les va a ir bien, que ya “no van a estar sentados” sino que van a tener futuro con el emprendimiento.

La dirigente Verónica Vargas detalla que  este proyecto de recuperación de medios de vida ha empezado a desarrollar habilidades en la gente, no en todas las comunidades, solo en aquellas donde hay mayor productividad de coco, como Los Ebanitos y San Francisco.

Asegura que al Gobierno parroquial se están sumando algunas ONG.  “La idea es empoderar a habitantes y aportar, que se pueda generar un ingreso y fortalecer la economía en el sector”, indica Vargas. (I)

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