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En Agua Blanca, el 70% de los comuneros están vinculados al turismo comunitario

Además de la laguna principal de agua azufrada, los comuneros han hecho una poza alterna para regar los sembríos de la localidad.
Además de la laguna principal de agua azufrada, los comuneros han hecho una poza alterna para regar los sembríos de la localidad.
Fotos: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
24 de junio de 2017 - 00:00 - Mario Rodríguez Medina

A finales de los años 70, un joven, Raúl Ventura, fue parte del grupo de lucha que pugnaba porque los habitantes de la comunidad Agua Blanca no sean desplazados de la localidad.

Las autoridades de la época insistían en que no podía haber un asentamiento en el lugar, debido a que el 26 de julio de 1979 Machalilla fue declarado como Parque Nacional, con Agua Blanca incluido.

Por normativa, no puede haber caseríos en estos refugios naturales, pero los comuneros se atrincheraron para no salir. Tras semanas de lucha y un paro, ellos lograron su cometido.

Pero los alcances como grupo siguieron en 2012, cuando por acuerdo del Ministerio del Ambiente se instituyó que los parques nacionales no podrían cobrar el ingreso.

Ventura, quien en la actualidad es el presidente de la comuna, resalta que el cobro en Agua Blanca se mantuvo en $ 5, “pero no es por el ingreso, sino por los servicios que prestamos, entre ellos el de los guías nativos. Si una persona quiere entrar, está en libertad de hacerlo, pero no podrá contar con los servicios”.

Como turismo comunitario empezaron en 1992, con la apertura del museo de la localidad. Las investigaciones sobre los vestigios hallados empezaron en los años 70, a cargo del arqueólogo estadounidense Colin Mc Ewan.

En el punto se encontraron restos de la Cultura Manteña (800 a 1532 d.C.), específicamente del señorío Salangome. Con el Fenómeno de El Niño de 1998 quedaron al descubierto más piezas arqueológicas, las que son mostradas in situ.

El recorrido por Agua Blanca dura dos horas. Inicia en el museo, donde hay piezas de la Cultura Manteña, como sillas, artesanías y una balsa a escala.

Camilo Martínez es uno de los guías nativos. Se sabe la historia de la comuna al detalle, lo que le sirve para dar la charla explicativa a los 7 turistas que lo acompañan en el recorrido. Tras salir de museo, el grupo que dirige avanza hasta el río Buenavista. “Todo este espacio es un gran complejo arqueológico. La investigación ha sido superficial, pero se han encontrado grandes pruebas de los avances que tenían nuestros antepasados”.

Indica que antiguamente, Agua Blanca era parte del Señorío de Salangome. “Machalilla antes se llamaba Tuzco, Puerto López era Sercapez y Salango es el único punto que mantiene su nombre original”.

Dice el guía que los manteños de este sector salían desde el río Buenavista con concha spóndylus para el intercambio con los habitantes de México y Chile.

“Todo es muy interesante, aquí muestran cómo era la vida antes de una manera muy didáctica”, expresa el argentino Gustavo Olivera, quien visitó a su hija Mariel una semana en Ecuador por su cumpleaños. Ella y su novio (Mariano Cadeneau) realizan un viaje como nómadas digitales (trabajos en la web en la ruta) desde hace un año.

“En 2018 iremos a Europa”, dice Mariel, quien da clases de inglés por Skype y ha hecho traducciones para series en Netflix.

En el grupo también está el colombiano Carlos Carvajal, quien con los Olivera intercambiaron datos sobre las culturas de sus países. Tras una hora de caminata llegaron a la laguna de azufre, el punto atractivo principal de la comuna. Martínez explica que la mineralización del agua se podría deber a que se trata de una ramificación volcánica.

El olor es desagradable al principio, pero en pocos minutos las personas se acostumbran, a tal punto que la mayoría de los visitantes optan por entrar a la laguna.

Justamente fue Carvajal quien se decidió en entrar primero al agua azufrada. Sin reparo nadó de un lugar a otro y luego fue seguido por Gustavo y Mariel, sus nuevos amigos.

“Lo lindo de los viajes es que te puedes conocer con nuevas personas y así intercambiar conocimientos”, expresa Carvajal, procedente del sector de Quindío.

En el sitio está otro ejemplo de trabajo en equipo por parte de los comuneros. Se trata del centro de masajes, que abrió sus puertas hace un año y medio. Ahí trabajan 7 personas (6 mujeres y un hombre).

Los masajes van de $ 10 a $ 25. Los turistas también se pueden colocar lodo en todo el cuerpo por $ 3. “La iniciativa se dio por medio de fundaciones, que nos recomendaron para hacer un negocio para que nos ayudemos a mantenernos. Hubo un grupo de especialistas que nos capacitaron aquí y ahora esto es parte de nuestro sustento”, destaca Katty Ventura.

Tras pasar alrededor de 45 minutos en el sector de la laguna, el grupo de Martínez avanza hasta un mirador, desde el cual se puede observar la cadena montañosa del sector.

El recorrido culmina en el museo. Junto al sitio hay un grupo de mujeres que vende artesanías, entre estas pulseras de hilo y también de perla. “Con esta venta, cada vez somos más las personas vinculadas al turismo comunitario”.

Al terminar la extenuante caminata, los argentinos Olivera y el colombiano Carvajal fueron directo al comedor comunitario, sitio que tiene 9 años de creación y está a cargo de Marcela Asunción.

Agua Blanca es una comunidad de 300 personas. Los primeros pobladores (posterior a la civilización precolombina) se asentaron en el lugar en 1905. Actualmente, el 70% de sus pobladores son parte de la actividad turística, ya sea como guías, en la venta de artesanías o en el centro de masajes. El espacio, de 9.002 hectáreas, presta las facilidades para realizar camping, tiene hospedaje y además da el servicio de alquiler de caballos. (I)

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