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La celebración en nuestro país es el segundo domingo de mayo

El ‘trabajo’ de ser madre no tiene un horario definido

Para Mariana Merchán, el ser madre es una labor de entrega total, en la que el ser mujer queda en segundo plano, con tal de que su hija esté bien. Foto: Rodolfo Párraga
Para Mariana Merchán, el ser madre es una labor de entrega total, en la que el ser mujer queda en segundo plano, con tal de que su hija esté bien. Foto: Rodolfo Párraga
10 de mayo de 2015 - 00:00 - Redacción Regional Manabí

Llegó el segundo domingo de mayo. Mariana Merchán saca desde muy temprano una pequeña grabadora y sintoniza radios que en esta jornada preparan homenajes en el Día de la Madre y emiten saludos a las progenitoras. “Es seguro que pondrán la melodía ‘A mi linda mamita’, es tradicional en esta fecha”, dice.

Cuando suena esta canción, Mariana se inspira. Desde el corazón entona las estrofas… “No sea malita señora luna, si usted la ve, dígale a ella que solo a ella siempre querré”.

Su mirada la dirige con amor a su hija Gema, de 27 años. La joven lleva el ritmo con la cabeza. Las 2 sonríen y se abrazan en la soledad de la casa en la que viven, que es alquilada.

Gema tiene 85% de discapacidad (parálisis cerebral) y sufre de epilepsia desde los 3 días de nacida, afirma Mariana. Es su única hija. “Gema es todo para mí”, dice la mujer sin poder contener las lágrimas y volviendo su memoria al pasado.

Mariana era una adolescente de 15 años que se unió a un hombre. Estuvo 5 años con él y cada día que pasaba el anhelo de ser madre se esfumaba. Se separó sin haber cumplido ese anhelo.

Al llegar a Manta se enamoró de un hombre, el papá de Gema, con el cual tuvo una relación de varios años hasta que se dio cuenta de que estaba embarazada. Su pareja le decía que abortara y ella no aceptó, el hombre la dejó, pero antes de dar a luz regresó.

Gema fue sietemesina. Nació en el hospital Rafael Rodríguez Zambrano, cuando funcionaba en la calle 13 y avenida 24. A los 3 días de nacida convulsionó y enfermó.

Los locales comerciales ponen promociones por el Día de la Madre, en especial electrodomésticos.

El esposo siguió con Mariana, pero cuando la niña tenía un año se separaron definitivamente. La vida se le hizo difícil a la señora. Trabajó lavando ropa y vendía muñecas de lana, incluso puso a la niña en un tratamiento con el médico Ítalo Fioravanti, cuya rehabilitación llevó a que la pequeña pudiera dar pasos a los 9 años.  

Desde hace poco recibe el bono Joaquín Gallegos Lara, de $ 240, con lo que se ayuda, pues no puede laborar porque no hay quién cuide a Gema. Desea tener una casa propia, para ya no tener que alquilar.

De momento viven en el barrio San José. Su anhelo se lo ha expresado al alcalde de Manta, Jorge Zambrano, quien le dio esperanzas de que eso pudiera pasar próximamente.

Diariamente, Mariana saca a pasear a Gema en su silla de ruedas por las calles del sector, junto a su loro. Lo que más preocupa a esta madre es qué pasaría con su hija si ella fallece. “No me quiero imaginar, nadie me la atendería, su padre nunca ve por ella, quedaría desamparada, pues no tengo a nadie aquí”, lamenta.

Ese pensamiento la deprime. Por eso pide a Dios que le dé fuerzas para siempre estar junto a su  hija.

También ha pensado en regresar a su natal Procel, en Paján, donde está la familia, de la cual se independizó muy joven.

“El amor de madre es único. A mis 62 años abrazo y apapacho siempre a mi madre que está en Paján. También están los sentimientos que tengo por mi hija, ella es todo para mí”, termina su relato.

Irma Mendoza trabaja más de 10 horas diarias con tal de ayudar para  el sustento de su hogar.

El dolor de perder a un hijo

Por las calles de la parroquia Tarqui Irma Mendoza, de 60 años, vende bolos. Quienes le compran no saben que ella guarda dentro de sí un profundo dolor. Perdió a 3 de sus 5 hijos, cuando aún eran niños.

“Cuando iba a ser madre por primera vez sentí tanta emoción. Fue una niña. A los 2 meses de nacida se murió”, cuenta la mujer. Volvió a estar embarazada, tuvo a Hernán. Gozó de su existencia hasta los 8 años, cuando un carro le quitó la vida. “Fueron momentos terribles”, lanza. También falleció Segundo Aparicio a los 2 meses de nacido, por una enfermedad.

Hoy cuenta con Marco Antonio (24) y Segundo Aparicio (22). A este último le puso el nombre de uno de sus pequeños fallecidos.

Los 2 viven con ella y su esposo, Aparicio Guanoluisa, en el barrio La Victoria. Su pareja antes tuvo otro compromiso y se separó, pero se llevó a vivir a sus 7 hijos. Crecieron junto a los 2.

Para Irma, lo más importante de la vida ha sido ser madre. Piensa que el mejor regalo que ella puede recibir a diario de sus hijos es un beso y un abrazo.  

Otro caso es el de Carmen Saldarreaga, quien se convirtió en padre y madre de sus 2 hijos. Ha dado todo de sí trabajando por ellos. “El ser madre completó mi vida, me siento realizada”, indica. (I)

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