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11 mujeres se abren espacio en la construcción

Una de las primeras obras de las que formaron parte fue el retiro de escombros en Los Gilces.
Una de las primeras obras de las que formaron parte fue el retiro de escombros en Los Gilces.
Foto: cortesía
02 de septiembre de 2017 - 00:00 - Mario Rodríguez Medina

Por varios años, Fanny Pilay vendió salchipapas y hamburguesas afuera de su casa, en el sector de Santa Clara, en Manta. De esa forma mantuvo a sus seis hijos tras el fallecimiento de su esposo.

Su vida cambió en 42 segundos, el 16 de abril de 2016, cuando un terremoto partió la historia de Manabí en dos, el antes y después del 16A. Pasó varios meses en el albergue de Los Esteros, solo acompañada de su hijo menor, pues los otros ya están casados.

Otra de las personas en el refugio era Gabriela Blacio, una de sus hijas, pero ella estaba en una carpa aparte con sus cuatro pequeños y su esposo, Ramón Macías.

Ambas ayudaban en la cocina sin problemas. “Con el pasar de los días llegaban propuestas de trabajo en la construcción para hombres, pero nada para mujeres”, indica Fanny, de 58 años.

Recuerda que un día, mientras veía a sus nietos jugar llegó personal de ONU Mujeres con una propuesta  para ella. “Nos ofrecieron hacer un curso de albañilería... y la acepté sin pensarlo”.

Una de las primeras personas en darle una negativa para que vaya al curso fue justamente Gabriela, pero en una charla entre ambas, Fanny  convenció a su hija para que las dos hicieran el curso.

Realizaron la capacitación junto a otras nueve mujeres en el Secap (Servicio Ecuatoriano de Capacitación Profesional) de Manta, en septiembre de 2016. Las clases duraron 60 horas (30 horas de replanteo de la estructura de excavación de plintos y cimientos, y 30 horas de elaboración de estructuras).  

De inmediato, consiguieron trabajo y fue en la reconstrucción de Manabí. El terremoto que dejó a estas personas y sus familias sin hogar (todas vivían en el albergue de Los Esteros) abrió su campo para trabajar.

Fueron parte de la construcción de la cárcel del Rodeo, en Portoviejo, obra que ejecutó la empresa Isaba. “Fue una gran ayuda que ellos, como constructora, nos dieron para llevar a cabo el proyecto de la inserción laboral de las mujeres en la albañilería”, destaca Justyna Maciejczak, asistente del proyecto de ONU Mujeres.

Tras concluir la reconstrucción del Rodeo, cinco de las albañiles están sin trabajo, mientras que las otras consiguieron ser parte de nuevas obras. Fanny y Gabriela siguen laborando ahora en la estructura de CNEL, en Manta.

“Una de las chicas está trabajando en la demolición de un hotel, en Manta, y las otras cuatro están en la construcción del IESS de Portoviejo. Sería muy bueno para ellas que las constructoras dejen los prejuicios y contraten mujeres”, acota Justyna.

Gabriela, de 34 años, asegura que, entre bromas, personas allegadas le decían que no iba a durar en su labor de albañil, pero que eso la hizo “más fuerte mentalmente”. Resalta el apoyo que su esposo le brinda.

Tanto Fanny como su hija destacan el respeto con el que las tratan sus compañeros de obra.

“Nosotras trabajamos igual a igual con los hombres. Ellos nos cuidan y dicen que somos como sus hermanas. El respeto ha sido máximo. Solo le pido un favor a los dueños de empresas, que les den la oportunidad de trabajar a mis compañeras, ellas son muy buenas albañiles”, indica Fanny.

Gabriela concuerda con las palabras de su madre y lanza: “Esta ha sido una linda experiencia, pero para ser sincera, nunca pensé en ser albañil”. (I)

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