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Trasformando al sigse y la totora en esculturas
“¿Artista?... Artista es una bonita palabra; alguna vez escuché en una radio a un hombre conocedor que decía: El que trabaja con las manos es un artesano, el que trabaja con las manos y la mente es un artífice, pero el que trabaja con las manos, la mente y el corazón es un artista”, dijo Pablo David Alcázar, el único artista de Cotopaxi y probablemente del país que trabaja diferentes, únicos y coloridos diseños en sigse y totora.
Pablo proviene de un hogar pobre y su deseo de tener juguetes para divertirse durante su niñez, lo llevó a crear sus propios carritos armados con las ramas de sigse que encontraba en las afueras de su casa y las de sus vecinos.
La ilusión del niño hoy se ha convertido en la pasión del hombre, cuya inventiva, empeño, paciencia y creatividad lo han llevado a construir diversos objetos de sigse y totora como lámparas, autos clásicos en miniatura, motos, barcos en diferentes escalas, portarretratos, agendas e incluso castillos.
“Me ha tomado dos años construir este castillo y aún no está terminado; le faltan algunos detalles”, dice mientras indica cada una de las piezas que utilizó.
Algunas son tan pequeñas que cuesta trabajo imaginarse cómo logra plasmar con elementos tan frágiles toda una galería de arte.
Pero para Pablo no hay imposibles. Considera que el arte debe tener cierto grado de perfeccionismo y para ello debe dedicarle mucho tiempo; sin embargo, las obligaciones familiares no le permiten dedicarse completamente a desarrollar su destreza nata.
Dentro de su apretada agenda que consiste en trabajar y dividirse el tiempo para cuidar a sus dos hijas, se las arregla para continuar con sus diseños.
Paola Álvarez, su esposa, invadida de ternura, comenta que Pablo debe llevarse los materiales y diseños para trabajarlos durante la noche en su trabajo como guardia de seguridad.
Pero el escultor de sigse y tototora lamenta que el apoyo de las autoridades locales sea escaso para quien que se dedica a realizar artesanías. Por ello se ha visto en la obligación de acceder a créditos bancarios para sacar adelante su galería de arte Los Marquezes.
Recuerda que alguna vez decidió mostrar su trabajo en la Feria de finados en San Sebastián, “pero me mandaron al último; además, muy pocas personas aprecian lo que hacemos los latacungueños, prefieren lo de las otras ciudades”, lamentó.
De ahí que el sueño de la familia Alcázar Álvarez sea llegar a ciudades como Quito o Cuenca, donde “las autoridades se preocupan más por impulsar y apoyar al pequeño artesano (…) Por eso es raro que los artistas se queden aquí”, pronuncia con una evidente negación dibujada en su mirada. No quiere ni puede aceptar que la tierra que lo vio nacer le dé las espaldas en la inspiración más grande de su vida, el arte.
“Pagar 500 dólares para tener un estand en la Expo Feria de Cotopaxi es demasiado, no alcanza; y ver a 100 personas ingresando y que de ellas una sola pregunte por tu trabajo es difícil”, cuestiona.
Sin embargo, Pablo no pierde las esperanzas de surgir, de ser conocido y reconocido por su talento, esmero y entrega a lo que él reconoce como su pasión.
Admira y resalta el apoyo de su esposa, su profundo amor y la energía que le trasmiten sus pequeñas hijas para seguir y no desmayar en el difícil camino emprendido por este artista latacungueño.
La galería de arte Los Marquezes está ubicada en el barrio La Cocha, en las calles Panzaleo y Quitus, donde pueden acudir las personas interesadas en ver convertirse en arte al sigse y a la totora.