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El Telégrafo
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Los artistas subsisten de la venta de cd y de artesanías

Los músicos quichuas se promocionan en las plazas de la región

Cury alista sus equipos y artesanías para empezar una mañana de presentaciones en vivo en una de las 7 plazas del cantón Saquisilí. Foto: Roberto Chávez/ El Telégrafo
Cury alista sus equipos y artesanías para empezar una mañana de presentaciones en vivo en una de las 7 plazas del cantón Saquisilí. Foto: Roberto Chávez/ El Telégrafo
14 de mayo de 2014 - 00:00 - Redacción Regional Centro

A los 12 años entonaba con solvencia el rondador en su natal Otavalo, un cantón con población predominantemente indígena quichua de  la provincia de Imbabura. Lo hacía cuando ayudaba a sus padres a pastorear las ovejas en las zonas campestres de la denominada ‘provincia de los lagos’.

Cuando cumplió 13 años ingresó al Conservatorio de Música La Merced, situado al norte de Ambato.

En la actualidad, Cury Andrango, de 41 años, es músico profesional y recorre el Ecuador y Europa promocionando ritmos andinos que hablan  de las fiestas y tradiciones populares.

Guitarra, bajo, charango, violín, flauta, quena, rondador y los restantes instrumentos de viento y cuerda le sirven para lograr armonías que captan la atención de los transeúntes en las plazas donde ocasionalmente se instala con su equipo de sonido.

En cada evento promociona su trabajo e intenta vender sus discos compactos. Esta vez lo hizo en el cantón Saquisilí en Cotopaxi. Aprovechó que las 7 plazas y mercados del lugar atraen los jueves a decenas de turistas.

No es la primera vez, cuenta que cuando no tiene contratos, recorre el país para hacer presentaciones itinerantes. A $ 5 promociona cada uno de sus CD, en los que incluye melodías ecuatorianas como pasacalles, sanjuanitos y música instrumental andina. “A algunas personas les resulta muy caro y no los compran. A veces los artistas ecuatorianos no somos apreciados”, comenta.

Cuando viaja a Europa, especialmente a España e Italia, sus discos se venden en $ 15. Durante el día los extranjeros compran más de 150 unidades, mientras que en el Ecuador las ventas no superan los 10.

Su eterna compañera de viajes es su esposa Elena Cagusaqui, también de Otavalo, con quien comparte 28 años de casados y 3 hijos varones que siguen el modelo de su padre y hacen música a nivel profesional.

El primogénito, consiguió una beca para estudiar en el extranjero. Según cuenta la madre, su mayor sueño es que las canciones andinas sean reconocidas y apreciadas mundialmente.

Elena reconoce que no le gusta viajar, prefiere estar en su hogar cuidando a los animales de crianza que venden como un sustento más. Dice que le resulta peligroso, y teme por la seguridad de su esposo y sus hijos que suelen acompañarle. Pero lo acepta porque sabe que es el destino que ellos eligieron.

Por ello acompaña a Cury en sus viajes desde hace 20 años y visitan Guayaquil, Cuenca, Galápagos, Tena, Macas, Tulcán, Huaquillas y los rincones más alejados.

Mientras Cury entona la melodía ecuatoriana ‘Cóndor pasa’, Elena comercializa llaveros, carteras, y ropa confeccionada con lana de alpaca, traída de Imbabura.

Dicen que después de Saquisilí no saben qué ciudad visitarán. “Tal vez Ambato o Manabí. La vida es como el viento que va en diferentes direcciones”, pronunció, acariciando su rondador, compañero, amigo y sustento diario.

Pese a que la inseguridad es el tema que más preocupa a Elena nunca han tenido ningún inconveniente con sus pertenencias.

Claro que siempre están precavidos y buscan lugares seguros para hospedarse. Para este artista los rondadores, flautas y demás instrumentos son “una extensión de su cuerpo”.

Recuerda claramente dónde los adquirió, el precio y los años de uso que tienen. A Elena y a Cury les gustó  Galápagos  por los parajes naturales y la calidez de la gente. “Como es un sitio turístico, los nativos tratan al visitante con amabilidad y cortesía”, dice Cury, quien encontró en el lugar nuevos compradores, especialmente extranjeros que se maravillaron con su música.

Él cobra $ 300 por presentación. Se siente feliz así, pero su mayor sueño es tener un lugar propio para exponer su música. “Me gustaría que sea un sitio temático cultural, donde además se presenten otros grupos”, comenta.

DATOS

La familia de Cury lleva consigo equipos propios de amplificación para promocionar la música ancestral y de ese modo también cumplir con las presentaciones. La gente aprecia las melodías en vivo, precisamente por la facilidad actual para conseguir melodías en base de la tecnología en internet.

Usualmente, en febrero durante la fiesta del Pawkar Raymi, decenas de músicos indígenas imbabureños regresan de Europa y Estados Unidos a Otavalo, para participar en espectáculos públicos. De ese modo, promocionan sus creaciones compuestas en el extranjero y venden también sus grabaciones.

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