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El personaje
Los llapingachos, sazonados con cariño
“Dios no mata de hambre”. Es la frase favorita que Marina Jiménez utiliza usualmente cuando abre su negocio cada mañana a las 09:00 en el mercado Central de Ambato. Con estas 5 palabras ella trata de demostrar que hay suficientes clientes para todos y lo que cuenta es el buen trato y la buena sazón para atraerlos. Atiende en el puesto número 13 del área de comidas desde 1986. Tiene 74 años y hace 64 aprendió este oficio de su madre, Beatriz León. Ella vendía en el mercado Modelo y después en la calle 12 de Noviembre cuando allí funcionaba la estación del tren. “Siempre me recibe con una sonrisa y está abierta al diálogo para contarle los problemas del día y ofrecer un consejo de ser posible”, comenta sobre ella, Arturo Rodríguez, comerciante de accesorios para calzado.
La papa superchola es la materia prima con la que amasa las tortillas con su esposo, Galo Ernesto Medina, comerciante retirado de 75 años.
“Marina sabe desempeñarse con educación y yo aprendí de ella los pormenores de este negocio”. Doña Marinita, como le dicen, vive en el barrio Ficoa desde hace 25 años. Eran los tiempos de los huertos frutales cuando los vecinos de la zona sacaban a vender las claudias, las manzanas y duraznos en canastos en las calles de Miraflores. Marina recuerda esos momentos con mucha nostalgia y a veces cuando se acerca la Fiesta de la Fruta y de las Flores (FFF) vuelve a evocarlos mientras prepara la masa de las tortillas, corta el chorizo y rebana los aguacates. Los fines de semana y feriados vende más de 150 platos cuyo costo varía entre $ 2,50 y $ 3. Cada porción se acompaña también con lechuga, aguacate y cebolla. “Es paciente y atiende sus tareas con calma. Siempre mira a los ojos como si quisiera saber qué es lo que realmente se piensa”, comenta Doris Salas, comensal habitual. Cerca de las 16:00, doña Marinita ya tiene aseado su local y se marcha con su andar reposado en compañía de su marido. (O)