La hacienda de la comunidad Juihua Grande, ubicada en el páramo del cantón Pujilí (Cotopaxi),  fue el primer hogar de Julián Tucumbi.

En esta enorme y fructífera propiedad, este hombre de 79 años desarrolló su afición por la música andina. Hoy, a pocos días de cumplir los 80 años de existencia, con plena satisfacción relata que es capaz de entonar 22 instrumentos de viento, talento que lo ha llevado a ser conocido a escala nacional e internacional. Julián, quien se ha convertido en un ícono cultural y artístico de Cotopaxi, recuerda con tristeza su niñez, pues en aquellos años no había la apertura necesaria para que los niños y jóvenes se eduquen e instruyan para interpretar melodías, como ahora.

Pese a ello Tucumbi desde los 7 años aprendió de sus tíos José, Feliciano,  Andrés y su abuelo, Juan Manuel, a tocar la flauta de tunda, donzaina, pífano, pingullo, el rondador del cóndor y demás instrumentos andinos de viento. “Uno de los pasatiempos preferidos de este magnífico intérprete es narrar sus primeros pasos en la música. Y entre esos relatos destaca aquel que describe su aprendizaje en casa de sus parientes y solo con la mirada, es decir que observaba, analizaba y comprendía las técnicas para tocar la flauta, y las ponía en práctica en total silencio”, explica Marcela Miranda, estudiante y gestora cultura de Ambato.

Esta joven ha entrevistado en varias ocasiones al músico cotopaxense y ha sido testigo del apasionamiento con que narra sus vivencias. “Tal parece que en esos momento se transporta nuevamente a su juventud y regresa a los páramos donde cuidaba a los rebaños de su familia, y donde además se inspiraba para crear mentalmente ritmos y melodías con la ayuda del sonido del viento, el crepitar del fuego, el transcurrir del agua por las piedras y más elementos de la naturaleza”, agrega Miranda. Su primer grupo de música autóctono lo formó a los 8 años y tocaban en las cosechas, mingas o reuniones familiares.

En 1966 llegó la reforma agraria y la hacienda Juihua Grande fue expropiada, en ese entonces Julián tenía 35 años. Recuerda que la situación se agravó, pues les quitaron el agua y el acceso a canales de riego fue suspendido. “Entonces empecé a luchar conjuntamente con la Misión Andina, para reclamar nuestro derecho al agua, el paso a la carretera, y una escuelita”, relató Julián.

Tras conseguir estos beneficios Julián Tucumbi se convirtió en el fundador de lo que hoy se conoce con el nombre de la comuna Juihua Yacubamba. Un par de años después el obispo José Mario Ruiz Navas reconoció la lucha de Tucumbi y le propuso trabajar en la Radiofónica de Riobamba, en un programa agrario en quichua, el cual se transmitió durante 13 años. En ese entonces Julián comenzó a relacionarse con la población mestiza. No obstante jamás renegó de su poncho y  sombrero. “Soy indígena orgulloso de mi cultura, mi música, mis ancestros, y no dejaré de ser como soy”.

El casi octogenario lamenta que muchos jóvenes indígenas desprecian la vestimenta, idioma, música y cultura de sus ancestros. Por ello formó en su familia el grupo de música y baile Los Tucumbi, conformado por 25 personas que pertenecen directa o indirectamente a su hogar. La rutina del grupo tras saltar al escenario es saludar en quichua y tocar Albazos y San Juanitos, para después bailar en pareja diferentes ritmos andinos. “Lo he visto varias veces y siempre al final del baile interpreta los 22 instrumentos que domina”, aseguró Daniel Jurado, pujilense.

Tucumbi ha viajado en varias ocasiones fuera del país y ha sido testigo del cariño y aprecio con que reciben a la música ecuatoriana. Es parte del proyecto musical ‘De Taitas y de Mamas’, que rescata ritmos nacionales. Para Juan Albán, director cultural del Municipio de Pujilí, Julián es “una leyenda viva de nuestra historia, transmisor de la sabiduría musical ancestral y un verdadero referente provincial. (I)