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El viento toma vida con Julián Tucumbi, el “Taita de Cotopaxi”

El viento toma vida con Julián Tucumbi, el “Taita de Cotopaxi”
14 de abril de 2013 - 00:00

La hacienda de Juigua Grande, ubicada en el páramo del cantón Pujilí, propiedad de Concha Escudero, fue el primer hogar de Julián Tucumbi, indígena cuyo talento nato para tocar 22 instrumentos de viento lo ha llevado a ser conocido a nivel nacional e internacional.

El amor de Tucumbi por su cultura, música, tradición y folclor, le permitirá formar parte del proyecto que impulsa el Gobierno Nacional denominado De taitas y mamas, cuyo objetivo es rescatar el legado de seis leyendas musicales del país.

La idea tiene el auspicio del músico y productor Ivis Flies, quien busca documentar y reproducir el legado de los artistas. Julián Tucumbi Tigasi nació el 21 de Julio de 1938. Sus padres José Joaquín Tucumbi y Manuela Tigasi, fueron humildes agricultores. El artista quedó huérfano de madre al mes de su nacimiento y por eso se crió con sus abuelos Manuel Tigasi y Encarnación Vega.

Julián recuerda que de niño vio de cerca cómo los patrones de la hacienda explotaban a sus familiares y les repetían sin cesar que los indígenas no debían ir a la escuela, que su único futuro era el  ser peones. Rememora lo que los patrones le decían a su abuelo: “Juan Manuel, ¡cuidado le mandes al guagua a la escuela!. Si lo haces, lo enviarán de soldado a la guerra, por eso ellos tienen que ser huasipungueros”.

Nadie creería que con esos antecedentes, Julián llegaría a ser miembro titular de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo de Cotopaxi. Pese a ello, Julián aprendió desde los siete años, de sus tíos José, Feliciano, Andrés y de su abuelo Juan Manuel a tocar la flauta de tunda, donsaina, pífano, pingullo, el rondador del cóndor y demás instrumentos de viento. “No me enseñaron, ellos no tenían tiempo. Yo aprendí solo mirando”, pronuncia orgulloso.

Pareciera que por un momento, se trasporta en el tiempo y regresa al páramo cuando cuidaba a los rebaños. Su primer grupo de música autóctona lo formó a los ocho años y tocaban en las cosechas o reuniones familiares.

En Agosto de 1948, formó un pequeño grupo musical con el que ganó su primer premio: un pondo de chicha. En 1966 llegó la reforma agraria y la hacienda Juigua Grande fue expropiada. En ese entonces, Julián tenía 28 años. Recuerda que la situación se agravó pues les quitaron el agua y el paso de la carretera. “Entonces empecé a luchar conjuntamente con la Misión Andina, para reclamar nuestro derecho al agua, el paso de la carretera y una escuelita”, relata. Tras conseguir esos beneficios, Julián Tucumbi se convirtió en el fundador de lo que hoy se conoce con el nombre de la comuna Juigua Yacubamba.

Un par de años después, el obispo José Mario Ruiz Navas reconoció la lucha de Julián y le propuso trabajar en la emisora Escuelas  Radiofónicas del Ecuador (ERPE) de  Riobamba,  con un programa agrario en kichwa, el cual se transmitió durante 13 años.

En ese entonces, Julián comenzó a desenvolverse en el mundo del mestizo, “pero jamás renegué de mi poncho y de mi sombrero. Soy indígena orgulloso de mi cultura, de mi música, de mis ancestros y hasta ahora soy lo que ve y no lo dejaré de ser jamás”, menciona.

Pero también lamenta el hecho de que muchos jóvenes indígenas desprecien su vestimenta, idioma, música y cultura ancestral. Por ello formó en su familia el grupo de música y baile ‘Los Tucumbi’, conformado por 25 personas que pertenecen directa o indirectamente a la familia Tucumbi.

La rutina del grupo tras  saltar al escenario es saludar en kichwa y tocar albazos y san juanitos, para después bailar en pareja diferentes ritmos andinos. “Luego intervengo yo y toco brevemente los 22 instrumentos que domino”, comenta.

El indígena de 75 años recuerda que en sus viajes alrededor del mundo constató que la música ecuatoriana es recibida con amor y admiración. “Eso nos falta aquí a nosotros, amar los albazos, el pingullo, así como el melloco, las habas, los ponchos, todo lo que nos representa (…) Esperamos que este proyecto (De taitas y de mamas) ayude a fomentar ese cariño e identidad que ya se ha estado perdiendo”, concluyó.

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