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San Carlos es el patrono de este jolgorio y a quien siguen miles de fieles

El Carnaval guamoteño empieza su apogeo

El rey es uno de los principales personajes de este jolgorio y es el centro de atención de los organizadores.
El rey es uno de los principales personajes de este jolgorio y es el centro de atención de los organizadores.
Foto: Cortesía INPC / EL TELÉGRAFO
11 de febrero de 2017 - 00:00 - Elizabeth Maggi

A más de 500 años del arribo de los españoles a suelos de la región central del Ecuador, el Carnaval de Guamote, cantón ubicado a 50 km de Riobamba, todavía es una recordación jocosa de esos hechos.

En la actualidad, los indígenas representan a los ibéricos con ‘Los Reyes’ y los ‘Embajadores’. Estos personajes son el centro de la atención de los ‘warmitukushcas’ que son hombres jóvenes vestidos de mujer que dan alegría en los desfiles y las comparsas.

Todo esto en un ambiente de jolgorio y sincretismo en el que se fusionan las creencias católicas mestizas con los rituales andinos.

Investigaciones recientes, recogidas por Carlos León Cobo en el libro Carnaval de Guamote, señalan que el inicio de estas celebraciones fue en las haciendas por el año de 1700.

“Incluso se la relaciona con la paulatina desestructuración del sistema hacendatario tradicional de la zona. Esto a la larga liberó gradualmente las relaciones económicas de un buen grupo de familias que abandonaron esos sitios y se asentaron en la periferia de Guamote en Chimborazo”, resalta León Cobo.

Lo que no se perdió y más bien cobró fuerza fue la tradicional fiesta del Carnaval de Guamote, cuyos eventos se desarrollan durante 15 días y mantienen a la población y a los visitantes en continua algarabía.

“Es evidente que ha habido una influencia externa en algunos aspectos. Por ejemplo, en la ropa y el maquillaje, pero se conservan casi intactas las raíces costumbristas”, asegura Carlos Germán Gallegos, antropólogo.

El sincretismo, añade Gallegos, se expresa con la presencia de la figura de san Carlos que es considerado el patrono de la fiesta. El sitio de origen de esta talla no está claro. Unos dicen que la trajeron de Azuay, otros de Cotopaxi (Saquisilí).

El santo lleva en las manos un gallo y un tambor que son los símbolos de la fiesta guamoteña en la que abunda el festejo con bebidas, comidas y bailes y las corridas de gallos.

Además luce una corona y monta un caballo por ser rey del Carnaval. A sus pies reposa un hombre caído que simboliza a un ‘chumadito’. Al respecto, los lugareños creen que  también es el santo de la agricultura porque Guamote es una tierra rica en producción de legumbres y hortalizas que se comercializan en la feria intercultural de esta localidad.

Días de fiesta

Durante los días de la festividad se dice que tanto hombres como mujeres pierden la vergüenza. Es por eso que los ‘warmitukushcas’ hacen de las suyas. “Nos sentimos felices y nos atrevemos a disfrazarnos. Hacemos todo lo que de otro modo no haríamos. Somos más sonrientes y las personas se contagian de esa alegría”, dice Pedro Parco, habitante.

La práctica de arrojar y recibir agua, harina, polvo y huevos es bien aceptada. Es más, está prohibido  molestarse por ello. “Aparentemente es una costumbre introducida desde España por los registros de 1600. Aunque las autoridades estatales y eclesiásticas trataron de regular esto no lo consiguieron”, explica León Cobo.

El rey y sus embajadores

Para que alguien sea nominado y elegido como rey del Carnaval es esencial que sea devoto de san Carlos. Luego debe anotarse ante la directiva y comunicar su deseo de organizar la fiesta. “A veces tenemos ya registrados los aspirantes a reyes para los próximos 3 años. Es el fervor que se tiene por el santo de la ceremonia”, considera María Paguay, habitante del barrio San Juan.

Los embajadores ayudan o dan soporte al rey para la organización de la fiesta y dirigen la mesa comunal. En ese contexto las ‘jochas’ son contribuciones importantes porque son donaciones económicas y de comida, bebida, presentación de orquestas, tarimas y artistas. El Carnaval de Guamote se organiza con 8 meses de anticipación para comprometer al ‘jochante’, para ello el prioste lo visita con un tributo (cuy, gallina, trago) y se sella el pacto.

A veces los priostes viajan a Quito, Guayaquil y Cuenca en búsqueda de los jochantes. Una vez que aceptan ya sea por religiosidad, devoción o temor a que el santo les castigue o por el reencuentro entre familiares, se les realiza una invitación 2 meses antes de la fiesta.

La fiesta concluye con el entierro del Carnaval. Para esto se utiliza un ataúd en cuyo interior reposan trozos de carne, huesos, botellas a medio consumir, vegetales entre otros. La viuda y sus acompañantes lloran la partida y una vez enterrado realizan un cortejo fúnebre por las calles con coplas tradicionales. (I)

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