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El Telégrafo
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El deporte es una opción para superar el trauma

Dolor y depresión no dan tregua a los desplazados

Tres de los 18 miembros de las familias Crespo-Mantilla, Mantilla-Muñoz y Molina-Muñoz sufren depresión.
Tres de los 18 miembros de las familias Crespo-Mantilla, Mantilla-Muñoz y Molina-Muñoz sufren depresión.
Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
30 de julio de 2016 - 00:00 - Carlos Novoa

El temor es evidente en su rostro. Su respiración se agita y sus ojos se humedecen, sus manos —muy frías— echan tras su hombro su cabellera y acto seguido truena sus nudillos con gran fuerza y ansiedad. Una mujer de 27 años, empieza a hablar.

“Nunca olvidaré la noche en la que perdí a mis padres, la casa en la que viví por más de 20 años, mi negocio y mis ganas de vivir”, dice. Su voz se quiebra al final de la frase y calla por un breve pero angustioso momento. El llanto se hace presente y no se detiene por 10 minutos.

Esta escena se vive a diario en el hogar de los Morales-Castro, ubicado en el barrio Ferroviario, centro de Ambato. La protagonista del relato es Mariana Castro, nacida en Portoviejo, y hace 103 días, residente de esta ciudad.

Ella y sus 3 hermanos menores llegaron a Tungurahua, a casa de una prima paterna, 2 días después del terremoto del 16 de abril. Ese día fallecieron sus padres y su vida cambió radicalmente. Esta descripción es el más claro ejemplo de lo que ocurre en gran parte de las 34 familias de desplazados que llegaron a Tungurahua tras el sismo.

Daño emocional

El trastorno emocional luego del sismo afectó a muchos manabitas que llegaron a Tungurahua, Cotopaxi y Chimborazo, según la dirección distrital del Ministerio de Inclusión Económica y Social.

Celeste Arias, directora de la entidad en la zona 3, explicó que la asistencia psicológica se gestionó con prioridad desde la llegada de los desplazados. En los jóvenes —agregó— el daño emocional fue menor pero en la mayoría de personas de la tercera edad, niños y mujeres, incluso fueron necesarias terapias que ayuden a superar la pérdida de seres queridos, viviendas y el alejamiento de sus ciudades de origen.

En las familias Crespo-Mantilla, Mantilla-Muñoz y Molina-Muñoz, oriundas de Pedernales, también hay depresión y ataques de ansiedad constantes. Egni Muñoz, de 54 años y madre del primer hogar, explicó que 3 de estas 18 personas toman medicamentos para reducir los niveles de nerviosismo.

Hace 2 semanas viajó a su tierra natal y sintió 6 réplicas en menos de 2 días. Por ello —dijo— no quiere regresar en lo que resta del año o por lo menos hasta que se remuevan todos los escombros.

Además de asistir a terapias semanales y tomar ansiolíticos, los desplazados más jóvenes organizan encuentros deportivos para distraerse. El fútbol y el voleibol son las mejores opciones. En 3 canchas de la parte alta de Ambato, cada viernes por la tarde juegan, socializan con los vecinos y recorren parques cercanos.

Emprendimientos

Estas familias y otros manabitas que llegaron a Latacunga y Riobamba han encontrado en el comercio la mejor manera para ocupar su tiempo y conseguir ingresos económicos. Ropa, platos típicos y productos comestibles se ofertan en varios puntos de estas ciudades.

Es el caso de Antonio Delgado, nacido en Manta, quien a diario recorre el Centro Comercial El Salto, del centro de Latacunga, y vende pan. Jorge Mesacha, su esposa y tres hijos, preparan y venden corviches, bolones, viche de pescado y otras especialidades gastronómicas de su provincia. En Ambato y otros cantones de Tungurahua, al menos el 70% de las 34 familias desplazadas abrieron negocios de comida, de ropa, de zapatos y de productos agrícolas de la Costa. (I)

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Varios niños recibieron becas

Jóvenes ahorran para estudiar en la universidad

Uno de los principales anhelos de niños y jóvenes manabitas que han tenido que salir de sus hogares a raíz del terremoto, es continuar con sus estudios. Jimmy Santos, de 20 años y oriundo de Tosagua, es uno de ellos. Llegó a Ambato hace 2 meses y lleva 30 días trabajando en la empresa de publicidad y serigrafía WG.

Ya cobró su primer sueldo y guardó un importante rubro para costear sus estudios de tercer nivel, que planea hacerlos en la Universidad Técnica de Ambato. “Quiero estudiar ingeniería en Electricidad, por ello rendí el examen de ingreso a la educación superior. Esto requiere grandes esfuerzos de mi parte, pues mis padres se quedaron en Manabí y debo costearme el semestre solo; conozco a 3 chicos más que están en la misma situación”, dijo.

Representantes legales de niños desplazados en los últimos días han hecho varias gestiones para inscribir a sus hijos en escuelas de la ciudad. “Mis 2 hijos han sido becados en un colegio privado y varios sobrinos estudiarán el nuevo ciclo de la Sierra que inicia el 5 de septiembre”, dijo Daisy Muñoz, desplazada.

En la familia Melendez-Zambrano, oriunda de Manta y residentes temporales en el cantón Píllaro, también hay dos menores que estudiarán desde septiembre en planteles tungurahuenses. Taís, la madre, aseguró que el MIES gestionó la inscripción de sus hijos de 12 y 16 años, en instituciones públicas cercanas. “Tuvimos suerte y ahora ellos se educarán cerca de una tienda de insumos agrícolas, en el centro de la urbe, donde conseguí trabajo”. En Píllaro hasta el momento residen 6 familias provenientes de Jama, El Carmen, Jaramijó y Pedernales, quienes han montado negocios de comida. (I)

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