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Candela Fazo, un encuentro con el encanto de las aguas

Candela Fazo, un encuentro con el encanto de las aguas
07 de abril de 2013 - 00:00

A menos de 25 minutos del centro de Saquisilí, en la provincia de Cotopaxi, se encuentra la comunidad de Jatunera, perteneciente a la parroquia Cochapamba.

Y desde ese sitio se puede emprender una aventura. Y para ello se necesitan unas cuantas provisiones y realizar de  25 a 35 minutos de caminata en descenso para hallar uno de los espectáculos más impresionantes y bellos con los que cuenta el cantón: las cascadas de Candela Fazo. 

En Jatunera, los habitantes se dedican a la agricultura, especialmente al cultivo de papas, las mismas que se producen gracias a su clima frío y su tierra negra. Pero hoy los pobladores incursionan también en el turismo comunitario.

El viajero es recibido por Manuel Chicaiza, nativo del lugar, quien haciendo gala de  amabilidad  indica el camino que deben seguir las personas que llegan a conocer las cascadas.

“Sean bienvenidos, gracias por venir”, son las primeras expresiones del anfitrión.
Fernanda Navas, ex promotora de turismo del Gobierno Autónomo Descentralizado Municipal (GAD) de Saquisilí, comentó que conjuntamente con los comuneros adecuaron los casi dos kilómetros de distancia hasta la cascada.

La travesía inicia con un bello paisaje andino y con un viento gélido que golpea las mejillas, pero que, sin embargo, invita a adentrarse en las entrañas de la tierra. Tras 10 minutos de caminata, el viajero se topa con una cascada en miniatura que llama la atención por lo cristalino de sus aguas. 

Más adelante y tras vencer un par de curvas algo empinadas, se mira por primera vez y de lejos la hermosa cascada mayor  de Candela Fazo, que nace de los ríos Pumacunchi y Pucarayacu.

La cascada se encuentra rodeada de montañas, lo que aumenta la belleza del paisaje que rodea a la espectacular caída de agua, cuya altura está calculada en más de 300 metros.    
Una vez en el lugar y tras admirar la cascada en todo su esplendor, descansar y disfrutar de la sensación que solo la ‘pachamama’ regala, el visitante se dispone a subir de regreso.

Este proceso puede tornarse algo complicado, aunque de ninguna manera peligroso, por lo empinado de la cuesta. Por lo general, el ascenso  puede durar de 40 minutos a una hora, de acuerdo con el  estado físico de cada persona.

Hoy por hoy, el número de visitantes no es mayor. Sin embargo, sí hay una permanente visita de personas de afuera, lo que de por sí constituye una ganancia pues hasta hace alrededor de un año, este espacio era totalmente desconocido, incluso para los cotopaxenses.

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