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El Telégrafo
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Neblina, lloviznas y rugidos volcánicos son factores que últimamente han impedido la llegada de turistas a la cima

A más de alojar a montañistas, los refugios son testigos de la ira del volcán Tungurahua

El refugio Santos Ocaña es el mayor testigo de la furia del volcán Tungurahua. Tras la erupción de 2006, una enorme piedra incandescente destruyó por completo el techo y paredes de la edificación.
El refugio Santos Ocaña es el mayor testigo de la furia del volcán Tungurahua. Tras la erupción de 2006, una enorme piedra incandescente destruyó por completo el techo y paredes de la edificación.
Foto: Roberto Chávez / EL TELÉGRAFO
07 de octubre de 2017 - 00:00 - Carlos Novoa

Ambato.-

A pesar de la escasa energía que le sobra tras un ascenso montañoso difícil en condiciones climáticas adversas, Pedro golpea impetuoso una puerta de madera.

Sus nudillos están casi congelados, al igual que su rostro y tobillos, razón por la cual no siente ningún dolor al golpear nuevamente el portón con tal fuerza.

¿Hay alguien aquí?, grita el andinista con el poco aliento que le queda, tras lo cual jadea sin cesar y agacha la cabeza, pues el agotamiento es extremo.

A los pocos instantes, otro exhausto montañista le abre la puerta y le asiste en su ingreso a una pequeña, rústica, pero a la vez, reconfortante edificación.

Una vez dentro y después de descargar sus enormes mochilas, ambos se desploman en grandes bancas de madera. El cansancio es tal que su espalda, totalmente empapada de sudor y neblina, no siente la dureza de la tabla.

Tras 5 minutos de reposo, la respiración, ritmo cardíaco y sudoración se normalizan. Los cansados turistas se incorporan e ingieren bebidas energizantes.

Los cansados andinistas descansan e ingieren bebidas energizantes en el refugio del volcán Tungurahua, donde a diario cae neblina o llueve. Foto: Roberto Chávez / EL TELÉGRAFO

Ascenso frustrado

Esta es una típica escena que a diario se repite en el único refugio utilizable del volcán Tungurahua, ubicado a 3.600 metros de altitud y a 2 kilómetros del cráter.

El albergue es la antesala de la majestuosa y a la vez peligrosa boca de la ‘Mama Tungurahua’, como los andinistas y habitantes de zonas cercanas se refieren a la elevación. Este lugar, últimamente se ha convertido en uno de los más inaccesibles del país, debido a sus traicioneras condiciones climáticas que lo rodean y a los impredecibles ‘caprichos’ del macizo.

“Si bien desde lejos se ve el cráter, faldas y base totalmente despejados, de un momento a otro rodea al volcán una espesa neblina, lo cual puede hacerte desorientar en segundos”, dijo Mario Altamirano, experimentado andinista ambateño.

Él, junto con tres intrépidos escaladores, intentó ascender a la cima  hace 3 semanas. No obstante sus esfuerzos se vieron truncados por el pésimo clima de aquel día.

“Esto no es normal para esta fecha, pues cada año en octubre rige la temporada para escalar montañas en el país; ejemplo de ello es el reciente levantamiento de prohibición para ascender al volcán Cotopaxi”, dijo Altamirano. Alberto Lucero, andinista chimboracense, es otro de los valientes que ha intentado coronar la cumbre del Tungurahua en este año, sin lograr su cometido.

“A más de la niebla y chubascos, los atemorizantes bramidos del macizo suelen impedir la culminación del ascenso. Es justamente lo que ocurrió el pasado 15 de marzo, cuando un potente rugido de sus entrañas detuvo mi escalada junto con tres europeos y dos jóvenes ecuatorianos”, señaló Lucero.

Testigos de la furia volcánica

Tanto este experto montañista como Altamirano, además de muchos fotógrafos y periodistas, ante la frustración de no poder llegar al cráter optan por analizar y registrar la furia y ‘arrebatos’ del volcán en la vegetación, topografía y 3 refugios del lugar.

Los flujos piroclásticos han alcanzado en diferente medida a los albergues. Uno de ellos se denomina Santos Ocaña, el cual quedó destruido en una erupción posterior a la de 2006.

“Se sabe que una enorme piedra incandescente cayó en el techo de la edificación, lo cual la dejó inservible”, destacó Mauricio Miranda, guía turístico del cantón Baños. Por tal motivo junto a la asolada estructura se edificó el único refugio que actualmente alberga a los montañistas que suben al Tungurahua.

Otra ‘guarida’, como los andinistas denominan a estos albergues, del volcán Tungurahua está a 100 metros del antes mencionado, y también quedó inservible tras alcanzarle un enorme flujo piroclástico que quemó sus paredes, techo y puertas. La furia del coloso además se evidencia en los enormes surcos que ha abierto en el suelo y árboles que han calcinado los hirvientes flujos piroclásticos. (I)

Las piedras incandescentes y vapores hirvientes del macizo han abierto enormes surcos en las faldas y base del Tungurahua. Foto: Roberto Chávez / EL TELÉGRAFO

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