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Más de 500 especies de plantas decorativas son cultivadas en los viveros del lugar

Las mujeres de Nayón convirtieron a su parroquia en 'el jardín de Quito'

La mayoría de familias de la parroquia se dedican a la venta de plantas ornamentales. Muchos de esos negocios son de tipo familiar.
La mayoría de familias de la parroquia se dedican a la venta de plantas ornamentales. Muchos de esos negocios son de tipo familiar.
Foto: Mario Egas / El Telégrafo
10 de enero de 2016 - 00:00 - Redacción Quito

La parroquia Nayón está ubicada a no más de unos 15 o 20 minutos al nororiente de Quito.

Esa cercanía con el llamado hipercentro urbano la ha convertido, prácticamente, en un barrio más de la capital. A lo largo de la vía de acceso al ‘pueblo’ hay un sinnúmero de urbanizaciones. De igual manera, la cabecera parroquial está rodeada de urbanizaciones que le dan al sitio una imagen de suburbio al estilo estadounidense (ciudad dormitorio).

Más allá de aquella condición, un rasgo caracteriza a los habitantes originarios de Nayón: su capacidad de emprendimiento, un rasgo que permitió a sus habitantes convertir a la zona en la mayor abastecedora de plantas ornamentales de Quito.

El aparecimiento de la actividad se remonta a más de 50 años, cuando esa tierra aún estaba dedicada a actividades agrícolas y ganaderas y, de hecho, era uno de los llamados ‘graneros’ que abastecía de alimentos a la capital.

Edison Juiña, historiador de la parroquia, narra que a inicios de la década de 1960, Nayón sufrió una fuerte crisis respecto a su principal actividad económica.

Una fuerte escasez de lluvia afectó a los sembríos, a lo que se sumó la falta de sistemas de riego que permitieran suplir la carencia de líquido. Además, los campesinos no  contaban con créditos que les ayudaran a capear la situación. Esto provocó que los habitantes varones salieran a la ciudad en busca de trabajo.

Mientras tanto, las mujeres nayonenses se quedaron en sus casas, primero, cuidando a los niños y del hogar y además ocupándose de algunos cultivos de autosubsistencia.

No obstante, el tiempo y la crisis generaron en ellas la visión de la oportunidad de una nueva forma de obtener recursos y algunas pioneras empezaron a sembrar y cultivar plantas ornamentales. “Podemos afirmar que Nayón sobrevivió, prácticamente, gracias al trabajo de nuestras madres, abuelas y esposas. Fueron ellas quienes, con un canastito en la espalda, vendían, al principio, de casa en casa las plantitas. Luego comenzaron a viajar y traer otras especies y así crearon sus viveros”, comentó Juiña.

Nayón cuenta en la actualidad con más de 50 viveros. Basta recorrer la calle Quito, arteria principal de la parroquia, para entrar a un inmenso jardín que desemboca en la plaza central y la iglesia, que son parte del patrimonio de la capital.

Jacinto Lamiña, morador y propietario de uno de los primeros viveros instalados en Nayón, confirma la historia y dice que gracias a su esposa, el negocio de las flores prosperó y pudieron sacar adelante a su familia.

Lamiña es un maestro que ejerció su profesión por 14 años. No obstante, ahora se dedica 100% a la venta de flores y plantas ornamentales. Cuenta que en los primeros años ejerció la docencia en la zona de Santo Domingo y mientras daba clases, su esposa permanecía en casa en la ciudad colorada.  “Cuando terminaba mis actividades y volvía a mi casa, en ocasiones no la encontraba. Ella llegaba después de un largo rato de esperarla y, al principio, esa situación me resultaba sospechosa y me hacía recelar”, recuerda entre risas aquellos días.

El hombre continúa su relato: “Cuando decidimos regresar a Quito, la gente del recinto en donde yo era profesor, nos ofreció varios regalos, que completaban unos 20 bultos. Pero mi esposa, al momento de partir, me dijo que le permitiera llevar 2 paquetes más. Yo al principio me enojé, pues ya no había espacio. Pero ella insistió hasta que le permití traer sus paquetitos”.

Al llegar a la capital, la familia Lamiña se acomodó, nuevamente, en Nayón. Y al estar desempacando, Jacinto descubrió que los bultos que su esposa traía consigo contenían retoños y semillas de plantas.

El hombre no entendía bien cuál era el objeto de haber transportado esos elementos desde, por aquel entonces, tan lejos. Creyó que su esposa quería organizar un bonito jardín en la vivienda familiar.

A las pocas semanas de su llegada, Lamiña se ocupó como maestro de la escuela del lugar. Mientras tanto, su esposa, quien quería aportar con ingresos al hogar, consiguió un puesto de venta en el mercado de Santa Clara (en el centro-norte de Quito) y empezó a comercializar las plantas y flores que había traído de Santo Domingo y había sembrado en el terreno de la casa.

En el primer fin de semana, lograron vender 2.500 sucres, el triple del sueldo que recibía Lamiña como maestro (800 sucres). Desde entonces, las flores se convirtieron en el sustento de esta familia nayonense y lo ha sido por alrededor de medio siglo.

Según moradores del sector, antes de que existan los jardines-vivero, la gente sembraba las flores en los patios y terrenos de sus casas. La comercialización, coinciden con el historiador de la parroquia, al principio la realizaban solo las mujeres y de manera ambulante.

Abuelas, madres e hijas llevaban sobre sus espaldas canastos llenos con plantas ornamentales y, en algunos casos, medicinales que vendían recorriendo las calles de Quito.

Luego se organizaron, mejoraron la producción y establecieron puestos de venta a los que acuden hoy los capitalinos. Autoridades de la Junta Parroquial mencionan que la mayoría de plantas de los jardines privados y públicos de Quito provienen de Nayón. Esto dinamizó la economía de la parroquia y evitó, en épocas de crisis económica, que sus habitantes salgan del país.

Pero Nayón tiene otros encantos, pues la parroquia, que goza de un clima cálido y una geografía con relieves, permite a los visitantes realizar deportes extremos. Además, la gastronomía del lugar es diversa. En los restaurantes cercanos al parque se venden caldos de guagrasinga, tripas, fritada, tortillas y caucara, etc. Aunque los días martes y viernes son especiales pues los mariscos llenan los salones. (I)

DATOS

Nayón limita al norte con Zámbiza; al sur con el río Machángara; al este con el río San Pedro y al oeste con los sectores Miraflores y Monteserrín.

Nayón se convirtió en parroquia el 19 de diciembre de 1935, con el nombre de Santa Ana de Nayón. Está conformada por 8 barrios. Cuenta con 5 iglesias, 4 escuelas y un colegio particular.

Los pobladores originarios de esta parroquia descienden de la mítica cultura Quitucara. Antes de ser un territorio independiente, Nayón se encontraba bajo la administración de la vecina parroquia Zámbiza.

En la parroquia habitan aproximadamente 11.200 personas. Datos del censo de 2010 señalan que el 42% de la Población Económicamente Activa (PEA) son emprendedores por cuenta propia y/o Patronos.

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