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El Telégrafo
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Aunque el sector ha perdido a muchos de sus antiguos habitantes, hay otros que se mantienen fieles

La Loma Grande conjuga actualmente la tradición con el impulso a la cultura

La conjunción del tramo final de la calle Rocafuerte con la plazoleta circular dio lugar al nombre de ‘Mama Cuchara’ con el que se conoce a la zona. Foto: Álvaro Pérez/ El Telégrafo
La conjunción del tramo final de la calle Rocafuerte con la plazoleta circular dio lugar al nombre de ‘Mama Cuchara’ con el que se conoce a la zona. Foto: Álvaro Pérez/ El Telégrafo
09 de agosto de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

Facundo Alcolea, un turista argentino, alababa hace poco la “capacidad de imaginación de los quiteños” al bautizar como ‘Plaza Grande’ a la Plaza de la Independencia. “Es tan chiquitita”, decía riendo.

Un criterio similar podría aplicarse a La Loma Grande, uno de los barrios que componen el Centro Histórico, si se compara la elevación sobre la que se asienta con otras de la capital tales como El Itchimbía, San Juan y el Panecillo.

Y la imaginación, inventiva, creatividad o como quiera llamársele de los habitantes de la ciudad ha impregnado al área. No en vano, algún quiteño con ‘chispa’ bautizó en algún momento de la historia capitalino a la calle principal como ‘Mama cuchara’.

Para un ojo atento, en efecto, el tramo de la calle Rocafuerte que va desde el arco de Santo Domingo hacia el suroriente podría pasar por el mango de ese artefacto de la gastronomía tradicional andina. El redondel ubicado al final de la vía vendría a ser la cuchara propiamente dicha.

Pero más allá de aquello, la zona genera reminiscencias llenas de tradición. El barrio incluso es uno de los que se menciona en la que es, de lejos, la canción más emblemática de la urbe: ‘El chulla quiteño’.

Algunas edificaciones han adoptado tendencias modernas de arquitectura; no obstante, la mayoría conserva una mezcla del estilo tradicional andaluz que caracteriza a la parte antigua de la capital con formas propias de los primeros años de la República.

Los dueños de aquellas casas que conservan balcones, los adornan generalmente con macetas llenas de geranios, la flor considerada emblemática de la ciudad.

Según registros bibliográficos, el lugar empezó a poblarse allá por 1541, 7 años después de la fundación española de la ciudad, con la llegada de la comunidad Dominica, que se asentó en un extenso terreno del extremo oeste de lo que hoy constituye La Loma Grande.

Esto originó la construcción de algunas viviendas, acorde al estilo de la época y la adecuación de la calle principal, hoy conocida como Vicente Rocafuerte, que en un inicio fue de piedra.

Para Fabricio Sisalema, uno de los antiguos vecinos de la zona, la Loma Grande posee un encanto particular. “No sé si serán sus calles, sus casas, su gente, o todo junto lo que distingue a la Loma de los otros barrios de Quito. Es hermoso regresar a casa por las tardes y percibir la serenidad que cobra el lugar con la imagen de las casas iluminadas y la gente caminando sin prisa por las aceras rumbo a sus hogares”, señala Sisalema.

José Luis Vasco llegó al barrio hace más de 50 años, cuando era todavía pequeño y sus padres aceptaron ocupar 2 habitaciones de la casa que pertenecía a sus abuelos.

Don Luis dice sentirse muy orgulloso de su barrio, pues aunque no nació en ese lugar, ahí fue donde conoció a su esposa, Martha, “la primera dama” como la llama cariñosamente. “Fue en fiestas de Quito, en un baile que hicimos con la jorga (grupo) de amigos en la ‘Mama Cuchara’. Desde que la vi, me enamoré”, cuenta en medio de sonrisas.

Por eso y por muchas cosas más afirma que su corazón está en el barrio y que nunca ha pensado en mudarse. Le es fiel al sector, a pesar de que muchos de sus antiguos vecinos se han instalado en otros lugares de la urbe y del Distrito. “Aquí estoy cerca de todo; hay transporte a la mano en La Marín o en la (av.) Maldonado con el Trolebús. Además, la inseguridad de la que la gente habla, es una cosa que se ha extendido a toda la ciudad. Así que no tengo para qué irme”, afirmó el hombre.

En esa zona se instaló en 1899 la primera maternidad de la ciudad, en el inmueble donde actualmente funciona la Escuela Taller Quito, en la que jóvenes reciben formación en materia artesanal.

La Clínica Pasteur ocupó también una de las viviendas del sector. La casa de salud, que hoy funciona en la avenida Eloy Alfaro (en el centro-norte) fue reemplazada por el Centro Cultural Mama Cuchara. Este se encuentra a cargo de la fundación Teatro Nacional Sucre, en cuyas instalaciones 170 músicos perfeccionan sus habilidades y se realizan presentaciones artísticas de forma permanente.

El centro, según los moradores, ha sido el motor de vinculación de la comunidad con el arte, en diferentes espacios y programas en los que el barrio se ha unido para participar de los distintos eventos desarrollados durante el año y en temporadas especiales como vacaciones, Navidad, Fin de Año y más.

La presencia del Colegio Municipal Fernández Madrid le imprimió desde la década de 1930 un sello propio en la zona.

La institución nació de la fusión de las escuelas Industrias y Oficios para Mujeres y la Municipal 24 de Mayo, el 22 de septiembre de 1930, según Ordenanza Municipal 354. Para el año 1986, se le otorga el carácter de experimental con el objetivo de optimizar la formación integral de sus estudiantes, su capacidad técnico-profesional y su inserción en el campo laboral.

El plantel nació como centro de educación femenino y así permaneció la mayoría de sus 85 años de historia. En la actualidad, sin embargo, la unidad educativa acata la disposición gubernamental de la coeducación, por lo que hombres y mujeres se forman en sus aulas y patios hoy por hoy. (I)

DATOS

Personajes históricos vivieron en la zona. Entre los más importantes están José Mejía Lequerica y los hermanos Eugenio y Manuela de Santa Cruz y Espejo.

El prócer independentista Eugenio Espejo colocó en la cercana cruz de Santo Domingo, y en otras de la ciudad unos banderines con mensajes que despertaron la ira de las autoridades coloniales.

“Al amparo de la cruz sed libres, conseguid la felicidad y la gloria”, rezaba la leyenda impresa en los banderines. Las sospechas sobre el autor de este hecho recayeron enseguida en el doctor Espejo.

El futbolista Paúl Carrera Velasteguí, más conocido como Polo Carrera, es otro de los personajes nacidos en esa parte del centro de la ciudad. Carrera jugó en Liga de Quito, El Nacional, Deportivo Quito y Barcelona, en el país. Defendió los colores de Peñarol (Uruguay) y Fluminense (Brasil), en el exterior.

En el Centro Cultural Mama Cuchara suelen ensayar la Orquesta de Instrumentos Andinos, la Banda Sinfónica Metropolitana de Quito, el Coro Mixto Ciudad de Quito, el Ensamble de Guitarras de Quito o el Conjunto Yavirac, entre otros grupos.

El edificio en donde funciona actualmente el Centro Cultural Mama Cuchara fue adquirido en el año de 1990 por la Municipalidad capitalina, con la idea de convertirlo en un espacio de desarrollo artístico.

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