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La banda del Mejía representa pasión y entrega

La banda estudiantil del colegio Mejía está integrada en la actualidad por 320 alumnos, entre quienes figuran 25 estudiantes mujeres que actúan como bastoneras.
La banda estudiantil del colegio Mejía está integrada en la actualidad por 320 alumnos, entre quienes figuran 25 estudiantes mujeres que actúan como bastoneras.
FOTO: DANIEL MOLINEROS/ EL TELÉGRAFO
19 de marzo de 2016 - 00:00 - Redacción Quito

Su participación cierra los eventos masivos de la ciudad, como los desfiles de la confraternidad, y su presencia es esperada con ansias por los ciudadanos.

Se trata de la Banda Estudiantil del Instituto Nacional Mejía, formada en la actualidad por 320 alumnos, y que este día cumple 75 años de su institucionalización como un referente del plantel.

Los alumnos y exalumnos del colegio dicen que ver una presentación de la banda del ‘Patrón’ eriza la piel y genera un fuerte sentido de identidad y pertenencia.

Tanto es así que un séquito compuesto por cientos de jóvenes acompaña a la agrupación en cada presentación. Es común observar en los desfiles a los estudiantes rodeando a la banda, portando banderas azul-amarillas y gritando las consignas que los ‘mejías’ llevan en el alma y en la mente por siempre: “Toda la vida, por el Mejía”, “Hasta la muerte, por el Mejía” y “Hoy y siempre, por el Mejía”.

Repiten que el sonido de tambores, bombos, liras, tenores, flautas y trompetas y las ejecuciones de cachiporreros y bastoneras se imponen en cualquier escenario.

Para los alumnos, la banda de guerra (la siguen llamando así) es un símbolo de lucha, patriotismo y rebeldía. De ahí que sus integrantes se mantengan en actividad incluso luego de graduarse. Muchos antiguos estudiantes aún asisten a repasos y se presentan en distintas fechas, incluso cuando se han convertido en adultos, tienen hijos y, algunos, incluso nietos.

Hoy se cumplen más de 2 mil presentaciones en 7 décadas y media en las que las características de disciplina y formación musical no han cambiado como esencia de la banda.

Los repasos copan 8 horas semanales y este tiempo se dobla cuando hay presentaciones especiales, como las Fiestas de Quito y las fiestas patronales del colegio.

Kléver Bravo, miembro de la Academia Nacional de Historia, señala que la banda del colegio Mejía es la más antigua de Quito.

El historiador añade que las bandas estudiantiles —como hoy las conocemos— se crearon durante la presidencia del general Eloy Alfaro (1895-1911) y que la del ‘Patrón’ fue la primera en fundarse, en 1903.

Bravo indica que en la época liberal existía un sentimiento y una disciplina de tipo militares. De ahí que en los colegios laicos nacidos en aquella época se hubieran conformado bandas de guerra que interpretaban marchas marciales.

De hecho, fueron integrantes del mismo Ejército quienes instruyeron musicalmente a los alumnos.

La muerte de Alfaro invisibilizó un poco a las bandas, pero a raíz de la invasión peruana de 1941, el espíritu marcial se retomó y los conjuntos estudiantiles cobraron protagonismo nuevamente.

El Instituto Nacional Mejía buscó institucionalizar, precisamente aquel año. El ejemplo fue seguido por otros planteles del país como es el caso del Colegio Juan Montalvo, en la propia capital.

La banda en la historia

La primera presentación ‘oficial’ de la banda del Mejía tuvo lugar el 19 de marzo de 1941. Aquel día, 12 estudiantes desfilaron por las calles del centro de la ciudad hasta el sector de San Blas.

En aquel entonces, la agrupación era conocida con el nombre de Batallón Mejía y la dirigía Cornelio Izquierdo, un mayor del Ejército Ecuatoriano.

Desde esa fecha y hasta inicios de la década de 1950, las actividades de la banda fueron intermitentes debido a las condiciones políticas.

El conjunto renace en 1953 con la presencia e impulso de alumnos del colegio. Uno de ellos es el general (SP) Frank Vargas Pazzos, de 82 años, quien fue cachiporrero del Mejía en los años 50. Para el militar en retiro, la banda es un símbolo de patriotismo, civismo y libertad.

Vargas señala que en 1941 existía un sentimiento de frustración en el país debido a la derrota militar ante Perú y la pérdida de gran parte de territorio nacional.

Afirma que en ese contexto, la nación requería de fortaleza para levantar su ánimo cívico. Y que entonces, “los jóvenes se convierten en líderes y en sinónimo de conciencia nacional. La banda nace con esa visión y despierta en la ciudadanía aquel valor cívico y se erige en un guía espiritual y moral para el colegio”.

Sobre su apego al Mejía, el ex jefe del Comando Conjunto cuenta que a los 16 años fue expulsado del Colegio Militar Eloy Alfaro por haber organizado una protesta y que ningún plantel de Quito quería recibirlo.

Pese a ello, Genaro el ‘Pupo’ Fierro, legendaria autoridad del ‘Coloso de la Vargas’, fue quien le abrió las puertas del plantel y de la banda.

Según Vargas, quien aún participa en la banda de egresados, el Mejía ayudó a formar los grupos musicales de otros colegios emblemáticos de Quito como Manuela Cañizares, Juan Montalvo, 24 de Mayo, Simón Bolívar, La Salle, Montúfar, entre otros.

A partir de 1959, el inspector Miceano Sánchez fue el encargado de organizar la agrupación que, para entonces, ya tenía 70 integrantes y el uniforme era de color caqui, con casco verde, polainas blancas y botas cafés.

La pasión por el colegio y por los valores que representaba la banda incentivó a que más alumnos se unieran a ella.

Para los años 70, la banda del colegio Mejía estaba formada por 120 alumnos y fue considerada en ese momento como la banda de guerra más grande de los colegios de la ciudad, condición que mantiene hasta la actualidad.

Una pasión que no termina

Valores de libertad, patriotismo, civismo, resistencia y lucha son los símbolos del grupo.

Para muchos exalumnos del colegio, esa es la razón para que varios años después continúen siendo parte de esta tradición.

Desde 1995, en las calles de Quito suena la banda de exestudiantes del colegio Mejía, integrada por 80 personas de diferentes edades.

El ritmo y la musicalidad de los ritmos marciales que interpretan aún conservan la fuerza y energía del ayer. Así mismo, la disciplina de sus integrantes no ha cambiado a pesar del tiempo.

Cuando desfilan, visten una camisa y un pantalón decorados con los símbolos del colegio. El atuendo es acompañado por un sombrero negro que lleva en la parte frontal el escudo de la institución.

Vicente Toscano, de 70 años, uno de los miembros, recuerda que para la primera convocatoria los exalumnos no tenían uniformes, pero sí la predisposición de presentarse en los escenarios que requiriera el colegio.

Toscano tocaba el tambor en su juventud y hoy lo hace también. “Dejamos a un lado todo: la familia, el trabajo, etc., porque tenemos en la conciencia enaltecer al colegio. Ser del Mejía es para toda la vida. Desfilaremos hasta cuando Dios nos dé vida”, asegura.

Tanto los instrumentos como los uniformes fueron costeados por los integrantes de la banda de exalumnos. Los repasos se realizan en los patios del colegio y se someten a la misma disciplina de los jóvenes integrantes. Cada sábado repasan hasta 6 horas.

Uno de los recuerdos más especiales que conserva Toscano de su adolescencia es la presentación que tuvo la banda en el parque de El Arbolito, en el año 1962.

“Rendíamos un homenaje al vicepresidente Carlos Julio Arosemena Monroy. Ese día llovía con fuerza. Nosotros seguíamos tocando, mientras otros colegios se retiraban.

Fuimos el único colegio que permaneció durante el evento. Esto causó la admiración del presidente Velasco Ibarra. Días después nos obsequió 130 cascos nuevos y algunos instrumentos para la banda”, afirmó rememorando aquellos días.

La banda de hoy

Considerada como una de las bandas estudiantiles más numerosas e importantes de la ciudad, la escuadra del colegio Mejía es una verdadera institución quiteña.

La actual banda está integrada por alumnos de octavo a tercero de bachillerato. Repasan 3 horas diarias durante la semana.

El régimen disciplinario preserva la tradición militar. Cada sección (tambores, trompetas, liras, etc.) tiene un brigadier, que es el encargado de vigilar la organización y perfección de la interpretación de los instrumentos.

Mateo Chancusig es brigadier de toda la banda de guerra del Mejía; ingresó desde 8º año e interpreta el flautín. El muchacho comenta que uno de los requisitos para ser parte de la agrupación es tener buena conducta y aprovechamiento. Un integrante debe obtener calificaciones sobre los 8 puntos.

Cada fin de quimestre, el director de la banda solicita a los chicos el reporte de notas, pues quien tiene calificaciones bajas puede ser retirado hasta que su aprovechamiento mejore.

Con respecto a los maestros, Mateo señala que algunos son permisivos con los integrantes de la banda, mientras que otros no.

“Cuando tenemos la presentación por las Fiestas de Quito, empezamos los repasos desde septiembre. En ocasiones los profesores nos permiten entregar deberes y trabajos después y, a veces, damos exámenes antes que los demás. Pero nosotros realizamos un doble esfuerzo, porque los repasos son muy duros”, dice.

En el aspecto físico, los jóvenes que pretenden ser parte de la escuadra de tambores, bombos, trompetas, flautines y liras deben medir más de 1,65 m. Antes de cada repaso, los alumnos realizan ejercicios de entrenamiento como trote, abdominales, etc. Los miembros de la banda aseguran que una buena condición física es necesaria para soportar las largas horas que duran las presentaciones.

Cristian Cajas, quien interpreta el tambor, lleva 6 años en la banda, dice que uno de sus sueños desde que entró al colegio fue ser parte de la cuadrilla. “No tengo palabras para describir lo que significa ser parte de la banda de guerra, somos un ícono del colegio y de la ciudad”.

Cristian apunta que uno de los gastos más fuertes cuando ingresan a la agrupación es la adquisición del uniforme, cuyo costo promedio es de $ 100. Aunque hay alumnos graduados que donan los trajes para las nuevas generaciones.

El mantenimiento de los instrumentos le corresponde a cada uno.

Desde hace 3 años, la banda cuenta con un grupo de 25 bastoneras. Las chicas no tocan instrumentos porque, según el director musical, Darwin Portilla, estos son sumamente pesados para que las muchachas los manejen. (I)

Datos

La lira se incluye en la banda de guerra del colegio Mejía desde 1975. Antes predominaban tambores y bombos en las presentaciones.

‘El coloso de la Vargas’ y ’Patrón Mejía’ son los apelativos con los que se conoce al colegio quiteño, que este año cumplirá 119 años de fundación. Las fiestas patronales de la institución se celebran en junio.

En el colegio Mejía se efectuó el primer curso premilitar a nivel de colegios en el país. El mayor Cornelio Izquierdo formó, en 1941, el Batallón Mejía (hoy la banda), que se presentó el 19 de marzo de aquel año.

La banda del colegio Mejía se ha presentado en países como Colombia y Bolivia. Además, acude a desfiles en diferentes ciudades del país. Al año realizan entre 30 y 50 presentaciones.

El uniforme tradicional de la banda estudiantil del colegio Mejía está compuesto por un casco, charreteras, banderolas, chaqueta caqui, pantalón sin bolsillos, guantes blancos, botines de charol y espolines.

A partir del año 2011, el colegio Mejía se acogió al decreto ministerial que exige que los planteles fiscales implementen en sus aulas sistemas de coeducación. Ingresaron, entonces, alrededor de 150 niñas. En 2012, el colegio recibió 250 alumnas y en estos últimos 3 años, la cifra se ha multiplicado.

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