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El Telégrafo
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Crónica a pie

El ciclismo urbano se toma las noches de la capital

El ciclismo urbano se toma las noches de la capital
Foto: Mario Egas / El Telégrafo
15 de noviembre de 2016 - 00:00 - Amanda Granda. Periodista

De lunes a viernes, cuando la ciudad oscurece y el flujo vehicular aumenta, la bicicleta, además de convertirse en una alternativa de movilidad, es la excusa perfecta para interactuar. ¿Cómo? Los paseos por los barrios tradicionales de la urbe, los piques, el descenso de gradas, la escuela y las competencias de bike polo son algunas de las alternativas que tiene la comunidad ciclística desde las 19:30.

Es lunes (19:00) y por la av. Amazonas, en el norte, el tránsito es lento. Por la calle Luis Cordero avanzan cinco ciclistas. Ellos son parte de una nueva generación que ha hecho de la ‘bici’ un estilo de vida.

Hace cinco años el grupo de amigos participa de los paseos nocturnos que recorren el Distrito Metropolitano de Quito (DMQ). Luis Armijos tiene 31 años y a sus 17, cuando se graduó del colegio, sus padres le regalaron una ‘bici’ de ciudad. Y es que hay bicicletas específicas para cada actividad, montaña, competencias, ruta, bicicross, pista, plegables, triatlón, entre otras.

El regalo de graduación de Armijos fue el inicio de su vida como ciclista urbano. Mientras pedalea recuerda que los cuatro años que duró su carrera universitaria se desplazó en dos ruedas. Ahora que se desempeña como diseñador gráfico en una empresa privada la ‘bici’ sigue siendo su compañera.

El grupo avanza, su primer destino es el parque Gabriela Mistral, ubicado en la zona rosa de la capital. Ese es el sitio de concentración para el paseo asignado: el bulevar de la av. 24 de Mayo. Hasta las 19:45 llegan cerca de 30 ciclistas (hombres, mujeres y cuatro adolescentes. Carla Olmedo toma la palabra y pide que el grupo se reúna.

Hacen un círculo, todos dicen su nombre, a qué se dedican y realizan un calentamiento corporal para no tener dificultades en el recorrido (3,5 km desde La  Mariscal hasta el bulevar).

Antes de que cada uno suba a su bicicleta, Olmedo da las últimas instrucciones: colocarse cascos, no separarse y respetar las señales de tránsito. “La idea es fluir y avanzar con el tránsito cotidiano de esta hora”, indica la joven. El grupo toma la avenida 10 de Agosto. Adriana Medina tiene una complicación con la cadena de su bicicleta. Avanza con lentitud y al tratar de unirse al grupo una camioneta gris cambia de carril sin aviso y frena su intención. “Esto lo vivimos a diario. Hacer que los conductores nos respeten no es una tarea fácil”, dice la mujer que está acompañada por sus sobrinos Agustín y Miguel, de 17 y 15 años, respectivamente.

Al llegar a San Blas, mientras por el carril derecho circulan con lentitud tres trolebuses, por el lado izquierdo avanzan los ciclistas. Juan Sebastián Castro pedalea de pie y cambia la marcha de su ‘nena’, como llama a su vehículo.

Por momentos cierra los ojos y empieza a subir por la calle Guayaquil. Él es uno de los ciclistas que realiza esa parte del recorrido sin mayor inconveniente. A la altura de la Plaza del Teatro, Claudia Peralta, universitaria de 21 años, se detiene. El cansancio se nota en su rostro. Se seca el sudor de la frente, toma un poco de agua de una botella plástica que lleva en su mochila y se anima a ascender la empinada vía. Lo hace, pero en menos de 10 metros frena otra vez.

Armijos, quien pedalea al final del grupo con el objetivo de que ningún ciclista se quede relegado, la espera y la anima a seguir el trayecto. Peralta le cuenta que es la primera vez que realiza un recorrido largo en bicicleta. La joven se toma unos 10 minutos y avanza. Al llegar a la parada del ‘Trole’ de la Plaza Grande, la vía cambia. Ya no hay subidas, solo un descenso hasta la altura de La Ronda. En ese tramo los ciclistas ya no necesitan realizar mayor esfuerzo. Suben a su bicicleta y pedalear se queda de lado. Algunos -incluso- sueltan el volante y elevan sus brazos.

Son las 20:40, el silencio y la atractiva iluminación de esa zona de la ciudad les dan la bienvenida. El grupo sube por la calle Rocafuerte y llega a su destino. Una vez más forman un círculo; mientras realizan ejercicios de estiramiento de sus brazos y piernas, Olmedo pide a los ciclistas que comenten su experiencia. Peralta levanta su mano y habla. La joven agradece la ayuda que recibió de Armijos. “Vine sola, pero durante el recorrido sentí el respaldo del grupo. Desde ahora vendré los lunes a los paseos”, dice Peralta. Todos la aplauden.   

Después de un paseo tranquilo por el bulevar, los jóvenes deciden pasar por La Ronda para degustar un típico canelazo. A las 21:30 se vuelven a concentrar para retornar al parque Mistral. Antes de que empiecen a pedalear, Armijos pregunta: “¿Quién se apunta mañana a un partido de bike polo? Las respuestas no se hacen esperar y al menos cinco de ellos aseguran su participación.

Datos del sistema Bici Q indican que a diario más de 20.000 personas usan las bicicletas públicas para movilizarse por la urbe. (I)

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