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El Telégrafo
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La ciudad produce alrededor de 2 mil toneladas diarias de desechos por lo que la cantidad que se separa y clasifica para su reaprovechamiento constituye no más del 1% de los residuos

Quito recicla 640 toneladas de basura al mes

El relleno sanitario de El Inga, ubicado 45 kilómetros al este de Quito e inaugurado en el año 2003, vive actualmente su tercera fase de utilización con la expansión de los cubetos de recolección. Foto: Archivo/ El Telégrafo
El relleno sanitario de El Inga, ubicado 45 kilómetros al este de Quito e inaugurado en el año 2003, vive actualmente su tercera fase de utilización con la expansión de los cubetos de recolección. Foto: Archivo/ El Telégrafo
06 de septiembre de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

Juana Lastra (58 años) recorre 3 días de la semana (lunes, miércoles y viernes) las calles de la urbanización Bellavista Alta, ubicada al noroccidente de Quito.

La mujer inicia su labor alrededor de las 06:30, abriendo fundas de basura de las que extrae materiales reciclables que vende a empresas encargadas de distribuirlas para su reutilización.

Lastra no usa guantes ni mascarilla en su trabajo a pesar del riesgo eso que implica. Cuenta que en más de una ocasión ha terminado con heridas en las manos debido a la presencia de vidrio y otros residuos peligrosos entre la basura. “Eso me ocurría sobre todo al principio (lleva 15 años dedicada a la tarea). Ahora, con la experiencia, tengo más cuidado, me resulta más fácil e incluso trabajo más rápido”, asegura.

Sobre el olor y el aspecto desagradable de algunos desechos dice que “la nariz y los ojos terminan acostumbrándose”, aunque reconoce que hay ocasiones en las que sí siente asco.

Juana no está afiliada a ninguna asociación de recicladores y, a veces, la acompaña alguno de sus hijos e incluso sus nietos cuando recibe el encargo de cuidarlos por parte de los primeros.

Aunque ejerce la actividad de manera informal, Lastra forma parte del ejército de personas dedicadas a la recuperación de residuos sólidos reutilizables que opera en el Distrito Metropolitano.

Decenas, quizá centenas, laboran a título personal y sin estar agremiados a ninguna organización reconocida, al igual que la tungurahuense, en distintos puntos de la capital.

Otros, sin embargo, actúan de forma organizada. Un ejemplo son los integrantes de las aproximadamente 1.500 familias que se dedican a la separación de residuos mediante el sistema de pie de vereda en 25 zonas de Quito.

El eje de acción de estas personas son las urbanizaciones Quito Tenis, Monte Serrín, Balcones del Norte, Ciudad Jardín, Terranova, 23 de Mayo y una veintena más de barrios ubicados en los sectores de El Bosque, el Pinar Alto, El Condado e Iñaquito.

Este sistema opera mediante la recolección de los desechos aprovechables en fundas celestes, las cuales son transportadas en camiones conters a los Centros de Educación y Gestión Ambiental (Cegam), en los que se realiza la recepción, acopio, separación y comercialización de las 40 toneladas que se receptan, en promedio, mensualmente.

Por este medio se clasifica papel, cartón, botellas, envases de plástico, PET (tereftalato de polietileno) y tetrapack, que se compactan para luego ser vendidos a diferentes empresas.

Los 18 gestores que participan en el proceso reciben un salario básico y están afiliados al IESS. Son 13 mujeres y 5 hombres, de los cuales, 4 son de la tercera edad, según comenta Laura Guanoluisa, una de las gestoras.

Así mismo, unos 225 integrantes de la Asociación Vida Nueva ejecutan una labor similar en la Estación de Transferencia Norte, ubicada en la zona de Zámbiza (este).

Allí, los recicladores separan los desechos reutilizables divididos en 2 turnos: 150 laboran en el día y los 75 restantes en la noche, de lunes a sábado. Se recuperan así unas 580 toneladas mensuales de material reaprovechable.

Otra forma de recolección y reutilización de residuos instaurada desde hace varios años en Quito es el sistema de tereques.

Se trata de un procedimiento establecido para que la ciudadanía se deshaga de basura voluminosa tal como colchones, muebles, inodoros, etcétera.

Actualmente, este sistema opera en las estaciones de la Empresa Metropolitana de Aseo (Emaseo) de la av. Mariscal Sucre y de la Forestal, de 08:00 a 16:00, los domingos.

Los residuos orgánicos constituyen el 54,69% de las alrededor de 2 mil toneladas diarias de desechos que producen, en promedio, los capitalinos.

Una pequeña parte de esto se aprovecha con fines agrícolas, sobre todo en zonas de la urbe que conservan características de ruralidad.

Rosa Puma (53), moradora del barrio Santa Anita (noroccidente), dice que deja poca basura para ser llevada en los carros recolectores municipales.

La mujer arroja a diario los restos de comida que consumen ella y su familia al terreno que tiene delante de su vivienda; en él cultiva, principalmente, maíz, además de papas, zambos y zapallos.

Esta especie de abono artesanal dista del compost que la teoría de utilización de residuos sólidos plantea generar a partir de la basura orgánica mediante su almacenamiento en estructuras especiales de biodigestión.

No obstante, para Puma la descomposición de cortezas, bagazo, semillas y más, sobre la superficie de su terreno, es suficiente. “Las mazorcas del choclo, los zambos y zapallos salen grandotes”, afirma.

El resto de desperdicios, sin embargo, van a parar al relleno sanitario que opera en el sector El Inga (al este) desde el año 2003.

En el espacio de 48 hectáreas (ha), ubicado a 45 km del centro urbano, entre Pifo y Sangolquí, se realiza la etapa final de la gestión del proceso de residuos sólidos.

Cuarenta hectáreas están conformadas como cubetos de disposición, como piscinas y como plantas de tratamiento. Se dispone de 8 ha, aproximadamente, para construir nuevos cubetos y seguir colocando residuos en el sitio.

Un equipo de 8 técnicos maneja las 3 áreas de tratamiento de los residuos, desde la parte de disposición, tratamiento de lixiviados y tratamiento de desechos hospitalarios. La metodología operativa del relleno contempla la construcción (excavación) de un espacio (cubeto) para la disposición final de los residuos sólidos, recubierto con una geomembrana, que es un plástico de alta resistencia e impermeable que protege al suelo natural de la filtración de los líquidos lixiviados y biogás. (I)

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