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El Telégrafo
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En el Distrito Metropolitano existen alrededor de 200 mil personas de la tercera edad. La venta informal es la forma más usual en que los miembros de este grupo poblacional que necesita ganarse la vida obtienen recursos.

Nueve de cada 100 quiteños son adultos mayores

La presencia de personas de la tercera edad vendiendo productos por las calles del Centro Histórico quiteño es común durante cualquier día de la semana. Por lo general, son ancianos sin ayuda de sus familias. Foto: Archivo / El Telégrafo
La presencia de personas de la tercera edad vendiendo productos por las calles del Centro Histórico quiteño es común durante cualquier día de la semana. Por lo general, son ancianos sin ayuda de sus familias. Foto: Archivo / El Telégrafo
15 de febrero de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

Luz Tipantuña (77) es una comerciante informal que vive en el sector de San Bartolo (al sur de la ciudad). Todos los días recoge objetos en desuso en casas de sus vecinos para luego venderlas. En un costal acumula viejas muñecas de plástico, relojes desgastados, flores de tela, ropa de segunda mano, alambres, planchas, vasos de licuadoras y un sinfín de cosas.

Ejecuta la recolección en horas de la tarde. Sus vecinas la conocen y no botan a la basura aquellos objetos que saben que le pueden servir. La anciana vive sola, pues sus hijos se fueron de casa y cuidan de sus respectivas familias.

Luz se dedica a la venta entre las 06:00 y las 12:00, de lunes a viernes y los fines de semana hasta las 16:00. Su zona de trabajo es una de las calles cercanas al mercado de San Roque (Centro Histórico).

La anciana es parte de un grupo de comerciantes que ocupan el puente peatonal que atraviesa la av. Mariscal Sucre a la altura de la calle Quiroga.

En las mañanas, llega con su cartón de objetos usados, su costal de ropa de segunda mano y, con lentitud, coloca sobre el muro los artículos. En medio de muñecas, osos, relojes, flores y alambres se sienta a esperar a sus clientes.

El valor de la mercancía no es mayor a $ 5 en promedio, pero si hay algún objeto en excelente estado, llega a venderlo hasta en $ 8.

Al mes logra obtener entre $ 40 y $ 60. Utiliza ese dinero en alimentación, transportes y, cuando le alcanza, compra las pastillas que calman su dolor de huesos. “Trabajo desde que era una niña. La calle siempre ha sido mi oficina y trabajaré hasta que Dios me lleve. Soy mi propio sustento. La calle es difícil; a veces los (policías) metropolitanos, los borrachos o los ladrones no me respetan a pesar de mi edad. Pero qué puedo hacer, sino trabajar”, comentó Luz.

Los detalles sobre las condiciones de vida de los adultos mayores del Distrito no constan en ninguna estadística municipal.

En el Distrito, unas 200 mil personas pertenecen a la población de adultos mayores (9,2% de la población total). De ellos, el 45% son hombres y el 55% mujeres.

No obstante, la mayoría de condiciones en que vive ese 9,2% de la población es desconocida para las autoridades pues no existe un registro que muestre cuántas personas de la tercera edad tienen vivienda propia, cuántos viven en situación de vulnerabilidad, cuántos son abandonados o cuántos trabajan de manera formal e informal.

Según la Secretaría Metropolitana de Inclusión Social, hasta el momento el dato más firme que poseen es el número de participantes del programa 60 y Piquito, creado durante la administración de Augusto Barrera. Al programa asisten alrededor de 12 mil personas.

Guillermo Manar (74), quien vive en el sector de San Juan, baja cada día por la calle Benalcázar hacia la Plaza Grande. Carga un bolso de tela en donde guarda peinillas y cepillos de dientes para venderlos.

Guillermo realiza esta actividad desde hace un año, pues —dice— su pensión ($ 320) no le alcanza para cubrir todos sus gastos. Entre los cuales están el pago del arriendo, alimentación y la compra de medicinas para la diabetes.

“Soy farmacéutico, solicité trabajo en empresas conocidas en Quito, pero no me dieron ninguna oportunidad; claro, tengo 74 años. Quizá pensaron que en algún momento podía morirme en el trabajo. Lo intenté varias veces, pero fue inútil. Y desde entonces me dedico a vender estos productos”, comentó.

Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que, por lo general, los adultos mayores que tienen trabajo laboran de manera informal. “Esta tendencia es una señal de alerta, dado que la mayor propensión de un adulto mayor de entrar como informal a la estructura ocupacional, aumenta la tendencia a estar desprotegido contra riesgos que crecen exponencialmente con la edad”, señala el texto.

En el caso de la capital, la Agencia Metropolitana de Control (AMC) tiene un registro que indica que existen alrededor de 9 mil comerciantes informales; en el último año, 2.441 vendedores se capacitaron para lograr su regularización, de este número, 150 personas son adultos mayores, 102 son mujeres y 48 son hombres.  

La edad de jubilación es otro factor que produce la necesidad laboral por parte de una persona de la tercera edad. En el Ecuador, un trabajador se puede jubilar a los 60 años, si es mujer, y 65, si es hombre.

En el texto Ciudades Globales Amigables con los Mayores: Una Guía, de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se indica que en Latinoamérica, los adultos mayores no dejan de contribuir a sus comunidades después de su retiro de la actividad económica formal por las razones expuestas.

No obstante, el estudio realizado a través de grupos focales de la tercera edad de diferentes países indica que los adultos mayores enfrentan una variedad de barreras para hallar empleo o permanecer en él. Además, considera arbitraria la existencia de políticas que establecen el retiro obligatorio a determinada edad.

En el caso del Distrito Metropolitano, el Instituto de la Ciudad señala que el 47% de adultos mayores está afiliado al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) o a sus similares de las FF.AA. y la Policía. Pero de ello deriva que el 53% no está afiliado.

“De los 116.219 adultos mayores que no aportan (53%), apenas 10.810 (9%) tienen seguro de salud privado, lo que significa que alrededor de 100 mil personas mayores a 65 años se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad”, dice el estudio.  

Hasta el momento, el Municipio no ha creado una propuesta clara para lograr su objetivo, pero la Secretaría de Inclusión trabaja en propuestas más concretas que el simple hecho de recompensa tributaria.

“Promoveremos la contratación de adultos mayores de 65 años en adelante estableciendo beneficios tributarios en el impuesto de la patente por la contratación de adultos mayores en nómina. Los descuentos que se aplicarán van del 10% al 30% de acuerdo al porcentaje de adultos mayores contratados en nómina”. Así reza la propuesta de campaña del alcalde de Quito, Mauricio Rodas, con respecto a la inclusión laboral en la tercera edad.

Al respecto, Margarita Carranco, secretaria metropolitana de Inclusión Social, comentó que el Cabildo tiene pensado implementar 4 políticas con respecto a la situación del adulto mayor: 1) mejoramiento del programa 60 y Piquito; 2) creación de la procuraduría del adulto mayor; 3) un nuevo modelo de gestión en el marco de los derechos de las personas de la tercera edad; 4) creación de programas laborales compartidos con Conquito en asesoría de emprendimiento.

El punto 4 aún no se aplica, pero estaría en fase de experimentación. Esto porque la Secretaría y Conquito, en conjunto, manejan un plan piloto en el cual se está trabajando con 11 personas en condiciones vulnerabilidad, entre ellas adultos mayores.

Las 2 instituciones realizan un análisis socioeconómico de los participantes y dependiendo de los resultados, se da inicio a un proceso de capacitación en emprendimiento económico y productivo.

Carranco sostuvo que se está preparando un paquete de proyectos para las personas de la tercera edad en situación de vulnerabilidad. “Existen diferentes casos. Hay quienes tienen una pensión; otros no. Todo será estudiado por la Secretaría para que la mayoría de adultos mayores sea beneficiada de los proyectos que genere Conquito y la Secretaría”, aseguró.

En términos generales, la implementación de los 4 ejes está en proceso de construcción, pero en el caso de la inserción laboral del adulto mayor, se requiere necesariamente contar con cifras. Carranco aclaró que su Secretaría tiene vacíos de información en el aspecto laboral del adulto mayor. “Solamente tenemos información de la unidad del Patronato San José sobre las personas que asisten al programa 60 y Piquito”, explicó.

Además, Carranco aclaró que la entidad que dirige está en un proceso de construcción de nuevas agendas sociales con respecto a la situación del adulto mayor.

El primer análisis fue realizado con el apoyo de una organización externa. El estudio se basó en el acceso a servicios que el adulto mayor tiene en el Distrito, con qué porcentaje de atención cuenta y qué tipo de protección tiene.

Además, aclaró que con el Instituto de la Ciudad, la Secretaría empezó a trabajar en una línea base, tomando los datos del Inec y de organizaciones no gubernamentales para conocer con exactitud qué porcentaje de población de la tercera edad se encuentra en estado de vulnerabilidad.

DATOS

El mundo está envejeciendo rápidamente: para el 2050 el número de personas de 60 años y más como proporción de la población global se habrá duplicado.

Los países en desarrollo están envejeciendo a un ritmo mayor que los países desarrollados: dentro de 5 décadas, poco más del 80% de las personas mayores del mundo vivirán en países en desarrollo.

En los últimos 20 años, la población adulta mayor en el DMQ, ha pasado de representar el 6,3% de la población total en 1990 al 9,2%, en 2010. El crecimiento de este grupo etario fue del 130%.

El 17% de este grupo la tiene en diversos tipos; es decir, 33.968 adultos mayores de Quito padecen discapacidad leve, moderada o severa, lo que limita de una u otra forma su calidad de vida.

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