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Para la elaboración de los cernidores se usa madera de pumamaqui y cerdas de cola de caballo

La fabricación de cedazos sigue viva gracias a 18 artesanos

Juan Manuel Oyacato dedica más de 12 horas diarias a la confección de cernidores artesanales de madera y pelo de caballo. Empezó este trabajo a los 7 años.
Juan Manuel Oyacato dedica más de 12 horas diarias a la confección de cernidores artesanales de madera y pelo de caballo. Empezó este trabajo a los 7 años.
Foto: Miguel Jiménez / EL TELÉGRAFO
22 de abril de 2017 - 00:00 - Redacción País Adentro

Juan Manuel Oyacato lleva 62 de sus 69 años de vida dedicado a la producción artesanal de cedazos hechos con madera de pumamaqui y tela formada con pelos de cola de caballo.

A los 7 su padre puso en sus manos los materiales y las herramientas para que se adiestrara en la elaboración de esos elementos que sirven para separar las partes gruesas de la finas en la cocina.

Era casi una obligación tratándose de alguien nacido en Guangopolo, parroquia rural ubicada 15 minutos al suroriente de Quito.

La población es considerada por propios y extraños como la ‘capital nacional del cedazo”. El sábado anterior, inclusive, se celebró allí un gran festival en honor a ese instrumento de cocina.

Guido Paucar (42), artesano e historiador popular, señala que el conocimiento de la fabricación de cernidores de madera y cola de caballo se mantiene en todas las familias de la parroquia.

Sin embargo, de acuerdo con sus cuentas, únicamente 18 personas ejecutan esa labor cotidianamente y en la mayoría de los casos se trata de adultos mayores.

Un ejemplo de esta situación es lo que ocurre en el hogar que Juan Oyacato formó con María de Lourdes Tibanta, hace 48 años. Ninguno de los 10 hijos del matrimonio Oyacato-Tibanta ha mostrado interés en continuar con la labor que sirvió a sus padres, en buena parte, para alimentarlos y darles alguna profesión, señala don Juan Manuel.  

Al hombre, sin embargo, no le sorprende esta situación. Casi le parece normal si se toma en cuenta que a él armar cuatro o cinco cedazos le significa laborar entre las 07:00 y las 22:00 sin descanso.

Además, la proliferación de elementos similares, hechos de materiales plásticos, ha contraído la demanda de cernidores artesanales.

A ello se suma -apunta Paucar- la modificación de hábitos alimenticios que ha hecho que la producción casera de platos en los que se requiere el uso del cedazo se haya reducido drásticamente.  

“Hoy todo es cosas fritas y comidas rápidas en mayor medida. En muchos casos la gente compra el cedazo como un adorno para la cocina o alguna otra parte de la casa”.

La técnica de tejido de la cola de caballo se ha mantenido. El uso de telares artesanales se adapta a la textura y resistencia del material entretejido. Foto: Miguel Jiménez / EL TELÉGRAFO

Juan Manuel y María de Lourdes se dedican actualmente a tiempo completo a la tarea, luego de que él se jubilara de su empleo en la Empresa Eléctrica Quito (EEQ), en donde trabajó en la planta de generación que existe desde hace décadas en la parroquia capitalina.

La esposa, quien se ocupa de crear malla fina a partir del pelo de la cola del caballo, comenta que por el tiempo que realizan la labor cuentan con algunos clientes fijos.
Estos llevan el producto a Quito, Guayaquil, Cuenca y otros puntos del Ecuador. Sin embargo, no falta quien, por iniciativa propia o petición de alguien, llegue hasta Guangopolo para comprar cedazos y llevarlos a EE.UU. o Europa.  

Además, desde hace unos cuatro o cinco años el matrimonio amplió su red comercial integrándose al Centro Artesanal ‘El Cedacero’, construido por el Municipio de Quito en el centro de la población capitalina. En el espacio se exhibe, en la actualidad, el trabajo que ejecutan 11 artesanos de Guangopolo, a quienes el sitio les sirve como vitrina de exhibición y base para obtener clientes.

No todos quienes están integrados al Cedacero elaboran el instrumento de cocina.

El propio Paucar divide su tiempo entre la confección de cernidores artesanales y la elaboración de derivados del líquido extraído del penco azul, al que los indígenas y campesinos llaman chawarmishki. El hombre fabrica jarabes, mermeladas y otros elementos a partir de la planta.

Fanny Barahona ofrece, en cambio, prendas de vestir confeccionadas en base de lana. La mujer afirma que antes solo vendía el producto de su tejido a algún familiar o conocido, pero que el centro artesanal le ha permitido expandir su oferta. (I)

DATOS

Los habitantes de la parroquia Guangopolo se reconocen como descendientes del pueblo Quito. Lo sostienen basados, por ejemplo, en particularidades lingüísticas que los diferencian del quechua general.

Así, los pocos habitantes que todavía hablan la lengua aborigen afirman que la terminación ‘polo’, del nombre de la parroquia, viene de la palabra autóctona ‘pulo’ o ‘pulu’, que significa familia.

En tanto que a la raíz guango se le asignan dos significados posibles. Uno es grupo. La otra acepción aceptada es que guango significa pelo recogido, en alusión a los peinados que usaban los habitantes.

El pelo de cola de caballo con que se fabrican los cedazos es traída de Colombia, en tanto que la madera es recogida a lo largo de la Sierra. El pelo de caballo se usa, actualmente, para hacer también plumeros, correas, llaveros, cepillos, etc.

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