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El Telégrafo
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La ciudad tiene planes para evitar que la explosión de alguna elevación afecte el servicio de agua

La caída de ceniza es el principal riesgo volcánico para Quito

La afectación del Pichincha a la ciudad, a través de lahares, solo ocurriría en caso de una erupción muy grande.
La afectación del Pichincha a la ciudad, a través de lahares, solo ocurriría en caso de una erupción muy grande.
Foto: Álvaro Pérez / EL TELÉGRAFO
07 de octubre de 2017 - 00:00 - Redacción País Adentro

El 31 de agosto de 2016, la Alcaldía de Quito inauguró pasos elevados de tubería de agua sobre los cauces de los ríos Pita, Santa Clara y San Pedro, en el sector del valle de Los Chillos, al suroriente de la capital.

La obra costó $ 13 millones, divididos entre tubería ($ 6,3 millones) y elementos complementarios tales como estaciones de bombeo ($ 6,7 millones).

El objetivo es evitar que lahares (flujos de lodo) generados por una eventual erupción del Cotopaxi afecten el abastecimiento del líquido a la ciudad.

Los Chillos es prácticamente la única zona consideraba urbana de Quito, ubicada en un área de influencia volcánica directa.

Los análisis del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional determinan que en la mayoría de los casos, la caída de ceniza sería el efecto principal de una erupción.
Esto aunque la ciudad está rodeada de volcanes y, al menos, tres de ellos se encuentran activos y dos son potencialmente activos.

Daniel Andrade, técnico del Geofísico, señala entre estos al Pichincha, la montaña que tutela a la urbe.  

El último episodio eruptivo de esa elevación ocurrió el 5 de octubre de 1999, cuando el hongo producto de una explosión se elevó más de 12 kilómetros de altura y cubrió la ciudad con una capa de ceniza.

Andrade considera que lo ocurrido hace 18 años da cuenta, muy descriptivamente, de los efectos del Pichincha sobre la ciudad.

El técnico considera que la llegada de lahares a través de las quebradas es un evento improbable y que ocurriría en caso de una erupción extremadamente grande.

Dos elevaciones que flanquean la urbe, aunque a cierta distancia, son los volcanes Cayambe (nororiente) y Antisana (suroriente).

Ambos son considerados activos. Sin embargo, al igual que ocurre con  el resto de nevados y montañas cercanos, su efecto principal sobre la ciudad sería la expulsión de roca pulverizada y su caída.

Un ejemplo fue lo ocurrido el 3 de noviembre de 2002, cuando el Reventador lanzó una columna de humo y cenizas que recorrió los alrededor de 100 kilómetros que lo separan de Quito y alcanzó la urbe.

Esta última caída de ceniza, pero sobre todo la de 1999, mostraron la afectación que puede tener un fenómeno de este tipo sobre las actividades de la gente. No obstante, el técnico del Geofísico considera que, al igual que ocurre con los eventuales lahares del Cotopaxi, la incidencia sobre los servicios básicos sería un efecto.

Al respecto, un tema sensible es la eventual afectación del sistema de producción y distribución de agua potable.

Frente a ello, además de la construcción de los pasos elevados sobre cauces de ríos, el Cabildo anunció la existencia de otros planes de contingencia cuando se conoció de la reactivación del Cotopaxi.

El alcalde Mauricio Rodas señaló, entonces, que de las 21 plantas potabilizadoras con que cuenta la ciudad, 18 tienen cobertores fijos y tres móviles. Además, se anunció la reactivación de pozos del acuífero de la zona de Iñaquito, los que entregarían 700 litros por segundo (l/s). (I)

La incidencia directa de una eventual erupción del Cotopaxi ocurriría básicamente en el sector del Valle de Los Chillos, a través de flujos de lodo. Foto: Mario Egas / EL TELÉGRAFO

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