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El Panecillo, barrio, mirador y testigo de la historia de Quito

La llamada olla de El Panecillo fue construida a inicios del siglo XIX y servía como reservorio de agua.
La llamada olla de El Panecillo fue construida a inicios del siglo XIX y servía como reservorio de agua.
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El cerro de El Panecillo o Yavirac  (como lo conocían los aborígenes) tiene unos 300 metros de altura y marca el antiguo límite sur capitalino. Desde su cumbre se divisan las modernas edificaciones que pueblan el norte de la ciudad, las casas del sur y los templos que identifican al Centro Histórico.

Considerado como uno de los iconos turísticos de la ciudad, la elevación recibe anualmente unos 65 mil visitantes, según cálculos municipales. “Es sin duda uno de los miradores más cautivantes de la ciudad”, comentó Gerónimo Pizarro, un viajero proveniente del Perú.
Las faldas de la loma están compuestas por bosques, casas de adobe y construcciones modernas, levantadas a desnivel sobre la pendiente de la montaña. 

El tradicional y único acceso carrozable es la calle Melchor de Aymerich (nombre del último presidente de la Real Audiencia de Quito), un antiguo camino en forma de espiral que atraviesa el barrio y culmina en la  estatua de la Virgen de Quito, formada por 7 mil piezas de aluminio ideada por el artista español Hernán Matorras, para crear una réplica gigante de la Virgen de Quito de Bernardo de Legarda.

A pesar de la reputación de inseguro que tiene el barrio entre la generalidad de los quiteños, sus moradores comentan que el sector es tranquilo y más seguro desde hace unos 4 años. Esto porque las autoridades municipales decidieron realzar turísticamente al lugar y ejecutaron reformas como la reubicación de las ventas ambulantes, la mejora de la señalización, la instauración de un mayor control policial, el mejoramiento de los jardines, etc.

En la zona viven unas 14 mil personas, las que forman alrededor de 700 familias. Algunas de ellas llevan hasta 4 generaciones en el lugar. Ese es el caso de Aída Ortíz (81 años), quien reside desde niña en la calle Aymerich. “Todo la ladera estaba cubierta de hierba, había un bosque y jugábamos hasta altas horas sin ninguna preocupación. El barrio era muy unido. Recuerdo que con mingas logramos arreglar caminos, conseguir el alcantarillado, la luz y más obras”, comentó la mujer.

Desde inicios del siglo XX, El Panecillo comenzó a ser un atractivo turístico de la ciudad y a mediados de la segunda década de esa centuria, el cerro se fue conformado como un barrio; las primeras casas de adobe fueron construidas en las faldas de la montaña y la Municipalidad invirtió en equipamiento como lavanderías y baños públicos.

“Los caminos eran de tierra, no había buses para llegar y recuerdo que subíamos a pie o por una escalinata a nuestras casas”, comentó María Aurora Milataxi (91), quien también mencionó que uno de los problemas que tuvo durante muchos años el sector fue la falta de servicios básicos.  
Al final de la década del sesenta, la zona recibió finalmente obras de servicios básicos, con lo que la calidad de vida de sus habitantes mejoró notablemente.

Aída recordó que gracias a las gestiones realizadas por Georgina Carrillo, vecina y líder barrial, se lograron muchas de las obras. De hecho, varios antiguos moradores recuerdan con gratitud el trabajo desarrollado por Carrillo y aún hoy la ven como una mujer que amó al barrio y luchó por su desarrollo.  
Actualmente, a pesar de la importancia turística que tiene El Panecillo, sus vecinos exigen mayor preocupación de parte de las autoridades. Entre las necesidades del sector —de acuerdo con sus habitantes— están el arreglo de la vía principal, el mejoramiento de los espacios verdes, la provisión de alcantarillado en todo el sector y el mejoramiento de la seguridad, especialmente en la zona donde culmina la calle García Moreno.
 
Riqueza histórica quiteña

Según diversos estudios, en la época prehispánica, El Panecillo (Yavirac) constituía un lugar de adoración a las deidades locales. Incluso antes de la conquista incaica, los pobladores consideraban al lugar como un espacio sagrado. Algunas fuentes señalan también que el montículo sirvió como un observatorio astronómico natural por su ubicación geográfica, relativa accesibilidad y altitud.
En la época colonial, la loma de Yavirac recibió su actual denominación. “Para la etapa de la conquista europea, a la colina del Yavirac, como la llamaban los incas, los españoles le dieron varios nombres como ‘el cerro gordo’; luego tuvo el nombre de Panecillo, por parecerles a los habitantes europeos que su forma semejaba la de los panes de azúcar”, señala el libro Panecillo, memoria histórica y cultura.
En ese período, El Panecillo fue considerado como un sitio estratégico-militar, ya que permitía una gran visibilidad, puesto que en  los siglos XVII y XVIII, la Real Audiencia atravesaba una fuerte crisis económica y las rebeliones de criollos y mestizos eran frecuentes.

En el libro Insumisa Vecindad, de Manuel Espinosa Polo, se relata la batalla de El Panecillo, ocurrida durante las luchas por la independencia de la República.
 En ese entonces, jóvenes y soldaderas de San Roque (mujeres guerreras al mando de María Ontaneda) se tomaron la cima del cerro para enfrentar a los españoles, aunque fueron vencidos por la superioridad militar de estos.

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