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Chillogallo pasó de ser ‘el granero de Quito’ a una zona con alto desarrollo urbano

En el parque central de Chillogallo se encuentra el Museo de Sucre. En ese sitio están armas, uniformes, documentos y más que utilizaron los soldados que lucharon en la Batalla de Pichincha. Foto: Álvaro Pérez /  El Telégrafo
En el parque central de Chillogallo se encuentra el Museo de Sucre. En ese sitio están armas, uniformes, documentos y más que utilizaron los soldados que lucharon en la Batalla de Pichincha. Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
01 de febrero de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

El parque central de Chillogallo, ubicado en el sur de la ciudad, es, al mediodía, el sitio favorito de los abuelos para pasear con sus nietos. El lugar es tranquilo en comparación con el bullicio del tráfico de las calles Carlos Freire y Julián Estrella.

Los niños corren y alimentan a las palomas mientras sus abuelos conversan bajo la sombra de los árboles y las palmeras que hace más de un siglo pertenecieron a los párrocos mercedarios del sector.

Víctor Herrera (79) visita el parque todos los días y lo considera importante y especial para su vida por 2 razones: cuando ese sector era una hacienda, su padre trabajó allí y en segundo lugar porque recuerda que en esa zona, Antonio José de Sucre planificó la estrategia final para la batalla del Pichincha del 24 de mayo de 1822.

La casa donde pernoctó el legendario Mariscal en aquella época fue un convento, el cual está conformado por 4 habitaciones, que ahora son salas de biblioteca, mientras que las otras estancias son salas de museo.

En su interior aún se puede observar documentos, libros, retratos, armas de la época, entre otros objetos. Además, en el centro del inmueble se encuentra un patio con el piso cubierto de piedra.

Don Víctor admira al héroe independentista y mientras mira el monumento del Mariscal montado a caballo, recuerda. “Mi padre y mi abuelo me contaban que 2 días antes de la Batalla de Pichincha, Sucre y sus tropas descansaron en esta hacienda y en la noche planearon junto a las tropas de los patriotas el ataque definitivo a la corona española. Mi abuelo me dijo de niño que Sucre llegó a las 24:00 y que a esa hora cantaban los gallos. Entonces, el Mariscal dijo: ‘saldremos con el primer chillido del gallo’”.

Esta es una de las historias que se narraban respecto al nombre de la parroquia y el origen de la palabra Chillogallo.

Según el libro Memorias de Chillogallo, del investigador Patricio Palacios, el nombre de la parroquia surge del vocablo kichwa chalag, que está relacionado con las actividades agrícolas del poblado, que tenía la característica de poseer tierras propicias para la siembra y la cosecha de granos.

A este significado se le habría complementado con la palabra alli que significa bueno y bondadoso. Y así surge una significación de la palabra Chilagalli (buena siembra).

Pero con la conquista, los religiosos de la orden mercedaria habrían invertido el vocablo kichwa castellanizándolo por el nombre de Chillogallo.

A Chillogallo también se lo conocía con el calificativo ‘Envoltura del cielo’. “En vacaciones de verano desde que amanecía hasta que el sol se ocultaba ninguna nube cubría el cielo”, contó Enrique Barrionuevo, morador del sector.

Durante 2 siglos, Chillogallo fue un territorio conformado por haciendas ganaderas y agrícolas. Entre las haciendas más grandes e importantes del sector y la época estaban Las Cuadras, Santa Rita, San José y el Carmen.

La memoria de los moradores más antiguos de Chillogallo describe a la parroquia como un lugar hermoso, rodeado por algunas quebradas por las cuales corrían riachuelos de aguas cristalinas junto a extensos bosques.

Así mismo, comentan que sobre las lomas del cerro Puengasí se hallaban extensos sembríos de trigo, cebada y maíz. Mientras que en las haciendas ganaderas, como Las Cuadras, que hoy es un parque metropolitano, cientos de cabezas de ganado cubrían verdes pastizales.

Esos mismos sitios son ahora ocupados por la terminal Quitumbe y el centro comercial Quicentro Sur.

Hace más de 100 años, el sector era conocido como el ‘granero de Quito’, pues las haciendas alimentaban a la ciudad.
Luis Trujillo (85) es uno de los moradores más antiguos del sector y ha dedicado más de 2 décadas de su vida a recopilar las memorias de Chillogallo.

Trujillo comentó que la mayoría habitantes de la zona trabajaban en las haciendas y que cada martes, considerado día de feria, en carretas o en burros, se trasladaban los productos de esa labor.

“Todos los martes se comercializaba en la Plaza 24 de Mayo las harinas que se producían aquí en Chillogallo. Éramos considerados como el granero de la ciudad. La leche era entregada en una de las casas de la familia Urrutia, cerca de La Merced”, recordó don Luis.

A partir de 1970, con la invasión de la hacienda La Argelia, al sur de Chimbacalle, los hacendados de Chillogallo empezaron la venta y parcelación de sus tierras. Además, la reforma agraria emitida en 1964 hizo que esos territorios se desmembraran. “Las haciendas comenzaron a parcelarse porque sus dueños temían a las invasiones, tal como ya había sucedido en otras. Ahora, aquel Chillogallo agrícola y ganadero desapareció, no es más que un recuerdo”, dijo Trujillo.

En 1972, el exmandatario militar Guillermo Rodríguez Lara declaró a Chillogallo como parroquia urbana. Por esas fechas, en el sector habitaban 1.700 personas. En la actualidad, el sector tiene alrededor de 57.250 habitantes.

Y efecto, de aquel valle agrícola no queda más que el recuerdo. Chillogallo es actualmente un sector que tiene como principal actividad el comercio. Al borde de la av. Mariscal de Sucre se encuentran locales de electrodomésticos, abastos, restaurantes, entre otros. También el comercio informal es parte del convivir del sector.

Al interior de los 28 barrios que conforman Chillogallo reina el silencio, sus calles estrechas son poco transitadas. En la zona céntrica de la parroquia las casas son de 2 pisos, ordenadas, y en los barrios aledaños ubicados en las lomas que rodean al sector existen casas aún sitiadas por sembríos de maíz.

“No podemos calificar al sector como tranquilo, pues existe mucha inseguridad. En ocasiones se ve a grupos de jóvenes consumiendo alcohol y hay expendio de drogas en algunos barrios, un problema que también enfrentamos a diario”, comentó Rosario Maldonado (39), moradora del barrio Santa Ana de Chillogallo.

Para Roxana Játiva (56), la zona cambió a partir de 1990, pues muchos moradores tradicionales vendieron sus casas y se mudaron al norte o a los valles. Así mismo, la migración de personas provenientes de la Costa y de la Sierra Centro habría hecho que la cotidianidad del sector se modificara.

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