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Hombres, mujeres y niños tienen su oportunidad de ‘torear’

Aloasí vive el carnaval con la corrida de borregos

Simón embiste a uno de los arriesgados ‘toreros’ improvisados que disfrutaron un carnaval diferente.
Simón embiste a uno de los arriesgados ‘toreros’ improvisados que disfrutaron un carnaval diferente.
Foto: John Guevara/ El Telégrafo
08 de febrero de 2016 - 00:00 - Redacción Quito

El atardecer del sábado pasado, primer día del feriado de Carnaval, aún tenía sabor a fiesta en la parroquia Aloasí, un pequeño poblado que se encuentra a menos de 10 minutos de Machachi, en el cantón Mejía, provincia de Pichincha.

En la localidad, asentada en las faldas del monte Corazón, corría cierto viento frío, típico del mes de febrero, pero aún así, en los patios de las casas retumbaban los gritos y risas de grandes y pequeños, y no solo porque se mojaban con agua, anilina y espuma, sino porque disfrutaban de una inusual corrida, no de toros, sino de borregos.

Después de la misa y del desfile que se realiza todos los años, lugareños y visitantes se dirigieron a pocas cuadras del barrio El Tambo, en donde la música de una banda de pueblo invitaba a celebrar el carnaval de una manera diferente: en el tentadero de Paúl Sambache se anunciaba una corrida inusual que convocaba a los más arriesgados e inexpertos ‘toreros’.

Pechito, Simón y Pepito fueron los borregos que salieron al ruedo para deleite del público. En un corral de madera se realizó la corrida de los 3 ‘ejemplares’, pertenecientes a la hacienda Rancho Preñado Viejo, de Paúl Sambache.

Tal cual una corrida de toros de pueblo, el espectáculo empezó con el paseo de los animales alrededor del corral. La gente aplaudía alegre al son de la música nacional y esperaba con ansia que empiece el toreo de Simón, el borrego ‘mocho’, es decir, el más bravo de la jornada.

Simón no estaba asustado ni nervioso ante la constante bulla de los asistentes. Miraba a todo lado, hasta que el primer ‘torero’ se arriesgó a saltar al ruedo.

La capa fue entregada a Juan Fernando Rocha (22 años), quien en cambio se mostraba nervioso. La adrenalina del momento lo empujó hacia Simón, que en un primer momento no le hizo caso, pero ante la persistencia del ‘torero’ reaccionó y tras un impulso inesperado lo embistió. Los gritos no se hicieron esperar y Fernando, con habilidad, lo cubrió con la muleta.

El joven aficionado mencionó que en varias ocasiones los borregos lo han golpeado: “Tuve varios percances antes de aprender a torear, recuerdo que una vez me distraje y un borrego me lanzó 3 metros fuera del ruedo”, recordó.

“Va Simón”, “presiónale”, “llega”, “moléstale”, “hey, Simón” gritaba Paúl Sambache para incentivar el ataque del borrego, que en menos de 40 minutos tuvo hasta 5 ‘toreros’. Alrededor del ruedo los asistentes motivaban a los ‘toreros’. Cada embestida que parecía peligrosa provocaba gritos y risas. Varios fueron los participantes que terminaron en el suelo.

Para que se cumpla esta actividad, los borregos son entrenados durante 6 meses por 3 horas al día.

Sambache explicó que los animales no son torturados ni agredidos, y que los borregos solo siguen el color de la capa y su voz. “Hace un año surgió esta iniciativa en un encuentro familiar, pues en mi hacienda, que se ubica en el sector del Chaupi, no solo me dedico a la ganadería y a la producción de leche, sino a esta afición, que creo es sana y recreativa para la gente”, dijo.

Llegó el turno de Pepito, fue la oportunidad para que las mujeres también se luzcan en la corrida. Rosángela Naranjo, esposa de Paúl, fue quien realizó la primera demostración. Este segundo borrego era menos bravo, pero sí más dinámico con sus ‘toreras’.

Ana María López participaba por primera vez, pero su inexperiencia no le preocupaba, pues quería divertirse con esta nueva forma de corrida. “La adrenalina es lo que da valor, aunque el borrego sea tranquilo, la embestida provoca miedo y emoción, eso es lo que a una le incentiva a seguir”, comentó.

Finalmente, la distracción para los niños estuvo a cargo de Pechito, borrego que con tranquilidad paseaba a los más pequeños por el corral.

Sin embargo, algunos niños se animaban a torearlo, pero al hacerlo y soportar la embestida del borrego, aunque no era fuerte, terminaban en el piso llorando y asustados. (I)

DATOS

En Aloasí, en el cantón Mejía, provincia de Pichincha, la mayoría de habitantes de esta parroquia rural se dedican principalmente a actividades agropecuarias.

Los borregos se preparan de 2 a 3 horas al día. Según su propietario, no reciben ningún tipo de maltrato, pues solo los entrenan para que sigan la voz de su dueño y el color de la muleta.

El tentadero en donde se realiza desde hace algún tiempo la corrida de borregos se ubica en las calles José Ignacio Albuja y El Calvario. Este espacio está cubierto de césped para la protección de los asistentes y de los animales. La actividad no representa riesgo.

El tentadero se ha ido convirtiendo en un  sitio turístico, pues se encuentra a pocas horas del volcán Illinizas, además, está rodeado de cascadas y bosques. (I)

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