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El Telégrafo
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Saqueador de tumbas

Saqueador de tumbas
15 de julio de 2018 - 00:00 - Iván Rodrigo Mendizábal

Como tal se podría traducir el título de la película Tomb Raider (2018), de Roar Uthaug, aunque se debería pluralizar el término “saqueador”, en el contexto del filme, en la medida que su argumento trata de buscadores de tesoros (los buenos) y saqueadores de tumbas (los malos). La diferencia está en que los unos son filántropos, y los otros, ambiciosos que, al tener algún objeto extraído, podrían dominar el mundo.

La película reedita una serie de películas anteriores con el mismo nombre, además que actualiza su origen, un videojuego de aventuras de 1996 donde aparece la heroína Lara Croft, una mujer autosuficiente y decidida a emular los pasos de su padre, un explorador. En esta nueva versión fílmica es como si comenzáramos de nuevo, con una Lara que debe aprender a madurar y enfrentar el peligro y, con la misión de hallar a su padre, ayudarle a frenar los intereses de unos malevos corporativos quienes están detrás de una tumba, su contenido y, sobre todo, un arma letal.

La película se centra en la acción y unos pocos detalles que nos hacen entender que la heroína aprende y razona con rapidez, lo cual demuestra su sagacidad. El filme trata de emular la naturaleza de todo videojuego: entrar en niveles de peligro, correr, saltar, saber usar armas, pelear, enfrentar las adversidades. Esto quiere decir que Tomb Raider es una suma de movimientos de cámara, de efectos especiales, de espectacularidad de planos. Pronto caemos en cuenta que falta desarrollo sicológico a sus personajes, su trama se torna débil y hasta esquemática, sin descontar el excesivo exotismo al mostrar culturas no occidentales.

Y he aquí el problema: Tomb Raider es el ejemplo del típico cine norteamericano colonialista. Las acciones se desarrollan en mundos exóticos; el saqueo de tumbas implica el saqueo a formas de cultura incomprensibles a la mirada occidental; esto se tapa con la imagen sensual de una mujer y un discurso sobre la paternidad perdida; los buenos, como son filántropos (es el caso de Lara) actúan “éticamente”, pero sus engendros (esos que ellos formaron en el saqueo) lo hacen malosamente. En conclusión: Tomb Raider, como cine de aventuras actualiza el mito del extranjero que, en territorio exotizado, le interesa salvaguardar los tesoros, pero a nombre de corporaciones y de las culturas que, además “desconocen” de su legado. (O)  

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