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Ecuador, 29 de Marzo de 2024
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El Telégrafo
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La moral de la mafia

La película de Martin Scorsese, El irlandés (2019), nos ubica dentro del mundo de la mafia organizada en los Estados Unidos. Scorsese es uno de los cineastas que puso el ojo a dicho mundo en algunos de sus filmes anteriores donde retrató los conflictos internos de mafiosos, sus redes, las derivaciones de sus actos en el contexto social y político de la época que vivieron. Scorsese enfatiza en la exploración sicológica de sus caracteres.

El irlandés sigue al mundo invisible de la mafia, la cual, ha penetrado a los sindicatos. Contrapuesta a la imagen del irlandés, Frank Sheeran, un criminal perteneciente al sindicato de transportistas, está la de Jimmy Hoffa, líder sindical con influencia en la política norteamericana, que supo usar su poder en conexión con el crimen organizado.

Scorsese realiza su historia del sindicalismo norteamericano a partir del desarrollo de Sheeran. Es desde sus acciones, las amistades que logra y el padrino que lo protege que vamos entendiendo el obrar de un sector social que pudo enfrentar y poner en entredicho al gobierno y la política usando los vínculos determinados por la violencia.

También comprendemos que en el mundo de la mafia hay un orden, unos lazos y una convivencia lograda, ya sea por el respeto a ciertas normas o por la decodificación de determinados mensajes de alerta. Se trataría de mostrar la moral interna donde la gente respeta territorios, aprende a dialogar a sabiendas de la violencia, opera sin escrúpulos, pero también pone a raya los excesos. Hoffa vendría a ser el exceso del poder y de la  corrupción. Según la película, su ambición habría marcado su tumba.

Tal moral la simboliza Sheeran, que es encarnado por Robert De Niro. Aunque un ejecutor de órdenes, un mensajero de la propia muerte, Scorsese lo va humanizando, pues en la medida que siembra la muerte sin miramientos, va quedándose solo. Su drama es su soledad y la negación de su hija.

Scorsese rompe con la idea de una “familia” de poder –quizá en el sentido que Coppola quiso dar en su saga El Padrino (1972-1990)–, al presentarnos a un criminal que, aunque aparezca como el abuelo feliz, es el símbolo de la desintegración social cuya moral se basa en el ejercicio de la muerte. (O) 

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