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Los estereotipos que marcan a las mujeres cuando cumplen más años

Los estereotipos que marcan a las mujeres cuando cumplen más años
11 de marzo de 2017 - 00:00 - Ximena Romero Fuentes y Elisa Dulcey-Ruiz - Red Latinoamericana de Gerontología

Los “estereotipos” hace referencia a ideas, imágenes y creencias generalizadas, poco diferenciales y ampliamente aceptadas. Estos permiten “conocer” superficialmente el mundo, dado que resulta imposible aprehender a fondo las diferentes realidades, ámbitos y personas, en nuestro transitar por la vida. Es con base en tales generalizaciones que nos comunicamos cotidianamente, opinamos, describimos, categorizamos hechos, situaciones y personas.

Si bien, los estereotipos nos ayudan a entender el mundo, sin mayor profundización y a comportarnos en él, también limitan nuestra apreciación diferencial del mismo, de las personas, de los hechos, de los procesos. Nos impiden tener en cuenta las diversidades humanas, la influencia diferencial de los distintos contextos espacio-temporales e históricos en el proceso de vivir-envejecer y en las muy diferentes maneras de vivir la vejez. Esto último, con razón, ha llevado a algunos autores a referirse al término vejeces (Lalive d’Epinay, et al, 1983), más que a “vejez” simplemente, dado que entre más vivimos más diferentes somos unas personas de otras, incluso teniendo la misma edad.

Así que responder a la pregunta planteada acerca de la disparidad entre la mayor longevidad de las mujeres y las tan poco favorables condiciones y calidad de sus vidas, implica considerar el predominio de estereotipos hacia las vejeces de las mujeres.

Justamente, como contraste del reconocimiento del carácter diferencial de las formas de envejecer y de las “vejeces”, los estereotipos relacionados particularmente con las mujeres viejas hacen caso omiso de tal heterogeneidad y llevan a diversas formas de discriminación de las mismas por razones de edad y, particularmente, por el hecho de ser mujeres y ser viejas.

Ha sido a propósito de la discriminación por razones de edad y específicamente del hecho de ser persona vieja, que se ha instaurado el término ageism (edadismo o etarismo) como otra forma de intolerancia que, como el racismo y el sexismo, tiene significados específicos que pueden servir, tanto para estudiar, como para intentar su superación. Butler (1980) se refiere a tres aspectos implicados en el problema del edadismo: (1) actitudes prejuiciadas acerca de la edad, hacia la vejez y hacia el proceso de envejecimiento, incluyendo actitudes de las mismas personas viejas hacia su propia vejez; (2) prácticas discriminatorias contra las personas viejas, en ámbitos laborales y otros entornos sociales -las cuales, interesa enfatizarlo, se acentúan con respecto a las mujeres adultas mayores-; (3) prácticas institucionales y políticas que, incluso sin malas intenciones, con frecuencia perpetúan creencias estereotipadas acerca de las personas viejas, reducen sus oportunidades para una vida con calidad, desconocen sus derechos y socavan su dignidad personal.

Es importante destacar que los estereotipos, los prejuicios y diversas formas de discriminación se acrecientan con respecto a las mujeres viejas. Las mujeres viven más años, pero con más discriminaciones y vulnerabilidades. Las desventajas que por razones de género afectan a las mujeres a lo largo de sus vidas se acentúan en la vejez, integrándose con las discriminaciones por razones de edad.

Así, los cambios físicos que conlleva el envejecer se convierten en estigmatizaciones que laceran más fuertemente a las mujeres, encerrándolas en cánones de juventud y belleza que se constituyen, falsamente, en “requisitos” para desenvolverse en la vida pública.

Como se planteara en el Informe del Foro de Organizaciones no Gubernamentales celebrado en Viena (1982), la precariedad de la vida de las mujeres en la vejez, suele ser la consecuencia de su pasado familiar y ocupacional.  

En muchos casos, consagraron su vida a la familia, la educación de los hijos y la atención de sus padres, labores que carecen hasta ahora de reconocimiento como tiempo de trabajo productivo aportado a la sociedad, de modo tal que carecen de jubilación propia y no reciben prestaciones de seguridad social. (O)  

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