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Lectura del juego

Lectura del juego
12 de septiembre de 2016 - 00:00 - Claudio Campos, entrenador de fútbol

El amplio margen de posibilidades que puede brindarnos un partido de fútbol es infinito, pero por una cuestión de comodidad perceptiva en la mayoría de los casos se recae en análisis apresurados que van muy aferrados al resultado final o situaciones más que obvias que el común denominador observa.

Con esto quiero ingresar en un terreno un tanto fangoso, pero que, si logramos atravesarlo, nos desembocará en una visión mucho más exhaustiva y rica en componentes que en realidad son los ingredientes mágicos que decoran esa sensación única de poder desmenuzar un partido de fútbol.  

El balón se adueña de todo cuando comienza a rodar y aunque la conveniencia nos diga que la táctica, la estrategia o la técnica individual definen los destinos del compromiso, me inclino a lo contrario, porque todo y todos están expuestos a las irreverencias del esférico, amo y señor del juego. Sabiendo esto, cada compromiso —que dicho sea de paso será irrepetible en su accionar— abre innumerables opciones de análisis, que van desde los que están con sentimientos marcados como también de aquellos que desean encontrar un aspecto atractivo en el desarrollo más allá de las destrezas individuales apelando al encandilarse con coyunturas grupales.  

En la mayoría de los casos podemos denotar similitudes en los criterios básicos que indefectiblemente proceden de la enseñanza y recaen en mecanismos naturales que utilizan en determinados momentos todos los equipos.

La diferencia de concepto es una lucha que se puede plasmar en el escrutinio final, pero que va más allá de eso y nace puntualmente en la forma de sentir del timonel del conjunto, como también en las características de sus ejecutores.

Todos ellos, aunque piensen diferente, van a intentar jugar bien a su manera y exponer con sus herramientas el valor del convencimiento que han trabajado desde el instante que iniciaron la aventura de buscar un objetivo grupal.

En más de una ocasión escuchamos a los protagonistas decir que por momentos se jugó bien, pero las cosas no salieron como se pensaban, entonces es allí donde debemos revisar que pasó y no simplemente reposar en frases gastadas o pensamientos vacíos de exigencias. Quizás en pasajes del compromiso, el balón fue utilizado de manera correcta, la amplitud del campo al tener el dominio del mismo fue lo ideal, y los movimientos predeterminados salieron de manera fluida, pero no se pudo concretar y mucho menos lastimar al rival, entonces la pregunta debe ser, ¿qué pasó?.

Una de las tantas respuestas puede ser que el oponente se abroqueló de manera inteligente, ocupo de manera ordenada los espacios vacíos y neutralizó las arremetidas, que en el plano teórico suena muy certero y también posible pero considero que la idea va mucho más allá. Los jugadores son los verdaderos responsables y artistas de este espectáculo, ya que desde su lectura y capacidad de ejecución pueden develarse los caminos o también encontrarse con muros imposibles de traspasar.

Esta situación nos pone frente a un juego de palabras que deben ser observadas con lupa para contemplar la profundidad del concepto, con esto los invito a interpretar que jugar mal no es lo mismo que jugar equivocado.

Numerosos planteles producen buenos partidos pero de manera equivocada y eso no es jugar mal, entonces es allí el punto de inflexión en el que debemos detenernos y realmente asimilar que el repertorio de situaciones dinámicas obtenidas del desarrollo es la llave secreta para hallar el entendimiento de lo sucedido. El balompié nos atrapa y ya es parte de nuestras vidas, pero debemos ser exigentes y  analizarlo mejor, porque la opulencia de su encanto así lo amerita. (O)

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