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La debacle del Barça

La debacle del Barça
10 de enero de 2017 - 00:00 - Claudio Campos, entrenador de fútbol

Sin lugar a dudas, es muy prematuro aseverar que el FC Barcelona, equipo comandado por Luis Enrique, está fuera de competencia y que no aspira a nada importante como obliga su historia. Primero porque estamos hablando de fútbol y segundo porque falta mucha tela por cortar. De lo que sí tenemos indicios muy transparentes y que con seguridad hace un tiempo prudencial aunque sin hacer ruido, se encendieron las alarmas de preocupación por el pálido semblante que goza en la actualidad, muy dispar al que se acostumbró en la última década donde sentía orgullo por lo que plasmaba y transmitía su equipo principal cada vez que se presentaba en un campo de juego. Es muy fácil aferrarse a resultados negativos y desde ese balcón tejer opiniones nocivas sobre un plantel extenso y rico en individualidades aunque no tanto como años anteriores y que en sus filas tiene al mejor jugador de fútbol del mundo, coyuntura que para nada pasa desapercibida.

Este mítico Barça no perderá ese epíteto jamás porque todo lo que supo cristalizar en intenciones, respeto al buen gusto y a su vez enamorar al universo amante de este deporte, se grabó para siempre en nuestras retinas y su recuerdo indefectiblemente solo nos hace esbozar una sonrisa. Personalmente añoro los pases filtrados de 25 metros de Piqué para Iniesta y que este sin mirar deposite con un toque el esférico en los pies del inigualable Xavi que tuvo la partitura de la mejor versión sin lugar a dudas en su poder y aprovechó en su máxima expresión dejando su ego de lado y de esta manera guiar el enorme caudal de variantes ofensivas que tenía a su alrededor haciéndolos  actuar espontáneamente y de una forma brillante. Aquella versión única e irrepetible ostentaba en su flanco derecho a un talentoso como Dani Álvez, socio ideal de todo el equipo, porque era salida para el arquero, apoyo para los centrales, primer pase para los volantes y complemento utópico del hombre diferente de esta orquesta llamado Messi. Repasar las variantes y todas las sensaciones que aquellos jugadores nos regalaron resulta infinito y quizás compararlos es un error, pero se nos hace imposible cuando vemos que con el paso del tiempo y más allá de triunfos y versiones actuales que merecen respeto notamos que estamos cada vez más cerca ver el ocaso de un sueño. Este equipo nos demuestra que las ideas pueden ser profundas y engendradas en un seno convencido de lo que quiere y que  impregna desde hace mucho tiempo a sus exponentes del exigente paladar del club y de su idiosincrasia tan particular, pero a la larga todo depende de la jerarquía de los futbolistas que tiene para lograr esta expresión, circunstancia que queda cada vez más que evidenciada en la actualidad. Ese dominio absoluto y abrumador ya no es una marca registrada por muchos motivos, pero no deja de ser un indicativo que nos lleva a pensar que las curvas descendentes de algunos jugadores y características diferentes de los que llegaron hacen que el sello de esta institución ya no sea el mismo, realidad muy cruda que vemos en cada encuentro donde lo más sagrado que siempre tuvieron como lo es el balón, ahora ya se lo prestan al rival. El entrenador de turno supo exprimir al máximo a tres futbolistas como Neymar, Suárez y Messi, que amalgamaron exitosamente sus cualidades y potenciaron a su compañero con las propias, por el bien del equipo, y desde ese principio tan fundamental como defenderse lejos del arco rival y en este caso depender del extraordinario nivel del tridente ofensivo, obtuvieron logros deportivos y  supieron esconder grietas del funcionamiento que cada vez están más grandes. El balompié es vigoroso y reclama ser resolutivo constantemente, mucho más en un equipo que tiene la lupa de todos, de los hinchas que quieren ganar y también de todos aquellos que fuimos cautivados por actores que hoy ya no están y observamos que aquella utopía ya no es del equipo, sino de unos pocos jugadores y eso genera tristeza, porque es la insinuación de que pronto esa quimera se acabará. (O)

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