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El Deportivo Quito

El Deportivo Quito
12 de mayo de 2019 - 00:00 - Diego Torres Hadathy. Empresario y periodista

“Cuando yo me muera / quiero que mi cajón / lo pinten de azul grana / como mi corazón”, dice uno de los cánticos de la ejemplar hinchada del club de fútbol Deportivo Quito, que atraviesa la peor etapa de su historia: la deshonra que significa -para un equipo que ha sido protagonista del fútbol nacional- jugar un torneo amateur o aficionado.

Un descontrolado saqueo del dinero y los bienes del Deportivo Quito –encabezado desde hace muchos años por los directivos (algunos de ellos en la cárcel)- terminó con el equipo en el fútbol aficionado. Testigos señalan que algunos cobraron deudas por miles de dólares, que estaban firmadas en servilletas, sin ningún respaldo legal. Y les pagaron.

La generosidad con dinero ajeno ocasionó que el equipo descendiera a la serie B y poco después a la segunda categoría. Cinco mil personas, de promedio por partido, acompañaron al Quito en su fracasada estadía en esa categoría. Otra demanda en la FIFA envió al club adonde se encuentra actualmente.

Un intento desesperado de la actual directiva por tratar de salvar lo poco que queda, le llevó a idear dos clubes: uno para la segunda categoría y otro para el torneo amateur. Pero no existe la base económica, ni deportiva, para enfrentar estos torneos. Los jóvenes jugadores con los que cuenta no tienen dinero para comprar agua para hidratarse y tampoco duchas para después de las prácticas. Entrenan con su propia ropa porque no hay uniformes y se cambian en las gradas exteriores, porque no pueden ingresar al complejo Ney Mancheno. Un caos.

El Deportivo Quito debe desaparecer y refundarse. La hinchada, conocida por sus dos corazones (uno para vivir y otro para sufrir) y el único bien que le queda al equipo, parece haber llegado al límite.

Al Quito le tomará entre cuatro y cinco años volver a la serie A y, para entonces, gran parte de los seguidores se habrán ido. Porque los hinchas se consiguen con triunfos, no con la vergüenza y el fracaso.

Pero no hay quién se haga cargo de refundarlo. Las propuestas de empresarios nacionales y foráneos fueron torpedeadas por los saqueadores y no hay una salida a la vista. Los gritos de “Y dale, Quito dale” y “Quito corazón” que retumbaban en el Olímpico Atahualpa, se van apagando. Ojalá que no. ¡Vamos AKD! (O)

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