Ecuador, 16 de Abril de 2024
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El Telégrafo
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Crecimiento: encuentro con el otro

Un poema del alemán Rainer María Rilke y el tema musical “Héroes” de David Bowie son los motivos fundamentales que dan sentido a la película Jojo Rabbit (2019) del neozelandés Taika Waititi.

El poema en cuestión alude a la transitoriedad de la vida, a que a veces se conjuntan la belleza y el terror, y que, pese a todo, se debe seguir caminando, sin detenerse, sin mirar atrás. Y la canción tiene que ver con la libertad, con el deseo de emerger con una pareja, aunque el destino tenga marcado un camino distinto para cada quien. Ser héroes, aunque sea por un día, es enfrentar el miedo e invocar al demiurgo de la valentía y de la curiosidad.

Jojo Rabbit es sobre un niño en medio de la guerra; tiene un amigo imaginario, uno atroz (que se presenta como paternal): Hitler. Como producto de una cultura de la diferencia radical, este niño cree afirmar su voluntad y su destino en lo que le hace creer su país, su patria. Unos podrían pensar en el nacionalismo; quizá habría que decir solo que es el conjunto de creencias con las que va creciendo este niño y que se relacionan con el miedo al semejante. Y es ahí donde Waititi nos pone ante una relación con ese semejante, en principio peligroso, pero luego, el más vital, el que da sentido: una niña judía.

Jojo Rabbit confronta entre la imagen de la muerte con la de la vida. Un cuaderno, que se va articulando como la historia del conocimiento de esa otredad, es el que va mostrando a los monstruos interiores que nos ideamos cuando somos presas del odio contra nuestro semejante, al punto de desearle la muerte. Waititi, sin embargo, demuestra que, enfrentando a ese monstruo secreto y cultural, uno debe madurar, debe crecer, aunque para ello valga sobre todo la intuición, además de la decisión. Toda maduración es un proceso de liberación, es la construcción del yo más integral, ese que debe dejar de creer en los cucús que impone la sociedad establecida. Se trata de enseñar al niño, al joven, a ser un héroe que maneje su destino y que se enamore de la diferencia, porque sin ella no podría ser lo que uno tiene que ser: la persona completa. La película, así, es un discurso sobre el reconocimiento de sí; es un filme altamente aleccionador. Confronta, se burla de los estereotipos, nos vuelve sensibles. Waititi apuesta al cine como medio para hacer conciencia. Y ese es su valor. (O)

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