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Viviana desea una ciudad de vanguardia para el bicentenario

Viviana desea una ciudad de vanguardia para el bicentenario
08 de diciembre de 2013 - 00:00

Inclusión es la palabra que más repite Viviana Bonilla. Es casi el concepto de su campaña por la Alcaldía de Guayaquil, es su ideología, aunque ella se define de “izquierda humanista”.

La importancia de la inclusión la aprendió de la familia, la educación, la lectura, Rafael Correa, pero sobre todo de una frase que repite como mantra cuando el trabajo la agobia: “Que nadie se haga ilusiones de que la simple ausencia de guerras, aún siendo tan deseada, es sinónimo de paz verdadera”.

Se unió a PAIS en 2007, pero su relación con Rafael Correa se afianza en su época como legisladora.Eso lo dijo Juan Pablo II y la exgobernadora ha completado esa idea así: “La paz debe venir acompañada de justicia, equidad, solidaridad e inclusión”. Por eso es que cuando se dirige a sus seguidores, como ocurrió en la sesión solemne del 9 de Octubre de 1820, habló de un Guayaquil inclusivo, sin barreras en los parques, sin derecho de admisión, sin discriminación, sin fundaciones privadas, sin garrote. “Veo a la política como un medio de servicio”, manifiesta.

Bonilla es católica de toda la vida. Su educación primaria y secundaria estuvo marcada por dicha religión. Su título de abogada lo obtuvo en la Universidad Católica de Guayaquil (UCSG). Ahí mismo cursa ahora una maestría en administración pública; solo le falta la tesis.

Es allí donde ocurren dos momentos importantes en su vida: incursiona en la política y se enamora de quien hoy es su esposo, Gustavo Mora, también abogado.

Lo primero lo hace de la mano de Verum, un movimiento estudiantil que gana las elecciones con un discurso de defensa de los alumnos. Ella se convierte en vicepresidenta de la asociación de estudiantes de la Facultad de Derecho y Nicolás Issa Wagner presidente.

Son años en que la Facultad de Derecho se convierte en el epicentro de la política de la UCSG. Se organizaban protestas por las pensiones, las faltas de los profesores, beneficios, una serie de demandas que muy pocos se animaban a exigir.

En esa lucha la acompaña su esposo, en ese momento novio. Ambos forman parte de Verum, pero es Viviana la candidata.

Justo por esa fecha Rafael Correa es designado ministro de Economía y posteriormente ese nombre suena como precandidato a la Presidencia de la República.

Era 2007 y Verum decide apoyar a una figura nueva, joven, de izquierda, en aquellas elecciones. Como el resto de sus compañeros Bonilla se suma a PAIS. Participa activamente en la campaña “al principio con muy pocas personas”. Se reúnen con los asesores y demás militantes.

Correa gana los comicios y Bonilla accede a la función pública: al SRI, Ministerio del Litoral hasta 2009.

Había que formar la lista de asambleístas de Guayas y Correa quería a una mujer joven. El nombre de Bonilla es nominado, el presidente acepta, ella también, y ganan ambos: él la reelección y ella una curul.

En el ejercicio de su función como legisladora se casa. Gustavo siempre estuvo junto a ella. Fue un noviazgo largo, de casi cinco años.

En la Asamblea la relación política entre Bonilla y Correa florece. Hay dos viajes presidenciales al extranjero a los que la asambleísta es invitada. Esos viajes permiten a Correa diálogos largos y tranquilos en pleno vuelo. Eso ocurrió con Bonilla. Intercambiaron conceptos, definiciones, en fin, la relación se afianzó. Con ese antecedente la escogió para ser gobernadora de Guayas cuando Roberto Cuero renunció.

Ahora ha sido escogida para otro reto: arrebatar la Alcaldía de Guayaquil al archienemigo político del Gobierno, la joya de la corona para PAIS.

Fue vicepresidenta de la Asociación de Estudiantes de la Facultad de Derecho de la UCSG.A Jaime Nebot ni lo ha saludado ni lo conoce, pero lo identifica como el representante de la partidocracia, de un modelo que considera caduco. “Tuvo su tiempo, pero las nuevas generaciones queremos otras cosas”. Lo llama el candidato del garrote, en referencia a la represión que ejerce la policía metropolitana.

El actual alcalde siempre ha ganado en Guayaquil y Bonilla tiene una interpretación para eso. “Antes no había con qué comparar”. Recuerda el Guayaquil del PRE, de las montañas de basura en la Pedro Pablo Gómez, pero ahora las cosas han cambiado, insiste.

No niega que se hayan realizado obras en la administración socialcristiana, pero las cuenta como pocas e insuficientes. Quiere que los guayaquileños comparen lo actual con el proyecto de la Revolución Ciudadana. Apela siempre a los jóvenes a quienes promete una “ciudad de vanguardia, preparada para su bicentenario”.

Ya cuenta cuáles serán sus tres principales acciones durante sus primeros 100 días en el Sillón de Olmedo. Su obra inicial es una ordenanza para extender el perímetro urbano de Guayaquil hasta donde realmente llega, es decir, incorporar de un plumazo a 200.000 personas de Monte Sinaí que durante años han permanecido invisibilizadas y sin servicios básicos.

Lo segundo es convocar a una consulta popular para que los guayaquileños decidan si quieren convertir su ciudad en distrito metropolitano. El objetivo es que el Municipio adquiera competencias de carácter productivo porque para Bonilla la inequidad se resuelve con iguales oportunidades para todos. La exgobernadora se ha planteado reducir el desempleo en la urbe con los mayores índices de desocupación del país.

Su tercera propuesta es la que ya ha dicho Rafael Correa en varias ocasiones: convertir a las fundaciones privadas en empresas públicas. Eso sí, aclara, sin aumentar burocracia y sin reducir eficiencia. Transparencia es su meta.

Esas son sus tres acciones, pero cada vez que puede habla de la movilidad. Ha visto los buses de la metrovía en horas pico y califica ese cuadro como indigno. No quiere más carros en las calles sino más usuarios de un transporte público, cómodo y eficiente. Un lugar que reúna a todos, sin distinción de clases sociales.

Su solución es el metro, pero a largo plazo. En lo inmediato quiere aumentar drásticamente el número de articulados de la metrovía para que no esté subutilizado el carril exclusivo. El financiamiento vendría con préstamos de la CFN a los transportistas.

Tiene más ideas. Edificios de estacionamientos en el centro de Guayaquil para aliviar el tránsito vehicular, que a veces vuelve insoportable a la ciudad.

Quiere desconcentrar el Municipio para evitar que los trámites se realicen únicamente en el centro. Sueña con oficinas en cada parroquia para evitar las aglomeraciones en el Cabildo y la movilización innecesaria.

Ese principio, por ejemplo, lo aplicó cuando era gobernadora al descentralizar las comisarías. Lo considera como uno de los logros de su gestión.

Con estas dependencias más cerca del usuario la relación ciudadano - autoridad mejora, al igual que la seguridad. De paso evita que cualquier denuncia se haga en la Gobernación.

Son promesas que repite cada vez que tiene oportunidad. La campaña recién empieza y aún trabaja en oficinas prestadas. El mismo equipo de la Gobernación sigue con ella. Saben cómo trabaja, que cuando se impone metas no descansa. Este trabajo no es para vagos, comenta uno de sus más cercanos colaboradores que ha tenido jornadas laborales de hasta 16 horas.

Se enoja cuando le fallan, aunque sus amigos matizan que no se molesta sin razón alguna y que es comprensiva. Ella trabaja sin ver el reloj por lo que es común observar a sus colaboradores haciéndole señas para que acabe una reunión, entrevista o mitin. Su impuntualidad crónica ya ha causado riñas en la naciente campaña. Han surgido problemas con algunos candidatos a concejal.

En el hogar, con su esposo evita hablar de trabajo. “Ella me pregunta del mío para olvidar un poco el suyo”, comenta él. Ambos tratan de mantener conversaciones domésticas. No tienen hijos, pero Gustavo espera que el primogénito llegue en 2014.

Son un matrimonio joven con carreras por delante, por lo que a veces el protocolo les molesta. Cuando Viviana era gobernadora durante los fines de semana se deshacía de la escolta policial.

Él siempre la acompaña, también en sus pasiones. Ella es una firme defensora de los derechos de los animales. Ha rescatado perros desde que tiene memoria. Es capaz de detener la caravana que la acompaña para salvar a uno.

Cuando fue legisladora presentó un proyecto para el cuidado de los animales. Su designación como gobernadora dejó inconclusa esa iniciativa aunque se muestra orgullosa de que la Constitución prohíba el maltrato animal.

Aunque sus asesores le han recomendado que no hable de su mascota, rompe la regla y muestra fotos de su perrita Chiquimora. Una de esas imágenes adornaba su despacho de gobernadora.

Está en contra del aborto. Defiende su fe al mismo tiempo que su ideología política. No se oponen, aclara. Se emociona cuando habla del papa Francisco porque lo considera un resultado natural de la Historia. Por eso desea que haya una mujer obispo y otra en la Alcaldía.

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