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Las pasiones de la política

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“Un hombre cualquiera que se cree rey está loco,
pero no lo está menos un rey que se cree rey”  
(Jacques Lacan)

La pregunta acerca del poder ha sido tan antigua como las primeras formas de organización humana. El sociólogo Max Weber escribió al respecto: “Quien practica la política desea el poder”. Según su visión, detentar el poder permite a su vez la consecución de otros fines, que pueden llegar a ser desde los más altruistas hasta los más egoístas. Para los líderes políticos -y los círculos que se han formado a su alrededor- lo más difícil es abandonar su ‘lugar’. Esta despedida del poder implica un proceso de duelo tanto para el personaje que lo pierde como para sus partidarios, admiradores y equipo cercano.  

La historia nos enseña que los gobernantes habitualmente buscan un ‘heredero’ de confianza que les permita dar continuidad a sus ideas, pero que también les permita seguir teniendo control sobre las decisiones fundamentales. Sin embargo, la historia también nos muestra que los líderes -por su propia condición humana- fallan muchas veces en la selección de ‘su’ candidato o sucesor, perdiendo toda posibilidad de dar continuidad a su legado. Los casos son incontables.     

El psicoanálisis y las ciencias políticas han evidenciado la relación entre deseo y poder.  Según el psicoanalista Nestor Braunstein, “la política es la acción del poder sobre los cuerpos y ella está presente en la más ínfima de las acciones humanas”. Por su parte, la teórica política Chantal Mouffe afirma que “los teóricos que quieren eliminar las pasiones de la política y sostienen que la política democrática debería entenderse solo en términos de razón, moderación y consenso, están mostrando su falta de comprensión de la dinámica de lo político”.   

¿Qué está sucediendo en el caso ecuatoriano? ¿Cómo se expresan el deseo, el poder y la razón en el escenario político nacional? Precisamente en este momento el país empieza a experimentar una de las transiciones políticas más interesantes. Tras 9 años en el gobierno, el presidente Rafael Correa impulsó la incorporación de una transitoria en las enmiendas constitucionales que imposibilitará su reelección (continuada) para el periodo 2017-2021. Llama mucho la atención que un líder político promueva una medida como esa.

En este sentido, el país vive, como mencionaba en líneas anteriores: pasiones manifiestas, etapas de duelo, identificación de los posibles sucesores y una feroz pugna de las fuerzas políticas para disputar los espacios de poder. De un lado, la oposición hace un llamado a la ‘unidad’ de sus líderes y de aquellos grupos económicos que tras bastidores financiarán la campaña electoral, pues no cabe duda que los últimos resultados electorales en Argentina y Venezuela inyectaron a los opositores locales ‘aires de esperanza’. De otro lado, el movimiento oficialista sufre una disputa intensa entre las distintas tendencias, restándole tiempo indispensable para la ejecución de su estrategia político-electoral. La militancia verde se halla confundida entre el vacío de liderazgo y la falta de definiciones.  

Si el movimiento oficialista quiere obtener buenos resultados en las próximas elecciones, esto es, la victoria del binomio en primera vuelta y mayoría legislativa, deberá realizar algunos golpes de timón. Esto implica debatir con seriedad los importantes avances y las deudas profundas de los 9 años de Revolución Ciudadana, y, simultáneamente, hacer una lectura fina del ‘estado de ánimo’ colectivo y de las nuevas demandas sociales, innovar los gestos políticos hacia la población y superar la situación económica adversa del país sin ceder los elementos constitutivos de la soberanía.

Otra decisión fundamental será la definición del sucesor. No hay que recorrer mucho para darse cuenta de que el candidato preferido entre la población es el exvicepresidente Lenín Moreno, quien es reconocido por el trabajo que realizó en materia de discapacidades, políticas sociales y su forma dialogal de hacer política. Sorprende el nivel de apoyo que aparece reflejado en encuestas y estudios de opinión pública. Con mucha probabilidad, Moreno será quien ocupe el sillón presidencial en el próximo periodo. Es esencial que las organizaciones sociales y la ciudadanía participen en la generación de propuestas para mejorar el régimen de desarrollo y operar con inteligencia la situación económica que atraviesa el país. La pregunta es: ¿cómo jugará en todo esto el “deseo de poder”?  (O)

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