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El paro nacional: “puro paro”

El paro nacional: “puro paro”
16 de agosto de 2015 - 00:00

Cuando en junio de 1990 Ecuador despertaba ante un país paralizado por miles de indígenas que se tomaban vías principales y anunciaban sus demandas, especialmente de acceso a la tierra, todos los ecuatorianos rechazaban la medida de hecho que generó desabastecimiento de alimentos e inclusive la muerte de un manifestante indígena, pero coincidían en el abandono al que este colectivo social había estado sometido por años.

En la actualidad, ese pensamiento de exclusión y abandono no cabe y el anuncio de un levantamiento indígena no tiene la fuerza moral de hace 25 años.

Hoy, las bases del movimiento indígena inspiradas en la lucha de Tránsito Amaguaña, Dolores Cacuango o el mismo monseñor Leonidas Proaño, rechazan el paro anunciado por los que se dicen sus dirigentes.

La crisis de representación de gran parte del movimiento indígena ha llegado al extremo que el discurso de reivindicación de derechos se transformó en la defensa de los intereses de pocas figuras que adoptaron las malas prácticas de la partidocracia y se convirtieron en los llamados “ponchos dorados”. Esos mismos que no representan las demandas de las bases sino que le hacen juego a la derecha y sus intenciones de asaltar el poder. El estilo parasitario del extinto MPD que vivía a costa del chantaje a los gobiernos de turno parece estar calando en cierta dirigencia indígena que avergüenza a sus bases y su lucha histórica.

Derecha y movimiento indígena juntos. Opresores y oprimidos unidos, ¡cuánta contradicción! Como si las desigualdades que se arraigaron en el pueblo indígena por generaciones, por siglos, no fueran producto de la inacción de esa derecha oportunista que cuando le conviene les llama hermanos y cuando no, los insultan y garrotean.

En 2003, en el pleno del Congreso Nacional, los socialcristianos se abalanzaron contra Salvador Quishpe, gritándole “indio drogado con ayahuasca, indio ignorante, energúmeno con poncho” y lanzaron su sombrero al piso, como expresión de desprecio a los símbolos de su raza indígena. Hoy, los mismos que lo insultaron harán en Guayaquil un “acto simbólico” en su apoyo.

Estimado lector, los desacuerdos hacen parte y enriquecen cualquier democracia, y en el nuevo Ecuador se han dispuesto todas las garantías constitucionales y legales para manifestarlos. Pero a pesar de ellos y de la apertura manifestada por el gobierno nacional al diálogo, las vías de hecho continúan siendo para algunos la única forma de hacer política, aunque esta implique la afectación de toda una nación.

Rechazar el paro no implica pertenecer a un partido ni tener una bandera política, o en su defecto apoyar al actual gobierno, sino mostrar coherencia frente a actitudes inadmisibles en un Estado de Derecho, con miras al progreso.

Por eso, los invito a contribuir con ideas, con propuestas, con alternativas que enriquezcan los debates. El anuncio del paro nacional, lejos de ser una expresión espontánea del pueblo indígena, constituye una estrategia más de la oposición, por crear un clima de malestar en el país. Decir que es una marcha en defensa del pueblo indígena -como dicen en mi ciudad- es “puro paro”. (O)

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